Pocos análisis se ven en los medios de comunicación sobre la evolución relativa de la riqueza de las comunidades autónomas. Valorar, en definitiva, como funciona ese solidario mandato constitucional que debería aproximarlas.
El modo más sencillo de realizar una primera aproximación es, aún con sus insuficiencias, comparar el pib por habitante. Y es la relación del mismo respecto con la media nacional el indicador que vamos a utilizar en la siguiente comparación de las situaciones en 1995 y 2017 (estos últimos datos todavía estimados, pero no cambiarán mucho). El punto de partida elegido obedece a que es el inicio de una serie de datos homogénea del INE que nos ha resultado cómodo utilizar y a que entonces ya estaba plenamente consolidado el estado de las autonomías. Esto es lo que sale:
Fuente: España en Cifras 2017 |
Si pasamos al detalle de poner nombre a lo ocurrido, llama la atención como el tractor de D. Aitor va a toda máquina. Ya se ve como le sirve para tirar del País Vasco hasta la segunda posición, que arrebata a la tan anhelada por el nacionalismo vasco comunidad foral de Navarra (recuerden que dejaron el espacio reservado en el escudo). Entretanto, Madrid defiende sin mayores problemas el liderazgo que facilita su capitalina centralidad desde donde sigue ejerciendo de fielato entre las Españas más y menos boyantes.
La tercera comunidad que llama la atención por su positiva evolución es Galicia, una región que registra un avance de cuatro posiciones para adentrase en la parte media de la clasificación.
En el lado negativo, es llamativo el mal comportamiento de las comunidades insulares. Una cuestión que merece un más detallado análisis que excede las posibilidades de este breve apunte. Pero un factor a considerar es la diluición del indicador que hemos escogido por la fuerte atracción de población ejercida por las islas. Lo veíamos, aunque en un periodo más largo, en el demográfico apunte Un titular, por desgracia, incorrecto. Conviene tener presente, además, que el sector turístico genera un empleo de escasa cualificación que aporta discretas rentas medias.
En definitiva, ya ven que el estado de las autonomías ha salido, en esto, un tanto lampedusiano: todo tiene que cambiar para que, tractores aparte, todo siga bastante igual.
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