Sara Vives Gámez trata en la última edición del Martes Neológico sobre la novela río (también novela-río), un calco léxico del francés roman-fleuve que da nombre al género que se caracteriza por encadenar varias novelas que abordan, con un sustrato narrativo común, la historia de cada uno de sus personajes en volúmenes separados que confluyen como si de afluentes de ríos se tratara.
Un primer ejemplo significativo que cita es la novela pastoril titulada L’Astrée (La Astrea), publicada entre 1607 y 1627, que fue iniciada por el escritor francés Honoré d’Urfé (1568-1625) y continuada a su muerte por otros autores. En la Wikipedia encontrarán algunos otros ejemplos entre los que destacan La comedia humana (La Comédie humaine) de Honoré de Balzac (85 novelas escritas entre 1830 y 1848) y En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu) de Marcel Proust (7 volúmenes escritos entre 1908 y 1922). El artículo en inglés incluye en esta categoría, a nuestro entender impropiamente (incluso restringido a la primera serie), los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdos.
A falta de lo que pueda llegar a ocurrir con esta categoría, son trece (con catorce denominaciones) los tipos de novela recogidos hasta ahora en el Diccionario de la Lengua Española: bizantina, de aprendizaje o de formación, de caballerías, de tesis, gótica, histórica, morisca, pastoril, picaresca, por entregas, rosa, sentimental y social.
Teresa Solana analiza en el Trujaman La luna sobre el asfalto la traducción que ha dado al título de la novela The Moon in the Gutter (1953) del escritor norteamericano David Goodis (1917-1967). Guiados tan solo por algunos detalles que aporta de ese libro que no hemos leído, no parece mal título, pero claramente no es una buena trasposición del que el autor eligió para su novela.
Algo excedente de retórica hemos encontrado el Rinconete Tradición y originalidad. Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé escrito por Elena Santos que desaprovecha la ocasión de enlazar la final mención de la épica de la derrota con una aproximación al sintomático hecho de que este gran escritor barcelonés no tenga una calle en su ciudad (aunque sí lleva su nombre la biblioteca del Carmel).
Pasamos a El País. Quizá demasiado detalle de su propia experiencia incluye Álex Grijelmo en La punta de la lengua Le atenderemos en breves momentos que encabeza con una deliciosa cita de Les Luthiers. Pero lo comprendemos, porque ese tipo de episodios que casi todos hemos vivido son extraordinariamente frustrantes. Y bien está que se regule la espera máxima, aunque ojo con las jugarretas de un estadístico tan potencialmente engañoso como la media, pero se nos hace sorprendente que no se recoja en la ley la exigencia de un procedimiento tan simple y efectivo como es la obligación de devolver las llamadas que no puedan ser atendidas sin dilación.
Ferreres encabeza el recorrido humorístico de hoy con su viñeta del pasado domingo que critica el cargante lenguaje inclusivo. Sigue el interrogativo quiasmo de J. Morgan del martes y una policial aportación de Matt Wuerker a nuestra colección de Juegos con globos de texto que yambién ha pasado a albergar el pinchazo del libro 'El odio', sobre José Bretón, apuntado por Javi Salado. JM Nieto completa este primer bloque con un dibujo que destaca la importancia de las tildes.
La paradójica viñeta del martes de la serie Bizarro de Wayno nos ha hecho advertir lo poco que reparamos habitualmente en la bien conocida etimología de digital. Así que ojo con el arte digital.
Proseguimos con la aplicación de Padylla del proverbial " ... y le crecen los enanos" a una versión política del cuento de Blancanieves y los siete enanitos. Debajo, una viñeta de Christoph Weyant sobre el departamento de la administración estadounidense dirigido por Elon Musk en la que se reproduce el esquema narrativo del famoso poema Primero vinieron ... de Martin Niemöller.Poesía encontramos hoy en la tira de Idígoras y Pachi en El Mundo que reproduce la Rima XXIII de Gustavo Adolfo Bécquer.
Trump aparece representado en la viñeta de Ricardo del pasado domingo como el panal de rica miel de la fábula Las moscas de Samaniego. Y muy significados dípteros son los dibujados. Siguen tres piezas inspiradas en el socorrido cuento de Caperucita. Dibujos de Terán y Sansón sobre la autorización de la cacería del lobo al norte del Duero y de Antón sobre el pacifismo.
