sábado, 13 de abril de 2024

Lenguaje de la semana 15/2024

 

Aunque no estamos cualificados para valorar la precisión neurológica de las explicaciones, nos ha parecido muy interesante la introducción de Elisenda Bernal en el último Martes Neológico a la palabra petricoren su originario inglés petrichor, que da nombre al olor que se genera cuando llueve sobre la
tierra seca.

Explica la autora que se trata de un neologismo acuñado por los geólogos australianos Isabel Joy Bear y Roderick G. Thomas en el artículo «Nature of argillaceous odour» [«Naturaleza del olor arcilloso»] publicado en el número 4.923 de la revista Nature [no el 201 que se menciona, que es el correspondiente Volumen de esa longeva publicación científica] fechado el 7 de marzo de 1964. Lo crearon a partir de las griegas pétra [πέτρα], ‘piedra’, e ikhṓr [ἰχώρ]‘sangre de los dioses homéricos’, que el  DLE registra como icor con un significado mucho más prosaico [adjuntamos la definición de ichor en el Diccionario de Autoridades (Vol 4 - 1734)]. De lo que no estamos nada convencidos es de que la aducida fuerza evocadora sea un argumento de peso para entrar en el Diccionario, pero se nos hace, además de ciertamente sugerente, apoyatura muy propia de los emocionales valores emergentes. 

Buen momento para recordar que el citado neologismo llegó a este blog en el apunte Palabras de la 12ª semana de 2016. Lo hizo en el comentario de un interesante artículo del diccionario Merriam-Webster titulado “10 palabras perfectamente cromulentes” que nos ha complacido releer.

Nada vamos a desvelar aquí, más allá del título, sobre La punta de la Lengua Verbos autoincluyentes que hoy publica Álex Grijelmo  que encontrarán íntegra en el habitual anexo. Una pieza de esa categoría que los angloparlantes denominan short & sweet.

El segundo anexo de hoy alberga la Apología del manguito de Lola Pons. Un artículo que incluye una interesante semblanza de Diego Hurtado de Mendoza, el autor del primer soneto sobre un soneto de quien elogiosamente dijera Lope de Vega, que llevaría a la excelencia ese juego, «¿Qué cosa aventaja a una redondilla de don Diego Hurtado de Mendoza?».

La viñeta de Padylla del miércoles nos ha incitado a explorar las denominaciones que reciben las versiones autonómicas de la figura inspirada en el Ombudsman instituido por la constitución sueca de 1974 que fue importada por la Constitución española en su artículo 54.

Este es el resultado de nuestra pesquisa (enlaces):

- Defensor del Pueblo Andaluz

- Valedor do Pobo Galego

- Justicia de Aragón

- Diputado del Común de Canarias

- Defensor del Pueblo de Navarra / Ararteko [que en euskera significa mediador]

- Procurador del Común de Castilla y León 

- Ararteko

- Síndic de Greuges de Catalunya [que significa Síndico de Agravios]

- Síndic de Greuges de la Comunitat Valenciana

Adicionalmente, procede recordar que La Rioja, Murcia, Asturias y Castilla-La Mancha han suprimido esas instituciones, aunque la primera tiene aprobado desde 2002 un acuerdo para recuperarla que de momento no ha sido aplicado.

Proseguimos con Puebla, que ironizaba el martes sobre la selectiva aplicación del emergente lenguaje eufemizado.

Fontdevila recurre hoy al equívoco en su calumniosa contribución a la campaña que, sin ningún tipo de fundamento factual, presenta a la pareja de Isabel Ayuso como testaferro de su novia. Añadida ha quedado al apunte Un noviazgo que impulsa al estrellato humorístico que ya anticipábamos en su momento que sería crecedero.

J. Morgan daba el jueves un significado alternativo a la sigla identificadora de las viviendas vacacionales canarias. Pero el tema del momento más bien parece el contrario, las sanciones a propietarios de apartamentos turísticos que se niegan a alquilarlos para utilizarlos como primera o segunda residencia. Sigue el juego con esas señales realizado el pasado domingo por Padylla.

JM Esteban publicaba el propio jueves una invitación a reflexionar, con nominativo recado incluido, sobre los matices diferenciales de palabras habitualmente consideradas sinónimas. Esto es lo que dice el diccionario:

Ilegal De in-2 y legal.1. adj. Contrario a la ley.

Ilícito, ta   Del lat. illicĭtus. 1. adj. No permitido legal o moralmente.

Buen momento para recordar la de impostados cruces de acusaciones que vive la política española a cuenta de las acepciones de legítimo. Logomaquias al servicio del crispador ruido de fondo de este triste momento para los intelectos que vivimos.

Mucho más patente es la presencia de Begoña Gómez en la escenificación de García Morán del popular refrán Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe habitualmente enunciado inconcluso (enlace al refranero multilingüe del CVC). Como hace Don Quijote en el capítulo XXX de la cervantina narración de sus andanzas: Tantas veces va el cantarillo a la fuente ..., y no digo más.

