sábado, 12 de julio de 2014

El Collar de la Justicia


Una de las dependencias más interesantes que podía visitarse en la Jornada de Puertas Abiertas del Tribunal Supremo a la que ya hemos hecho referencia en un pasado apunte es el antedespacho del Presidente que habitualmente es conocido como “La Rotonda”. La cúpula que le sirve como techo está decorada con un imponente fresco titulado “El Collar de la Justicia” que fue pintado en 1924 por José Garnelo como parte de los trabajos de reconstrucción del Palacio de Justicia de Madrid tras el incendio que lo redujo a escombros en 1915. La magna obra que vamos a comentar hoy es una auténtica sobredosis alegórica para cuya explicación vamos a seguir básicamente el artículo de Miguel C. Clémentson Lope que puede leerse íntegro en el número 1 de la revista del Museo Garnelo de Montilla, un documento del que también hemos tomado prestadas las imágenes de algunos detalles.

A modo de inicio les mostramos una vista desde la entrada de la que fuera capilla-oratorio en el convento original. Hemos colocado una flecha sobre el lucernario central de los cinco existentes como referencia que ayude a orientar la imagen del conjunto del fresco que se incluye más abajo.


La lectura de esta alegoría debe comenzarse por el extremo opuesto a esa flecha, el punto en el que arranca el Árbol de la Justicia, una simbólica encina a cuyo tronco se sobrepone una insignia con el monograma del Tribunal Supremo. A sus costados están las representaciones de los Derechos Natural y Romano, las dos ramas más clásicas entre las ocho representadas.


El Derecho Natural, la fórmula jurídica más ancestral, se representa por medio de un anciano vestido con pieles que tiende la mano a la joven con un bebé que simboliza el derecho positivo que madura asistido por el veterano. El fundamento natural se refuerza con la presencia de un leopardo mientras que la clava que el anciano porta en la mano izquierda enfatiza la imposición cohercitiva de la protección jurídica.

Al otro lado del tronco está el Derecho Romano representado por un cónsul, el magistrado de mayor autoridad, que ciñe una corona de laurel mientras sustenta en sus manos las bases de su acción cuales son la propia ley representada en un pliego y el haz de fasces representativo del poder (la unión, de muchas varillas, hace la fuerza del conjunto). Este último es un elemento que pervive en numerosos simbolismos modernos como el escudo de la Guardia Civil (relación de más ejemplos) y, en particular, en muchos de los presentes en nuestro Tribunal Supremo.
Es el llamativo caso de la alfombra de esta sala, pero más adelante también lo veremos en un detalle del “collar de la justicia” (el ornamento que porta el Presidente del Supremo, no el cuadro). Asímismo es llamativa en esta iconografía del Derecho Romano la presencia de un águila que representa el poder imperial. Aparece posada sobre un orbe que indica de la universalidad del imperio de esa ley.

Prosiguiendo en el sentido de las agujas del reloj encontramos el Derecho Civil (ver detalles más abajo)en donde el juez aparece representado de espaldas en el momento de manifestar su dictamen contrario a las pretensiones de la figura representativa de la falsedad que, avergonzada, oculta su rostro mientras que la verdad eleva su mirada al cielo con gesto agradecido.


En el caso del Derecho Político es una mujer representativa de la Constitución la que ampara y da protección a un joven que simboliza el trabajo y a una figura madura que encarna a los sectores dirigentes. En primer plano aparece un niño alado, la frágil democracia, que sostiene una urna con votos. 


El Derecho Canónico está simbolizado por un cardenal  que dirige su vista haca las tablas de la Ley con las que establece enlace visual a través de una custodia representativa del papel de Cristo como mediador. La pieza del ajuar eclesiástico destinada a exponer la hostia consagrada aparece colocada sobre el escudo papal bajo el cual un incensario representa la capacidad purificadora de la Iglesia.


Sigue el Derecho Internacional con dos embajadores que firman un tratado en presencia de Atenea, diosa de la sabiduría y también de la victoria. Preside el conjunto una personificación de la paz que porta en su mano una rama de olivo situada al frente de las banderas representativas de diversos países. En primer plano dos niños de diferentes razas estrechan fraternalmente sus manos rodeados de flores y frutos que representan la abundancia propia de la prosperidad que se sigue de la concordia.

En penúltimo lugar encontramos el Derecho Mercantil representado por una figura del dios del comercio Hermes, el Mercurio romano, con su característica simbología alada que se extiende a la rueda dentada expresiva del progreso. Cierra el ciclo el Derecho Penal donde nuevamente es la diosa Atenea la encargada de representar la sabiduría que aparece en actitud de contener al verdugo mostrando así su papel moderador de la venganza ancestralmente aplicada bajo la Ley del Talión.


Para concluir el repaso del fresco nos movemos hacia el centro de la escena donde una matrona que representa a España hace solemne imposición del “collar de la justicia” a un togado Presidente del Tribunal Supremo. La escena está rodeada por una representación a gran escala del citado collar que es sostenido por diversas figuras representativas de conceptos como la Memoria, el Entendimiento, la Voluntad, la Meditación, la Gloria (con su característica trompeta), la Asiduidad (con túnica roja), la Vigilancia (con túnica azul) o la desnuda Verdad. Nuevamente encontramos en la Casa de la Justicia esa femenina representación cuya icónica desnudez parece haber ofendido a ciertas magistradas.


A continuación dos detalles de la escena central obtenidos con la utilidad zoomify disponible en el siguiente enlace. Una pena el pobre cromatismo con el que se reproduce la obra. Hemos tratado de arreglarlo un poco.


Finalizamos con un detalle del auténtico “Collar de la Justicia” que se encontraba expuesto. Este distintivo del Presidente del Tribunal Supremo fue fabricado en 1844 por el joyero Félix Samper dando cumplimiento a la orden de la Reina Isabel II que quiso crear así un símbolo del respeto que se debe a la magistratura (y quizá les llame la atención, como a nosotros, el poco presentable estado del lienzo sobre el que se presentaba).



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