sábado, 5 de julio de 2014

Desacomplejamiento a la colombiana


Ha tenido que ser un futbolista colombiano el encargado de recordarnos que en español James se lee james y no yeims. Por fin, habrá dicho alguna de esas abuelas que se han pasado la vida viendo películas de James Stewart (para ellas james estevart) y de James Bond (para ellas james bond) para ahora no ser capaces de escribir correctamente el nombre de alguno de sus nietos. ¿McQué?

Uno de los casos mas descriptivos de la evolución de la pronunciación de nombres extranjeros en nuestro país es el del dúo Simon&Garfunkel, que en su momento era unánimemente pronunciado simón y garfunkel. Ya se sabe que los ingleses no usan acentos, apostillaban los mas versados en lenguas extranjeras. Pero hete aquí que un buen día del verano de 1970 esta pareja de músicos decidió separase, un hecho que en España produjo el curioso efecto secundario de convertir al bueno de Simón en “Pol Saimon”. Un interesante precedente de que en este orteguiano país también la pronunciación de los nombres extranjeros puede depender de su circunstancia. Paul Simon: solo saimon, acompañado simón. Cierto que con el paso del tiempo un mínimo de coherencia impuso la unificación y algunos hasta trasmutaron el nombre de su compañero en garfankel.

Aunque la proliferación de los medios audiovisuales cada vez hace mas frecuente la adopción de la pronunciación en origen, no es fácil establecer cual es la regla general que rige tan indecible cuestión. Según en qué contextos, como te pillen diciendo espaiderman vas a tener que aguantar un ratito de risas entre acusaciones de afectado y quien sabe que otras lindezas.

Una categoría especialmente simpática es la de las pronunciaciones “ni tuya ni mía”. Un buen ejemplo es wi-fi, que solemos leer como uifi, una palabra en la que todo españolito enseguida nota que la uve doble no funciona como en los nombres de los reyes godos o, a falta de habitual desconocimiento actual de los mismos, como en la marca de zapatillas creada por Pirelli con el nombre del sucesor de Recesvinto. Luego será que lo pronunciamos en inglés, infieren rápidamente algunos. Así que cuando excursionan por esos mundos extranjeros, ya sea con o sin apoyo del Imserso, no dudan en solicitar el acceso a la pertinente uifi (o güifi, que diversos grados de casticismo hay) generando con ello un inevitable gesto de extrañeza en el despistado interlocutor. ¡Ah! uaifai acabará por aclarar en voz alta el interpelado, alertado sin duda por la insistente exhibición de un esmartfon por parte del correspondiente peticionario que, alborozado, asentirá con un ¡eso, eso! Y es que igual hasta había sido seguidor del exitoso programa “Escala en hi-fi”.

Como la tostada caiga para abajo como predice la Ley de Murphy no hay nada que hacer. Hay marcas que directamente han tirado la toalla, como es el caso del fabricante de “Scotch brite” (“brillo escocés”, brite es una variante de bright como ya les tenemos contado con más detalle al final de un pasado apunte en el que prometíamos volver sobre la cuestión; hoy cumplimos). Aquí es brite y punto. Póngase a pedir escoch brait y seguro que saldrá de la tienda sin el estropajo verde. Menudos dineros tuvo que gastarse Schweppes para enseñar a pronunciar su nombre, se consolarán en el correspondiente departamento de marketing.

Así que lo bueno de que James Rodríguez naciera en Colombia es que podemos leer su nombre de acuerdo con las reglas de la fonética del español, mientras que si hubiera nacido, pongamos por caso en Móstoles, tendríamos que aplicar las normas del inglés. Y todo apunta a que en esta orteguiana España de la circunstancia, si no se tuerce el previsto fichaje, 
la próxima temporada el del césped será james y los de la grada yeims


A todo esto, ¿están seguros de cómo hay que pronunciar en español la palabra catalana Girona que es el nombre oficial de la ciudad y provincia antes llamadas Gerona?

Ya puestos, ¿vds. creen que los americanos también nos obligarán a decir New York en sustitución de Nueva York?





P.S.- Lo del diario Hoy de la ciudad de Santa Marta no es desacomplejamiento, sino un lamentable nuevo ejemplo de las terribles secuelas mentales que provoca el fanatismo en el fútbol. Por si no hubiéramos tenido que aguantar memeces hasta de todo un Presidente de Uruguay, por simpático que resulte este peculiar mandatario, a cuenta del (tercer) mordisco de Luis Suárez.





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