Misiles, corbatas, urnas, maletas, gorros y mascarillas "de Damocles" colecciona el apunte  Espadas de Damocles (1ª parte: las modernas) que acaba de recibir una veleta aportada por el dúo Antón para reflejar el mosqueo que sin duda han debido causar las encuestas al candidato del PNV Imanol Pradales

JL Martín apunta hoy el daltonismo sobrevenido como estratagema en su segunda aportación al recopilatorio Las líneas rojas en el humor de 2024.


El popular lema publicitario "La república independiente de tu casa" volvía xenófobamente retocado al humor de Gallego y Rey. Debajo recordamos su tira del 15/1/20 con uno de los variados felpudos albergados en El catálogo humorístico de Ikea

Max se incorpora hoy a nuestro recopilatorio 'Tragar sapos' con su Trampantojo del suplemento Babelia que le convierte en el 19º dibujante que contribuye a esa colección.

El australiano David Rowe aporta hoy una curiosa variante con doble ojo, protagonizada por dos líderes políticos y la ministra de Asuntos Exteriores de su país, Penny Wong, de la famosa cita evangélica“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos” (Mateo 19, 24). 


Otro popular episodio bíblico inspiró la viñeta de Puebla que convierte a la alcaldesa de Ripoll en amenazante David para un crecido Puigdemont. Ya iba para dos años que no encontrábamos referencias a David y Goliat en el humor gráfico español, desde que JL Martín recurriera al desigual enfrentamiento en su tira del 22/4/22 sobre la guerra de Ucrania, como algunos meses antes hiciera Tomás Serrano.

La viñeta de Ortifus sobre el juicio de Zaplana encabeza la sección musical de hoy con un fragmento del estribillo, aunque nos tiene desconcertados la transcripción que hace, de la canción popular en valenciano La manta al coll que dice:

La manta al coll i el cabasset
mo n'anirem, mo n'anirem al Postiguet.


La manta en el cuello y el capacito
Nos iremos, nos iremos al Postiguet.

Santi Orue vistió a Begoña Gómez de  Sabrina en su paronímica evocación del miércoles de la canción  Summertime Love, conocida en España como “Boys, boys, boys”, que tanto juego dio en la Nochevieja de 1987 (videorrecordatorio).

Y ayer era 'La salchipapa' de 2016 de Leticia Sabater 2016 la citada en la tira del riojano Tris. Explica la Wikipedia que el plato de salchicha con patatas que da nombre a ese bodrio nació como comida callejera en Lima.

Tom Gauld encabeza la sección literaria con los nuevos géneros literarios que hoy propone desde el diario The Guardian.


Javi Salado evocó el martes el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones perteneciente a Las mil y una noches que algunos críticos creen que fue añadido a la famosa recopilación de cuentos tradicionales árabes por el orientalista francés Antoine Galland. Sigue la hamletiana viñeta de Puebla que suma una nueva interpretación de Pedro Sánchez del monólogo de la calavera a la de Javi Salado que reseñamos el pasado sábado.

Concluimos con la evocación del mítico Guillermo Tell realizada por Gérald Herrmann en Tribune de Genève en relación con la acogida (¿Cómo se lo han  tomado?) de la sentencia del TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos), ya tratada en el apunte del jueves, que ha condenado al Gobierno suizo por incumplir sus propios objetivos de reducción de emisiones de efecto invernadero.

Y ahora, si les apetece leer algo verdaderamente interesante, harán bien en seguir el enlace al artículo Kahneman en nuestros Tribunales de Manuel Conthe. En nuestra opinión, el estudio de los segos cognitivos debería ser materia obligatoria en los anquilosados planes de enseñanza.




Anexo 1

Verbos autoincluyentes
Álex Grijelmo (El País, 13/4/24)

Esta licencia refleja orgullo desmedido o exageración evidente, y otras veces identificación ideológica o emocional


La primera persona del plural de un verbo nos incluye en la acción, y utilizamos ese recurso a menudo aunque no hayamos participado en ella. Por ejemplo, al decir “hemos ganado la Liga”, algo que yo mismo habré pronunciado muchas veces sin haber jugado un solo partido del campeonato.

Esta licencia retórica refleja a veces orgullo desmedido o exageración evidente ante un logro, y nos permite a los españoles afirmar que “en 2010 fuimos campeones del mundo” y también que “el verano pasado fuimos campeonas del mundo”. En este segundo caso, con una feliz inclusión del sexo masculino en el género femenino, innovación sobre la que ya escribimos en este periódico (a favor) hace 12 años. En aquel artículo recogíamos frases pronunciadas por periodistas varones durante los Juegos Olímpicos de Londres: “Somos terceras después de las rusas”, “si estamos entre las siete primeras vamos a ser oro”, “¡si ganamos estamos clasificadas!”; además de las indicaciones del seleccionador del equipo femenino de waterpolo en el partido contra Noruega, que íbamos ganando (me incluyo también): “Jugamos tranquilas, ¿eh?”, frase que daba título al artículo.

