Álex Grijelmo publicó el pasado domingo Lo ofrecen gratis pero nos piden algo, un artículo que nos parece interesante compartir en beneficio de quienes no puedan franquear la barrera de pago de El País, así que lo reproducimos como Anexo 1. Y es que el vaciamiento que está sufriendo la palabra “gratis” es un fenómeno tan interesante como preocupante, por más que convenga no perder de vista que la gratuidad tiene considerable tradición comercial como sinónimo de pago aplazado. Y, cuando no es así, no hay que dejar de preguntarse quién está pagando lo que se entrega gratis y por qué.
El recorrido circular por el Diccionario apuntado por Grijelmo nos invita a recordar la secuencia más larga que tenemos identificada en el DLE:
- arrogante: altanero, soberbio.
- altanero: altivo, soberbio.
- altivo: orgulloso, soberbio.
- orgulloso: que tiene o siente orgullo.
- orgullo: arrogancia.
- arrogancia: cualidad de arrogante.Y mucha arrogancia ha mostrado, por cierto, Xavier Vidal-Folch al reafirmarse en la exactitud (enlace al artículo en que la Defensora del lector de El País recoge esa pretensión) de su transcripción de unas supuestas declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen categóricamente desmentidas desde la Comisión Europea (busquen ustedes mismos donde pone en el desmentido el justificativo declaración oficial esgrimido por este periodístico grupi de Sánchez).
Oportuno momento para recomendar, aunque sea con notable retraso respecto a su publicación en
eldiario.es, el artículo
'Evidencial, mi querido Watson' en que
Elena Álvarez Mellado escribe sobre la evidencialidad gramatical y el condicional elucubrativo. Y como también tiene barrera de acceso, lo adjuntamos como
Anexo 2.
Pasamos al Martes Neológico, sección del Centro Virtual Cervantes en cuya última entrega Juan Carrillo del Saz trata sobre no lugar, un concepto formulado a principios de la década de los noventa por el antropólogo francés Marc Augé que lo llevó al título de su libro Non-lieux. Introduction à une anthropologie de la surmodernité publicado en 1992.
La formulación básica del concepto que la Wikipedia explica en 13 idiomas, que no son pocos, se realiza por oposición al de lugar que, desde el punto de vista antropológico, se caracteriza porque incorpora valores a la propia identidad. Por ello echamos en falta una advertencia sobre la subjetividad de la percepción de un espacio como no lugar. Al autor le ocurre, por ejemplo, con las urbanizaciones de viviendas unifamiliares, que a nosotros ciertamente tampoco nos seducen, pero contamos con cabales conocidos que nos aseguran que facilitan el establecimiento de vínculos en mayor medida que otros modelos residenciales. No digamos en un edificio con algún Airbnb incrustado.
Pero lo que definitivamente nos ha hecho desconfiar del ponente es la afirmación de que "el término, en principio reservado a los especialistas, ha ido poblando las páginas de la prensa diaria". Está claro que no leemos los mismos periódicos. Y su final pregunta nos deja la intriga de cómo visitará lejanos destinos con la servidumbre del poyete. Perversa manía la de aprovechar cualquier espacio, en este caso vocacionalmente lingüístico, para pontificar sobre cómo hay que vivir.
Gabriel Dols ha debutado en el Trujamán con 'Poesía en el Movimiento: censura y traducción en los inicios del pop en España (1960-1969)'. Un artículo ilustrado con interesantes ejemplos sobre una materia que nos parece que requiere un tratamiento más extenso, planteado desde el inicio como miniserie y no fiado a "posibles continuaciones". Con todo, resulta muy oportuno el recordatorio de pasadas autocensuras desde la enorme presión actual respecto a los «atentados» contra el dogma [autocomplete el lector] o los principios fundamentales del Movimiento [políticamente correcto]. Qué clarito lo expresó Lampedusa.
Fundéu publicó el lunes unas interesantes claves de redacción sobre emoticonos y emojis que comienza con la oportuna aclaración de que no son lo mismo. Y el miércoles fue el fútbol femenino el convertido en objeto de una batería de recomendaciones con motivo del inicio de la Copa Mundial Femenina de la FIFA de Australia y Nueva Zelanda 2023. Buen momento para participarles la viñeta que David Rowe inspiró en 'El Principito' de Saint-Exupéry. Primera versión femenina del personaje que recogemos en el recopilatorio que publicamos en abril fraccionado en tres entregas (1ª parte, 2ª parte y 3ª parte).
