El adjunto número de abril de 1960 de la publicación humorística 'Cartoons and Gags' nos ha hecho reparar en lo poco que se escucha ahora la palabra bisoñé, que da nombre a la peluca que cubre solo la parte superior de la cabeza. Y es que los actuales son tiempos de implantes, con accesibles viajes organizados a la pujante capital de la especialidad en que se ha convertido Estambul.
Para contrastar la decadencia de uso que apuntábamos, nos hemos ido a Enclave RAE en busca de información cuantitativa. Y nos ha sorprendido encontrar una caída sensiblemente menor de la que esperábamos de la presencia de ese término en la selección de textos analizada por los lexicógrafos de la Real Academia.
En todo caso, el buscador de la hemeroteca Abc fecha el último uso en ese diario en octubre de 2015, mientras que en La Vanguardia, al margen de su presencia en la crucigramística definición 'Hermana el moño con el bisoñé' (oñ), no se ve desde diciembre de 2013.
Dice el DLE que bisoñé es un término que quizá provenga del fancés besogneux, 'necesitado', influido por la i de bisoño. No está claro si necesidad de disfrazar la calvicie o alusión a su uso por quienes no podían permitirse una entera peluca. Malicia específicamente hispana sería esta, porque no hay tal presunción en su nombre francés que es toupet. Una voz que esta detrás de nuestro tupé, el también llamado copete que tanto uso coloquial tiene para hacer referencia al atrevimiento o la desfachatez.
Si nos remontamos a 1934, encontramos el humorístico invento de un adorno taurino basado en colocar el bisoñé en el testuz del astado. Una acción que el periodista bilbaíno Jacinto Miquelarena habría recomendado al ficticio matador calvo "Malagueñito de Córdoba", un personaje al que, para mayor lío, hizo nacer en Villacarriedo (Cantabria). Enlazamos el Abc de Sevilla del 12 de octubre de 1934 en que apareció, ilustrado por Echea, ese liviano relato posteriormente incluido en el libro 'Cuentos de Humor' (Aldus, 1939).
Para finalizar este breve recorrido por el decaído artificio capilar para necesitados, nos servimos de un anuncio de 1920 de la firma parisina Marius Heng. El hombre elegante nunca es calvo, proclamaban. Chocante en estos tiempos en que tan populares se han vuelto las cabezas afeitadas (más lectura sobre los pioneros de esa práctica).
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