jueves, 15 de septiembre de 2016

Nuestros talibanes autóctonos



Vamos a dejarlo claro de entrada, estamos de acuerdo con la prohibición del Toro de la Vega. Un espectáculo que no puede pretender justificar su pervivencia en la mera tradición, algo que ya advirtió hasta el en eso bastante tolerante franquismo cuando también llegó a prohibirlo. ¡Pues menudas tradiciones son algunas de las que hemos tenido!

Como también vamos a dejar claro que estamos a favor de la tauromaquia, un espectáculo único que entronca con la esencia de lo que somos y nos recuerda como hemos llegado al comprometido puesto de mando de la naturaleza. Una confrontación, sin duda violenta, como también lo es primordialmente el ser humano, no lo perdamos de vista. Y no digamos ya esa naturaleza repleta de cadenas tróficas basadas en la depredación. ¿Acabaremos viendo campañas para financiar la alimentación forzada con pienso de los grandes carnívoros? Claro, que la reeducación de los depredadores marinos va a resultar mas complicada.

Guste o no, es lo que hay. Así que no está de mas recordar de vez en cuando, máxime de tan plástica manera como es el toreo, que el mundo no es un parque Disney. Las ratas no hablan ni aunque las llames Minnie y los cocodrilos no dan besos.

Un poco de globalización: imagen de
las calles de Dhaka anteayer durante
la islámica fiesta del sacrificio
Pero en esta "civilización del espectáculo" (© Vargas-Llosa) lo que se trata es de buscar visibilidad para, entre otras cosas, atraer publicidad sobre los propios intereses. Y por ende pasta, siempre la pasta. Cómo comparar la repercusión mediática de un sanguinoliento toro alanceado con la de, pongamos por caso, uno de tantos millares de pequeños fetos abortados a los que pocos tienen el coraje de mirar. Donde va a parar.

Los llamados animalistas consiguieron un triunfo al acabar con el brutalmente desigual y, por ello, entre otras cosas antiestético, alanceamiento del Toro de la Vega. Hasta ahí compartimos su satisfacción. Pero no les basta, porque nada es suficiente para el talibán salvo el exterminio del infiel. Así que después de la victoria hay que plantarse en Tordesillas a tocar los cojones y conseguir la foto de algún lugareño desquiciado.

Mira que en los mataderos se puede "redimir" a diario centenares de vacas, no digamos pollos, para llevarlas al famoso "santuario". Pues no, hay que llevar al ahora Toro de la Peña. Luces, cámara, ¡acción!

Lo que no acabamos de entender es por qué la prensa suele dar un tratamiento tan superficial a estas cuestiones y rara vez profundiza en quien está detrás y por qué. No les confronta, por ejemplo, a por qué ellos pueden matar fetos humanos y otros no pueden hacerlo con algo mas crecidos toros. Y dicho sea por quien no está por cambiar la actual legislación del aborto que probablemente es la menos mala posible en nuestra democracia. 

En este caso, además de ese intrínsecamente absurdo Partido Animalista que prioriza en su programa a las bestias sobre los humanos, hemos visto que también ha comparecido por ahí la Fundación Provegan. No sabemos gran cosa de ella, pero su seña de identidad es el veganismo que tantas veces vemos practicar con un talibanismo bastantante amedrentador. A ver si algún periodista se anima a profundizar un poco, porque nos da que estamos ante gentes de esas que da bastante miedo pensar que pudieran llegar a tocar poder.

Sobre la histeria colectiva de muchos tordesillanos con la pérdida de su tradición ya agradeceríamos que algún psicólogo nos diera un poco de luz. Queremos pensar que es mas por una cuestión de fuero, la negación de su en ningún caso ilimitado derecho a decidir su fiesta, que de tan maloliente huevo.

Y cambiando de tema, no se dejen liar. Sepan que con tan solo retrasar (sí, sí, retrasar) un cuarto de hora la salida del Alvia de Santander se habría evitado dejar tirados a mas de un centenar de viajeros. Cosas de las contabilidades de los descansos de los conductores, porque se habrían alcanzado así los 45´de reposo en la estación de la capital cántabra y el maquinista habría podido conducir 5 horas y media mas. Aunque el quid de la cuestión seguramente está en por qué su relevo de Palencia no se desplazó a Osorno para hacerse cargo del tren.

Vaya mala uva se gasta la aristocracia de la clase trabajadora. A estos los colocas en el caldo de cultivo adecuado y fácil que también te salga algún talibán.

Y si hay güevos que publiquen las horas de conducción anuales y sueldos de los maquinistas. Comprobarían que lo de aristocracia no es gratuito.



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