Proseguimos ya en el territorio del humor gráfico con la referencia a la pronominal tercera acepción de columpiar incluida por Peridis en su viñeta del martes. Pero el refuerzo con un texto meramente descriptivo nos invita a especular con cierta falta de confianza en que todo el mundo lo pillara.
Resulta muy inusual encontrar jeroglíficos en el humor contemporáneo, un recurso que hoy recupera JM Nieto en Abc para evocar el eslogan, que cuenta con apunte propio en este blog, que Junta Electoral Central ha prohibido lucir para ir a votar.
Xaquín Marín publicó el martes en La Voz de Galicia una monterrosiana versión de ese pie que hasta en tres ocasiones llevó a la portada de La Codorniz. Adjuntamos la primera de ellas, que es la fechada el 25/11/1973. Sexto añadido que hacemos este año al apunte Humor inspirado en 'El dinosaurio' de Monterroso.
El pinochesco "Duelo a narizazos" [1] de Miki y Duarte publicado el miércoles en los diarios del grupo Joly es la sexta versión del goyesco duelo protagonizada por Sánchez y Feijóo que coleccionamos. En el monográfico CLIPDA CLXXVII: 'Duelo a garrotazos' encontrarán las restantes.
Eneko sumó un nuevo apinochado Feijóo al que ya reseñamos la semana pasada. Pero la hiperbólica nariz de este nuevo ejercicio de abnegada entrega a las consignas marcadas todavía se queda lejos del humorístico récord de longitud que estableció en su viñeta del 2/2/22 en el propio digital Público.
Tomás Serrano ha vuelto a convertir a Pedro Sánchez en el Conejo Blanco de 'Alicia en el País de las Maravillas' (ya lo hizo el 23/2/19) ajustado a la canónica imagen que John Tenniel dio a ese personaje creado por Lewis Carroll. En el CLIPDA CDVI: Humor al arte de la semana 1/2021 (2ª parte) pueden verse algunas otras viñetas con protagonismo del apresurado lagomorfo.
Santi Orue recreó el jueves la fábula 'El escorpión y la rana', un aleccionador relato en el que ya teenmos visto a Sánchez interpretando ambos papeles. Y el debut de Feijóo en las versiones humorísticas de la historia lo tenemos registrado en la viñeta de García Morán del 2/10/2022.
Concluimos con Pachi Idígoras, que convirtió el debate entre aire acondicionado o ventilador en irreconciliable diferencia comparable a las de Capuletos y Montescos que desencadenaron la tragedia de Romeo y Julieta. Pero procede apuntar que se trata de un reciclado de una viñeta del 27/10/22, también publicada en el diario Sur, que en su momento reseñamos en La lengua en la semana 43/2022.
PS - El dibujante belga Vadot ha dedicado su último "au carré" (al cuadrado) del diario L'Echo al libro de su compatriota Bruno Colmant 'Une brûlante inquiétude' que toma su título de la encíclica de Pío XI Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación), sobre la situación de la Iglesia católica en la Alemania nazi, publicada el 14 de marzo de 1937. Aparte de la imagen del autor convertido en émulo del profeta Philippulus de Hergé, un detalle que nos ha llamado particularmente la atención es ver al gato Kiko disfrazado de Robert Smith, el líder de la banda de rock alternativo The Cure, entregado a cantar un fragmento de One hundred years.
[1] Nos ha traído a la memoria una viñeta de Dave Brown del 24/5/15 que nos invita a apuntar que, con ser Goya fuente de inspiración relativamente frecuente en el humor británico, particularmente 'Saturno devorando a su hijo', no tenemos registrado ningún ejemplo isleño de recreación del 'Duelo a garrotazos'. Asimismo cabe apuntar el recurso a otra forma de señalar que, además de la pinochesca nariz, tiene disponble el humor anglosajón: la representación de la rima infantil 'Liar, liar, pants on fire'. Aprovechamos para recordar otra forma de nariguda confrontación ideada por Dave Brown a partir de la obra 'Maximilian I, Holy Roman Emperor, jousting at a tournament' (1913) de Arthur C. Michael (1881‒1965).Una viñeta que no hemos traído desde el CLIPDA DCV: Humor al arte de la semana 15/2023
Anexo 1: 'La punta de la lengua" de Álex Grijelmo publicada en El País el 16/7/23
Lo
ofrecen gratis pero nos piden algo
El Diccionario del español actual dice que “gratis” significa “sin pago o compensación a cambio”
La
publicidad radiofónica de una empresa de telefonía ofrece estrenar
un móvil “completamente gratis”. Y eso confirma el vaciamiento
que está sufriendo hoy en día la palabra “gratis”.