Concluimos con una doble versión de la tira Macanudo de Liniers del miércoles que ilustra una cita, bastante popular en inglés, considerablemente menos en español, tomada del capítulo 87 de Moby Dick. La ampliamos un poco: Best, therefore, withhold any amazement at the strangely gallied whales before us, for there is no folly of the beasts of the earth which is not infinitely outdone by the madness of men (“Mejor, pues, contener todo asombro ante los cetáceos extrañamente aterrados que tengamos delante, porque no hay locura de las bestias de la tierra que no sea infinitamente superada por la locura de los hombres”).PS - La viñeta de Tom Gauld en The Guardian añade madres a una selección de clásicos
Anexo
Marcos Mundstock, de Les Luthiers, propuso en su ponencia ante el Congreso de la Lengua celebrado en 2019 en Córdoba (Argentina) que acordemos “una valoración más estricta de las unidades de tiempo del habla popular”. Y añadió, entre las risas de la concurrencia: “Propongo que un lo que canta un gallo equivalga a dos santiamenes y a cuatro periquetes. Y que un me pareció un siglo sea igual a la cuarta parte de una eternidad y un 0,33 de ya no veo la hora”.
Decenas de veces habré recordado su clarividencia al toparme con uno de esos teléfonos de desatención al cliente que suelen repetir y repetir: “Nuestros agentes siguen ocupados. En breves momentos le atenderemos”.
¿Cuánto dura un “en breves momentos”? ¿Será cinco veces un enseguida, o cuarto y mitad de un periquete, o tal vez diez enteros más que un abrir y cerrar de ojos? ¿Y de qué número exacto de momentos estamos hablando?
La mayoría de izquierda puede tasar todo eso en la ley sobre atención al cliente, que lleva tres años dando vueltas por el Parlamento en distintas versiones y cuyo artículo 10 tiene de momento una redacción permisiva y confusa: “La comunicación iniciada por la clientela vía telefónica deberá ser atendida por la empresa a la mayor brevedad, garantizando que el 95% de las llamadas recibidas sean atendidas, de media, en un plazo inferior a tres minutos”. Vale, pero ¿cómo reclamar, pues, cuando a uno le obligan a esperar un cuarto de hora y no tiene acceso a conocer si eso rebasa la media de tres minutos en el 95% de las llamadas?
Les expondré un caso particular, con la seguridad de que ustedes lo celebrarán como reflejo público de lo que han soportado más de una vez.
Telefoneé el 6 de marzo a las 17.35 a un número de desatención al cliente para cancelar dos pólizas de seguro, descontento por el deplorable trato que me habían propinado tanto la compañía como su conglomerado bancario en todos los aspectos posibles. (¡Qué casualidad!, esta gestión en concreto no se puede resolver por internet como las demás). La primera llamada me tuvo en espera 14 minutos escuchando una misma canción. Me atendió al fin una operadora, quien me advirtió de que en esta comunicación sólo podría tramitar una de las dos cancelaciones, la del seguro de un inmueble. Para la del coche debería marcar de nuevo. Pero no me permitió gestionar la baja de ese primer contrato, porque vence en agosto y estamos en marzo: “Debe volver a tramitarlo en julio”. Mi enfado y mi protesta no sirvieron de nada.
La nueva llamada para el otro seguro me tuvo en espera a su vez, con idéntica música, 17 minutos. Me atendió un operador; pero a los dos minutos se cortó la línea; esperé durante 7 minutos una rellamada de su parte, que no ocurrió, y volví a marcar, a las 18.17. Ahora aguardé 18.18 minutos con la cancioncita… ¡y me atendió la misma persona!, lo que da idea de que mucho personal no hay. Tras repetirlo todo porque se les había caído el sistema, y eso fue lo que interrumpió la comunicación anterior, necesité 10 minutos de conversación para rescindir ¡por fin! el seguro del automóvil. Una gestión que se debería resolver en segundos por internet me había ocupado una hora y diez, para lograr mi propósito sólo a medias.
Hace falta, por tanto, fijar por ley qué significa “en breves momentos”, pues salir de un seguro puede costar 49 minutos de espera musical, 15 minutos de conversaciones y 3 meses más para el nuevo trámite. Lo peor de todo es que la canción que oí 16 veces durante las esperas se titula Ahora te puedes marchar. Parecía recochineo.
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