Comenzamos con un recordatorio de que el miércoles publicamos una reseña, más detallada que las bastante miméticas con la nota de prensa de la RAE que se han visto en la mayor parte de los diarios, sobre La actualización 23.8 del Diccionario de la lengua española.
Saltamos al Centro Virtual Cervantes. Óscar Andrés Calvache Dulce trató en el pasado Martes Neológico el acrónimo sindemia, formado a partir de sinergia y epidemia, que da nombre a la interacción entre múltiples enfermedades. Lo que nos preguntamos es qué necesidad habrá de calzar en una lingüística explicación la infatuada parrafada redactada en politiqués con que concluye el artículo.
El académico Pedro Álvarez de Miranda explica en el Rinconete Finisecular el origen de una de esas raras "palabras de autor", en este caso el adjetivo de su título acuñado en 1892 por el diplomático y escritor José Alcalá Galiano (1843-1919) en un artículo publicado en La Correspondencia de España el 26 de febrero de 1892 [en la colección de la Biblioteca Nacional se custodia otra edición de las tres diarias que hacía ese diario en la que el ejemplar ya está fechado el 27 de febrero]
Álex Grijelmo, por su parte, saca punta en El absurdo en los villancicos a unas cuantas de las canciones populares que es fácil que tengan ocasión de escuchar en estas fechas. Como es habitual, encontrarán íntegro el artículo como anexo a este apunte.
Volvemos al lenguaje del humor con la oportuna anfibología de la tira de ayer de Javier Cuervo y Pablo García. Sigue la ironía del belga duBus sobre la susceptibilidad lingüística que su país comparte con algunas comunidades españolas y la del mexicano Paco Calderón del pasado domingo sobre el lenguaje inclusivo que va a aplicarse en la Constitución del hermano país.
Proseguimos con la aportación de Eneko desde el digital Público a la campaña "defraudaor confeso" que hasta ahora, desde las secciones convencionalmente calificables como humorísticas, habían soportado en solitario los dibujante de eldiario.es.Pasamos a la sección lietraria con el incombustible alcalde de Málaga, Paco de la Torre, haciendo un triple papel en la evocación de Idígoras del dickensiano Cuento de Navidad en el diario Sur del pasado domingo. La compradora de Miki y Duarte volvía a casa hecha un Grinch en la tira del día siguiente del dúo malagueño que encadenamos con la caricatura de Trump a imagen del malvado personaje creado por Dr. Seuss que ayer publicó el dibujante mexicano Rictus.
En el apunte Lenguaje de la semana 5/2024 ya hemos tratado este año el soneto 'Ozymandias' de Percy Shelley publicado el 11 de enero de 1818, pero escrito el año anterior, que versa sobre la inexorable decadencia de los imperios. Adicionalmente, en La lengua en la semana 49/2023 lo comentamos con más detalle acompañado de una colección de viñetas que ahora acrecentamos con la del australiano David Pope sobre la caída de al Asad.
El Señor de los anillos de Tolkien inspiraba la ironía de la viñeta de Flavita Banana en El País del jueves, mientras que Peridis parafraseaba el comienzo de La canción del pirata (texto íntegro original) de Espronceda. En La lengua en la semana 15/2023 (2ª parte) encontrarán algunos antecedentes de la presencia de esos populares versos en la sección del dibujante cántabro.Desde el humor británico nos traemos la versión de Peter Schrank del famoso cuento de los Hermanos Grimm El príncipe rana con Nigel Farage como batracio que se ofrece a Elon Musk, que es la primera que este año hemos añadido a la colección recopilada en el apunte El retorno de las ranas. Sigue la versión de Dave Brown de un pasaje del Cuento de Navidad de Dickens que es poco habitual emcontrar recreado en las secciones de humor.
Y desde Canadá importamos el hamletiano "ser o no ser" interpretado por el primer ministro Justin Trudeau escenificado ortodoxamente, luego sin calavera, por David Parkins. Añadida ha quedado a la colección del apunte Humor que enseña teatro esta pieza en que las apuestas se decantan porque no será el candidato del Partido Liberal.
Aunque nada les digan los protagonistas de la viñeta del australiano Mark Knigt inspirada en Alicia en el país de las maravillas, en que el papel principal corre a cargo de Tim Pallas, el responsable económico de estado de Victoria durante una década que acaba de retirase dejando como legado un fenomenal desajuste, nos parece interesante por cuanto compone una metáfora gráfica es de directa aplicación a muchas otras economías: deuda y déficit como Tweedledee y Tweedledum, los proyectos clave cual conejo blanco siempre apresurado que llega tarde, el primer ministro responsable último del desaguisado como evanescente gato de Cheshire (su sucesora ejerce de Reina de corazones) y un profundo agujero de incierto destino al final del camino.
