No fue mucho después de la publicación de nuestro lingüístico apunte del pasado sábado cuando Álex Grijelmo subió a la web de El País 'La punta de la lengua' titulada Palabras que se harán más fuertes. Notable retraso, por tanto, el de esta reseña. El periodista selecciona en ese artículo algunas voces que entiende saldrán reforzadas de esta pandemia. Como telemática, teletrabajo, videoconferencia, poscoronavirus o Zoom, esta en su condición de nombre de la app más beneficiada por esta crisis. De hecho, Paul Thomas especula hoy en el Daily Mail con el advenimiento de una generación que ya no distinga ese canal de comunicación de la televisión convencional.

Entre las palabras que espera no tardemos en usar mucho menos incluye “desescalada”, “confinamiento”, “test”, “morgue” o “mascarilla”. Una voz, esta última, que según apuntábamos parcialmente en la semana 15 a partir de una viñeta de Erlich, hemos descubierto tiene los equivalentes “barbijo”, “tapabocas” o, estas ya nos las descubre Grijelmo, “nasobuco” y “cambuj” (del árabe kanbúš, antifaz).

Hace tan solo unas pocas horas que Grijelmo ha publicado la siguiente entrega de su lingüística colección: “Soy una médico”. Y sorprendente nos ha parecido que opte por la forma desterrada por la Real Academia en 2010 para titular un artículo que precisamente dedica a criticar la lenta consolidación del morfema femenino en algunas profesiones. Habrá que ver si con la "nueva normalidad"...

Volvemos a El País, porque Lola Pons publicó el jueves en Verne Ni nosotros ni alguien ni quienes: palabras que el español antiguo no tenía. En un complementario suelto final sintetiza lo explicado en los siguientes términos: alguien vino del occidente, nosotros y vosotros fueron pronombres empujados por la influencia del catalán y el aragonés, mientras que "quien", en singular, barrió en la Edad Media desde el occidente a la forma relativa qui entonces usada en el centro y oriente de la península.
El Martes Neológico más breve que recordamos es el que Elisenda Bernal ha dedicado esta semana a viejuno. Un adjetivo cuyo uso, en ocasiones sustantivado, suele conllevar un cierto tono despectivo. Competiremos en brevedad, pasando directamente a dar apoyo a su autorreferente ironía conclusiva: con el fin de que el diccionario no se convierta en un objeto viejuno ni obsoleto, abogamos su inclusión en el mismo, incluyendo la marca de coloquialidad correspondiente.
Pasamos a Fundéu, que comenzó la semana con la recomendación de utilizar silenciar, mejor que mutear, como equivalente adecuado en español para el verbo inglés to mute.
El martes recordaron que entre el sujeto y el verbo de una oración no se escribe coma, salvo que se intercale un inciso delimitado por esos símbolos de puntuación o si el sujeto termina en etcétera (o su abreviatura etc.)
El miércoles postularon seminario web o webinario como alternativas en español preferibles al anglicismo webinar. Al día siguiente se ocuparon de los matices que tienen los significados de distanciamiento físico y distanciamiento social, para alertar, acto seguido, del excesivo uso de la segunda expresión en ocasiones en que la apropiada es la primera. Ya advertimos contra ese vicio en La lengua en la semana 13/2020, aunque la alternativa que entonces defendíamos era "distanciamiento interpersonal".
Los urgentes concluyeron ayer su ciclo con la advertencia de que aforo no es afluencia: el primero es el número máximo autorizado de personas que puede admitir un recinto y el segundo la cantidad de asistentes a un acto.

En el apartado de neología humorística contamos con la amable paronimia peluquerida aportada por 'La Tira y Afloja' de La Nueva España del martes. Más difícil disfrute, que no comprensión, tiene para los no asturianos el juego de anteayer con un, por aquí, bastante utilizado anagrama de alarma.
El propio jueves Postigo vio a Casado, un político que ha estado obsesivamente presente en todas sus viñetas de esta semana (igual eso ya no es humor gráfico), como un licántorpe. Con ese sufijo, sea lo que sea lo que le haga aullar, coincidimos. Debajo una muy expresiva metáfora gráfica de la "Líneas ICO" publicada por Javi Salado.





Todavía colea en el humor australiano la anulación de la condena impuesta por un tribunal al cardenal George Pell. David Pope recurría ayer a unos signos de puntuación para enfatizar la forma en que algunos pequeños detalles pueden cambiar las cosas.
Volvemos al idioma español con la tira de Erlich en el diario Clarín del lunes. Un dibujo que aporta una versión porteña de "la vieja del visillo" en la que se incluye una variante local de la voz chisme. Un argentinismo cuyos matices explica Hernán Mondragón en el artículo De chismes y chusmeríos.



El propio dibujante galo enlazó una nueva serie, esta dedicada a los personajes de ficción. De momento ha incluido al capitán Ahab de Herman Melville y a Drácula de Bram Stoker. Y curiosa la cantidad de pangolines que se ha visto en el humor francés (enlace al que fue portada de Charlie Hebdo), mientras que en el de aquí son rara avis.



[1] Algunos ejemplos de uso humorístico del anuncio de Scattergories

En ese mismo apunte ya recordábamos la viñeta de Álvaro publicada en abril de 2018, que cuenta con el añadido detalle de incluir una artística cita de Picasso.


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