Anda el personal bastante despistado con la ya famosa sentencia dictada el pasado mes de mayo por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que obliga a los buscadores de internet a eliminar los enlaces a páginas web que contengan determinadas informaciones relativas a personas que hayan solicitado su exclusión (texto de la sentencia en español, advertimos que muy espeso). ¿Esto será bueno, malo o simplemente otra gilipollez? se pregunta el personal.
Cuando nos anunciaban la Nueva Matrix: pues ya está aquí y no era en cine |
Lo que sí está claro es que, una vez mas, se la carga el mensajero. El medio que haya publicado una noticia que ahora se considereque ya “no tiene relevancia o interés público" nada ha de cambiar, lo que se prohíbe es que nos ayuden a encontrarla. Algo así como si faltos de medios para combatir el cáncer optáramos por prohibir contarles a los enfermos su dolencia. Lo tiene, pero que no se sepa. Ya nos parecemos un poquito mas a Matrix, pura realidad virtual. Dios nos libre de falsificar la vera realidad, pero no intenten verla.
Parece que estamos ante un nuevo caso manifiesto de grandes conocimientos de derecho emparejados con una sensible falta de sentido común (esta cuestión ya aparecía en el pasado apunte "La verdad ni en pintura"). Unos tan doctos como sesudos señores que muestran inequívocas dificultades para entender que los ciudadanos quizá deberían tener derecho a decidir por sí mismos qué tiene para ellos relevancia o interés. Eso que se llamaba libertad, no sabemos si se acordarán.
Si ya resulta bastante absurdo responsabilizar al que busca por encontrar las cosas que no se cuestiona puedan seguir estando ahí, no es menos llamativa la caprichosa delimitación de la frontera entre lo que está permitido encontrar y lo que no. Y es que se ha dispuesto que sean los propios buscadores quienes decidan si las peticiones se ajustan a la sentencia. Esto sí que es privatizar la Justicia y, a fin de cuentas, reconocer la incapacidad de la misma para gestionar el patatal que ha sembrado. Veremos cuanto tarda en atenderse la reclamación de quienes entiendan que no han recibido el trato que esperaban por el Google de turno. Y sepa, al menos el primero, que inevitablemente su caso será noticia de relevancia suficiente como para elevar exponencialmente la difusión de aquello que pretendía fuera olvidado. A ver si con ello se consigue que al menos mejore el habitual uso erróneo de la expresión “victoria pírrica” (que es la que ocasiona daños propios desproporcionados con lo conseguido).
Y es que con ser muchas las causas que han generado sus mártires, en este caso no deja de ser curioso que quien pleiteara en busca del olvido de un embargo de la seguridad social haya visto ver como aquel incidente ha pasado ser conocido por un notable sector de la población que nunca tuvo interés alguno en saber sobre sus contenciosos. En cuanto la sentencia sienta jurisprudencia vale, pero en el concreto caso del sr. Costeja ¿entenderán los magistrados que realmente han protegido al demandante en su pretensión? Asumimos que el demandante contaba con ello y pleiteaba por el fuero y no por el huevo. Pero, ¿y si no hubiera sido así?
Es mas, ¿deberían suprimir los buscadores los enlaces a esta noticia para preservar el derecho al olvido del embargo que inevitablemente aflora asociado con la misma? En menudo jardín se han y nos han metido, caballeros.
El camino que está tomando la protección de datos mucho nos tememos que aboca a una inevitable esquizofrenia colectiva en la que el pensamiento se disocia según se ejerza el papel del que quiere saber o se ocupe el de objeto del escrutinio. Por eso ya se nos hace inevitable que el desarrollo de la LOPD (Ley Orgánica 15/1999 de 13 de diciembre de Protección de Datos de Carácter Personal) se complemente con el urgente desarrollo de las tan novedosas como necesarias TEPD (Terapias de las Esquizofrenias por Protección de Datos). Pocos sectores tan emergentes como la psiquiatría.
Si no hace mucho titulábamos el apunte ya enlazado mas arriba “La verdad ni en pintura”, ahora tendremos que añadir “ni en la red”. ¿A que ya se va entendiendo mejor eso de la Matrix que a muchos les parecía tan incomprensible?
Ahora nos falta saber a qué máquinas estamos nutriendo de energía. Mucho nos tememos que sean humanas.
Si ya resulta bastante absurdo responsabilizar al que busca por encontrar las cosas que no se cuestiona puedan seguir estando ahí, no es menos llamativa la caprichosa delimitación de la frontera entre lo que está permitido encontrar y lo que no. Y es que se ha dispuesto que sean los propios buscadores quienes decidan si las peticiones se ajustan a la sentencia. Esto sí que es privatizar la Justicia y, a fin de cuentas, reconocer la incapacidad de la misma para gestionar el patatal que ha sembrado. Veremos cuanto tarda en atenderse la reclamación de quienes entiendan que no han recibido el trato que esperaban por el Google de turno. Y sepa, al menos el primero, que inevitablemente su caso será noticia de relevancia suficiente como para elevar exponencialmente la difusión de aquello que pretendía fuera olvidado. A ver si con ello se consigue que al menos mejore el habitual uso erróneo de la expresión “victoria pírrica” (que es la que ocasiona daños propios desproporcionados con lo conseguido).
Y es que con ser muchas las causas que han generado sus mártires, en este caso no deja de ser curioso que quien pleiteara en busca del olvido de un embargo de la seguridad social haya visto ver como aquel incidente ha pasado ser conocido por un notable sector de la población que nunca tuvo interés alguno en saber sobre sus contenciosos. En cuanto la sentencia sienta jurisprudencia vale, pero en el concreto caso del sr. Costeja ¿entenderán los magistrados que realmente han protegido al demandante en su pretensión? Asumimos que el demandante contaba con ello y pleiteaba por el fuero y no por el huevo. Pero, ¿y si no hubiera sido así?
Es mas, ¿deberían suprimir los buscadores los enlaces a esta noticia para preservar el derecho al olvido del embargo que inevitablemente aflora asociado con la misma? En menudo jardín se han y nos han metido, caballeros.
El camino que está tomando la protección de datos mucho nos tememos que aboca a una inevitable esquizofrenia colectiva en la que el pensamiento se disocia según se ejerza el papel del que quiere saber o se ocupe el de objeto del escrutinio. Por eso ya se nos hace inevitable que el desarrollo de la LOPD (Ley Orgánica 15/1999 de 13 de diciembre de Protección de Datos de Carácter Personal) se complemente con el urgente desarrollo de las tan novedosas como necesarias TEPD (Terapias de las Esquizofrenias por Protección de Datos). Pocos sectores tan emergentes como la psiquiatría.
Si no hace mucho titulábamos el apunte ya enlazado mas arriba “La verdad ni en pintura”, ahora tendremos que añadir “ni en la red”. ¿A que ya se va entendiendo mejor eso de la Matrix que a muchos les parecía tan incomprensible?
Ahora nos falta saber a qué máquinas estamos nutriendo de energía. Mucho nos tememos que sean humanas.
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