Los
hablantes entendemos que con “gratis” se expresa una idea
absoluta: porque “gratis” no equivale a “barato” o “por
poco precio”. Si nos vendieran una casa por un euro, sería un
chollo, sí, una ganga, pero ya no saldría gratis.
Y
si aceptamos eso, la locución “completamente gratis” tiene
aspecto de mal pleonasmo (los hay buenos si añaden expresividad); es
decir, el inútil exceso o redundancia de palabras, generalmente
cuando una de ellas repite lo que otra acaba de significar. Se llama
pleonasmo (en griego “sobreabundancia”) a expresiones como “el
cadáver del muerto” o “nieve blanca”, en las que si quitamos
lo que sobra (“del muerto”, “blanca”) no se pierde
información alguna.
Ahora
bien, si un anunciante considera necesario decir “completamente
gratis” en una publicidad en la que cada vocablo se analiza como si
fuera oro, y en la que se busca la breve contundencia, eso implica
que el término “gratis”, a secas, ya no basta, y que ha sido
malversado en el lenguaje comercial porque se han venido ofreciendo
productos “gratis” que no lo son. Por eso se necesita resaltar en
este anuncio que el “gratis” se cumple realmente, no con
trampillas ni trucos. En el caso de que así ocurra, claro.
La
definición de “gratis” en el Diccionario de
las academias ofrece margen de mejora, porque conduce a un recorrido
circular. “Gratis” equivale en él a “gratuito” y “sin
coste”. Y “gratuito” es a su vez “de balde” o “de
gracia”. Y cuando llegamos a “de balde” nos encontramos con que
significa “gratuitamente” y “sin coste alguno”; y la
subentrada “de gracia” señala, en lo que concierne a este caso,
que eso se define como “gratuitamente”. En resumen, “gratis”
significa “gratuitamente”. No parece mucho avanzar. Y tampoco
ayuda gran cosa ese “sin coste” de la primera definición, pues
“sin coste” significa “sin gasto”; es decir, “sin la acción
de gastar” o de emplear dinero en algo; pero no todos los pagos se
efectúan con dinero: Si alguien acuerda con otro que le labre las
tierras a cambio de traspasarle la propiedad de una parte de la
parcela, no se produce ningún pago en dinero. Sin embargo, no cabe
decir que aquél haga el trabajo gratis. Ni que éste entregue
gratuitamente ese trozo de la heredad.
El Diccionario
del español actual (Seco,
Andrés y Ramos) sí nos saca del embrollo circular: “Gratis: Sin
pago o compensación a cambio”. Y “compensación” incluye
obviamente la que no es monetaria.
Pero
los supuestos regalos y favores que nos ofrecen “gratis” en
comercios y servicios sí reclaman algo a cambio. Cuando alguien le
diga “¿quiere tener gratis la tarjeta de cliente, que le servirá
para obtener descuentos?”, respóndale: “Sí, démela”. Y verá
entonces que no le saldrá gratis, porque el empleado le contestará:
“Muy bien. Tiene que rellenar estos datos”. Y con esa exigencia
incumplirá el requisito de dar algo a cambio de nada: usted le
entregará información valiosísima para quien la pide, porque el
tráfico de datos constituye un enorme negocio, a veces peligroso.
Los
romanos escribían “gratis” hace 2.000 años igual que nosotros
ahora, y el sentido de esa palabra se mantuvo así durante siglos.
Hoy ya hace falta resaltar que algo gratis lo es por completo, pero
dentro de poco también se esconderá algún precio en esta
expresión, y entonces nos tendrán que precisar: “Completamente
gratis total”. Y así sucesivamente.
Anexo 2: Artículo de Elena Álvarez Mellado publicado en eldiario.es el 5/7/23
Evidencial, mi querido Watson
Es tiempo de elecciones, y en las entrevistas, los discursos y los debates electorales sobrevuela una cuestión: lo que dice tal o cual político en campaña, ¿lo dice basándose en los datos? ¿O es una creencia? ¿Lo sabe porque conoce de primera mano el tema o porque se lo contaron sus asesores? El asunto no es baladí y tiene una gran enjundia lingüística. Lo que subyace a estas preguntas es lo que en lingüística se conoce como evidencialidad.
