No está muy claro que la economía española ya esté en
condiciones de disminuir la tarifa del Impuesto sobre la Renta, precisamente el
que dota de mayor progresividad al sistema fiscal. Una medida que se adopta, además,
cuando los indicadores de desigualdad en el reparto de la riqueza, tales como
el Coeficiente de Gini (peor cuanto mas alto), están en máximos
de muchísimos años. Pero eso se olvida rápido con unos eurillos mas en el bolsillo y ya se sabe que en estas cosas manda el calendario electoral que nos dice que en el año 2015 toca
celebrar elecciones.
Con los últimos datos disponibles somos el país europeo con mas
desigualdad en la distribución de la renta después de Letonia.
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Dando por sentada la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre
la presión fiscal óptima en cada momento económico, no debería ser tan difícil
consensuar que los contribuyentes no se merecen vivir en un estado de reforma
fiscal permanente. Una cosa es que se ajusten tanto los tipos aplicables como
las cuantías de exenciones y desgravaciones en función del pulso económico del
momento y otra muy distinta que nos pasemos el día cambiando la forma en que se gravan diversos
hechos imponibles. En este viaje le ha tocado la china, entre otros, a las indemnizaciones por despido y a los alquileres, aunque a estos, según y
donde, aun no se sabe si del todo porque hay Comunidades que también aplican
un tramo autonómico que está por ver si será modificado. Y es que la doble
normativa aplicable es una de las grandes locuras del sistema que no veremos cuestionar
en el debate de esta enésima reforma.
Una manifestación mas de la flagrante conculcación de la
proclamada igualdad constitucional que en una misma comunidad autónoma puede
convertir en real el hipotético comentario que sigue: por papá no tuvimos que pagar sucesiones, pero con mamá nos tocó
apoquinar porque entonces se había reinstaurado el impuesto que al poco volvieron
a quitar. Y luego quieren que no haya casos de ensañamiento terapeútico. Qué
poca gracia tiene vivir en un país que ha hecho obligatorio jugar a la Lotería
(fiscal).
Qué decir de esos padres que hacen una donación a sus hijos
para ver como, según donde residan, unos tiene que pagar impuestos por ello y
otros no. Así es como se convierte una Constitución
en papel mojado. Una cosa es que puedan justificarse algunas diferencias en las
tarifas aplicadas y otra muy distinta es que difieran los hechos imponibles
gravados. No tiene pase lo diga el adocenado Tribunal Constitucional o no. Menos jurado popular y mas interpretación popular de la Constitución. Si su aplicación es incomprensible para el ciudadano medio ¿para qué sirve?
Además, como ya ilustrábamos con las sucesiones, tenemos que
afrontar una variabilidad de las reglas manifiestamente contraria al principio
de seguridad jurídica porque no todos los ciudadanos pueden permitirse convertirse
en expertos fiscalistas aplicados a valorar la incidencia de los cambio en sus
decisiones económicas: ¿compramos o alquilamos? Ejemplo de un dilema que nuestros
gobernantes han hecho imposible optimizar fiscalmente en España.
También es
llamativo como algunas de las variaciones introducidas, vistas con la perspectiva del tiempo,
se manifiestan terriblemente desacertadas. Sirva como muestra el hecho de que
la famosa burbuja inmobiliaria fue alimentada con suculentas desgravaciones que
han desaparecido cuando tanto se necesita reanimar el deprimido sector inmobiliario.
Esto no se lo contará Montoro.
Pero a modo de quien sabe si ilusionista o tahúr, el ministro ya tiene a todo el mundo discutiendo si se estaba haciendo un uso abusivo de las indemnizaciones por despido, paguen justos por pecadores ha resuelto, o cuantos deportistas millonarios van a verse perjudicados cuando, en realidad, esa factura casi siempre van a pagarla los clubes, luego vds. y nosotros. Como siempre. Entretanto los dos grandes cánceres del sistema seguirán fuera del debate: las inaceptables desigualdades por razón de residencia y la insufrible variabilidad de las reglas.
Como nos gusta dar, en lo posible, un toque visual a los apuntes, les dejamos con una selección de nuestras portadas favoritas del semanario "The New Yorker" dedicadas a la "temporada de la declaración" (que en Estados Unidos finaliza a mediados de abril y anteriormente lo hacía en marzo).
No busquen torticeros simbolismos que sí existían en otro conejo crucificado presente en un pasado apunte. En este caso solo se trata de poner de manifiesto la coincidencia de la declaración con la Pascua. |
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