Concluimos con la viñeta que hoy publica Tom Gauld en The Guardian Books. No le hagan mucho caso y mejor compren dos ejemplares.
Anexo
El absurdo en los villancicos
Álex Grijelmo (El País, 18/12/24)
Entonaremos felices estas letras navideñas, a pesar de sus contradicciones
Llegaron los villancicos y en estos días cantamos sus letras sin percatarnos de qué estamos diciendo. Eso nos lleva a sacarles punta aquí con buen humor, como festejo navideño particular de esta columna.
Uno de ellos, por ejemplo, nos invita a mirar unos peces que están en el río y que beben y beben. Si están en el río, se supone que beben agua. Sin embargo, no se justifica una celebración con agua por ver a Dios nacido. Así que tal vez los peces estén bebiendo cava, o sidra-champán El Gaitero famosa en el mundo entero (y también en los ríos con peces). El estribillo no lo aclara. Y además, primero beben y beben los peces en el río por ver a Dios nacido, y luego beben y vuelven a beber por ver a Dios nacer, lo que carece de lógica porque ya nos habían dicho que estaba nacido, y si estaba nacido no cabe contar después que seguían bebiendo por ver a Dios en la acción de nacer, que se había dado por concluida.
El maravilloso villancico Stille Nacht, de los austriacos Joseph Mohr (letra) y Franz Gruber (música), traducido como Noche de paz, se canta con una notable contradicción en una de sus versiones más extendidas en español: “Noche de paz, noche de amor. Claro el Sol brilla ya”. Pero vamos a ver: ¿No se está diciendo que es de noche? ¿Qué pinta ahí un Sol brillante? Si brilla el Sol no puede ser de noche; sería de día incluso si los relojes marcaran las cero horas. Ni siquiera un milagro puede conseguir que sea de noche y de día a la vez.
Eso va en línea con el hecho de que en el portal de Belén haya estrellas, Sol y Luna. Si hubiera ocurrido tal coincidencia de todos esos astros, la Biblia ya se habría dado cuenta y lo habría contado antes que el villancico.
Igualmente, supone una cierta incongruencia festejar la marimorena, ande, ande, ande. Desde el diccionario de 1734, formar una marimorena equivale a montar una riña o pendencia; a cuento, según la tradición, de un altercado ocurrido hace siglos en una taberna madrileña llamada María Morena. Aquellos académicos del XVIII ponían como ejemplo la frase “Anduvo una marimorena”. Pues ande, ande, ande; o anduvo, anduvo, anduvo.
Y en el caso de que aceptemos la teoría de que “la Marimorena” se refiere en realidad a una Virgen negra, imaginaria hermana de La Moreneta, ¿qué sentido tiene que ahora ande, ande y ande en Nochebuena en lugar de estar cenando con la familia?
La traducción de White Christmas (Blanca Navidad) dice: “Oh, blanca Navidad, sueño. / Y con la nieve alrededor. / Blanca es mi quimera. / Y es mensajera / de paz y de puro amor”. Teniendo en cuenta que una quimera es una figuración irreal, o se está dando por falsa la Navidad o se nos está pidiendo aceptar que algo inexistente y de color blanco nos traerá un mensaje real de paz y de amor.
También cantaremos la buena nueva de que ya vienen los Reyes Magos cargaditos de juguetes, caminito de Belén, “olé, olé, Holanda y olé, Holanda ya se ve”. Y digo yo: si los Magos eran tan sabios, ¿cómo contrataron unos camellos tan tontos que los llevaban desde Oriente hacia Belén pasando por Holanda? Para justificar esto se ha aventurado que la estrella que seguían –o sea, su GPS de entonces– se llamaba Olanda, sin hache, lo que como invento no está mal; o que los desconocidos autores del secular canto se dejaron influir por el nombre inglés Holy Land (Tierra Santa). Esto constituiría un anglicismo muy de nuestra época, pero anacrónico en aquella.
Es lo que pasa con los villancicos, que lo mismo se echa uno un remiendo que se lo quita, o que cantamos a los pampanitos verdes como si los hubiera maduros, o que le llevamos a un bebé requesón, manteca y vino, lo que conculca las leyes de protección de menores.
Pero no importa. Entonaremos felices estas canciones entrañables y mantendremos la tradición popular. Eso sí, conscientes de que concederles cierta lógica exigiría un nuevo acto de fe.
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