La evidencialidad es un rasgo gramatical que tienen algunas lenguas y que obliga a los hablantes a marcar cuál es el origen de la información (la evidencia) de lo que se está diciendo. Supongamos que en castellano alguien nos dice “Los vecinos se han ido de vacaciones”. Con esa frase no podemos saber cómo sabe nuestro interlocutor lo que enuncia. No sabemos si nuestro interlocutor vio a los vecinos en el momento en que salían de vacaciones, si lo sabe porque se lo dijo alguien o si lo ha deducido. Podríamos preguntarle a nuestro interlocutor cómo sabe lo que dice, pero sea cual sea la respuesta (“Los vi saliendo de viaje”, “Me lo dijo la vecina de abajo” o “Las persianas de su casa están bajadas y el coche no está en el garaje”), la oración inicial seguiría siendo la misma. Lo interesante es que en buena parte de las lenguas del mundo el verbo de la oración será diferente según cuál sea el origen de la información. Es decir, de la misma manera que cuando nosotros conjugamos un verbo nuestra gramática nos obliga a indicar el quién y el cuándo de la acción que se expresa (a través de las marcas de persona-número y tiempo-modo), en las lenguas con evidencialidad los hablantes deben obligatoriamente marcar con una partícula cómo saben lo que están expresando.
La evidencialidad es el “cita requerida” de Wikipedia pero en versión gramatical. Bajo nuestros ojos indoeuropeos, la evidencialidad puede parecer una rareza exótica, pero las lenguas con evidencialidad no son pocas: se estima que una cuarta parte de los idiomas del mundo la tienen. Lenguas como el aymara o el quechua tienen marcas de evidencialidad. Algunas de estas lenguas solo distinguen entre si el hablante ha tenido o no evidencia directa de lo dicho a través de los sentidos (lo sé porque lo vi), otras marcan si la fuente de información son otras personas (lo sé porque me lo dijeron), otras lenguas marcan si lo dicho es producto de una inferencia (lo sé porque lo deduje) o si es una conjetura o una creencia (lo sé porque lo pienso).
El castellano no tiene evidencialidad, pero eso no significa que no podamos expresar la evidencia. Todas las lenguas disponen de estrategias para indicar la fuente de lo expresado. En español lo hacemos constantemente y de múltiples maneras. Por ejemplo, cuando decimos Deben de ser las tres, la construcción “deber de” indica que lo que estamos diciendo es una suposición. Nadie diría Deben de ser las tres inmediatamente después de comprobar la hora en el reloj. El léxico nos ofrece multitud de recursos para codificar nuestra certeza sobre lo que decimos. Supongo que vendrás mañana. Lo vi saliendo a altas horas de la madrugada. Me dijeron que te casaste. Según fuentes policiales, los ladrones entraron por la ventana. Todas estas frases incorporan de una manera u otra la evidencia que respalda lo que el hablante dice. Pero en las lenguas con evidencialidad es la gramática misma la que obliga a expresar de dónde surge la evidencia de lo dicho.
Poder indicar en el propio verbo cómo sabemos lo que estamos diciendo puede resultar la mar de práctico, sobre todo en aquellos escenarios comunicativos donde el origen de la información y la eficacia comunicativa priman. Es el caso del lenguaje periodístico: en los medios de comunicación es habitual encontrarse con el condicional periodistiqués, ese condicional elucubrativo que le sirve al periodista para avanzar una noticia que no está confirmada. El ministro habría presentado su dimisión esta misma tarde. Si bien resulta ubicuo, el condicional elucubrativo se mira con recelo desde las guías de estilo periodísticas, quizá porque no deja de ser un tirar la piedra de la noticia pero escondiendo la mano de las fuentes. Otros tiempos verbales en principio no evidenciales también desprenden un aroma evidencial que es difícil ocultar. Cuando decimos Marta estará cansada tras los exámenes, ese “estará” no está expresando verdaderamente un futuro, por mucho que ese sea su tiempo verbal. Lo que ese “estará” nos indica es que el hablante está conjeturando sobre el hipotético cansancio de Marta después de los exámenes. No hay un verdadero significado de futuro, sino un tiempo verbal que nos revela que lo que se está diciendo es especulación.
La evidencialidad es uno de esos rasgos gramaticales que uno no puede dejar de envidiar cuando descubre que existe en otras lenguas pero no en la propia. Al menos en campaña electoral, la evidencialidad podría ayudarnos a comprobar cuáles son las evidencias sobre las que nuestros políticos arman sus arengas y distinguir el grano de los hechos de la paja de las suposiciones.
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