En otras ocasiones usamos las autoinclusiones como expresión ideológica o emocional que nos identifica en el presente con nuestros iguales del pasado: “Los republicanos perdimos la Guerra Civil”, “esta exposición muestra cómo fuimos maltratadas las mujeres en el siglo XV”, “durante el franquismo emigramos sobre todo a Alemania”, “en las guerras siempre hemos muerto más los hombres”, ejemplo este último donde el lenguaje logra que alguien se exprese incluso después de fallecido.

Tales posibilidades de la lengua permiten que revelemos implícitamente una identificación emocional con quienes sí lograron o sufrieron lo que se cuenta, y nos sitúan psicológicamente en pie de igualdad dentro del grupo mencionado. Por eso se usarán menos para actos en los cuales el sujeto se repudie como autor. Habremos oído decir alguna vez “en 1492 los españoles descubrimos América”, pero no tanto “en 1492 los españoles expulsamos a los judíos”. Esa menor presencia de las autoinclusiones negativas les da más valor cuando aparecen.

Así sucede cuando la autoinclusión sirve para recriminar errores con amabilidad, principalmente en el trabajo: Por ejemplo, cuando la jefa de un equipo dice “esto no lo hemos hecho bien”, incluyéndose en la acción aunque ella no tuviera participación en el desatino. O “tenemos que atender mejor al público”, dicho por el dueño de un comercio al único empleado que atiende al público. Elegir “hemos cometido un error” y desechar “has cometido un error” sirve para mejorar el mundo. Siempre que el recriminado no lo entienda de forma literal.

Ahora bien, las autoinclusiones implican riesgos. En estas licencias metafóricas no siempre encajan bien la realidad y el lenguaje figurado, y a quien nos escuche o nos lea le quedará el veredicto acerca de la idoneidad en cada caso. Porque a veces sobreviene una incoherencia que convierte en imposible lo que se cuenta.

El domingo 31 de marzo, a las 14.01, escuché a un periodista de radio, cuando se establecía la conexión con motivo del inminente comienzo del partido Celta-Rayo en el estadio de Balaídos:

“Estamos guardando un respetuoso minuto de silencio”.

Y además siguió hablando.





Anexo 2

Lola Pons Rodríguez (El País, 13/4/24)

Los funcionarios resultan casi más incómodos para los políticos que la prensa y suelen ver con estoicismo la megalomanía con que a menudo el cargo político se acerca a la Administración


Si yo pudiera mangonear en las agujas del reloj, me iría al siglo XVI y perseguiría los movimientos de Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), un personajazo que no cabe en ninguna de esas tipologías con las que hoy queremos entender la historia. Hurtado era aristócrata y poeta; estuvo al servicio de Carlos V en el despliegue de su política imperial y al final de su vida trabajó para Felipe II.

La virtud y la política no siempre se avienen bien, y la biografía de Hurtado de Mendoza lo muestra: fue desleal a veces y, por sus posesiones librescas, sabemos que quizá fuera el primer lector español de Maquiavelo. No lo consagraré como un embajador de buena voluntad avant la lettre pero hay que reconocerle su sagacidad: nuestro Hurtado venía de una familia vinculada a Granada, sabía árabe y barruntaba que ese viejo reino, recién incorporado entonces a la corona de Castilla, necesitaba una administración distinta. Hurtado defendió en Trento que el bautismo no debía imponerse en los nuevos territorios y en la corte sostenía que los preceptos que se aplicaban de forma general no funcionaban bien en toda España. La singularidad de Granada, recordada hoy en el entado de nuestro escudo, no era solo la de haber sido una joya codiciada por los reyes cristianos. En Granada, como en buena parte del Levante y de Aragón, seguían viviendo bastantes moriscos y estaban vivas las tensiones de una sociedad con minorías poderosas pero sometidas.

Hurtado de Mendoza calló mucho de lo que sabía, pero al hacer el retrato de lo que veía en su tiempo no se privó. Cuando al final de su vida redacta una crónica de lo que había vivido en las recientes guerras contra la sublevación de los moriscos en las Alpujarras (1568-1570) lo que le sale es un retrato realista y no grandioso, sin héroes ni excelsas virtudes: pone a los nobles peleando entre sí, critica a las tropas desestructuradas. Y habla también de los letrados: los describe como “gente media”, que está “entre los grandes y pequeños, sin ofensa de los unos ni de los otros”, cuya dedicación eran “letras legales, comedimiento, secreto, verdad, vida llana”. Les atiza también en un momento dado (nadie se libra) pero nos da un primer retrato de esos personajes que estaban naciendo entonces: los letrados, formados en la Universidad, trabajando no en la corte sino para el Estado.

Faltaban dos siglos para que se difundiera en la lengua el llamar funcionarios a esa gente media. Para que se extendiera esa figura en la Administración no solo fue necesario tiempo, también fue indispensable un puntillazo excepcional: la división de España en provincias, que sepultó figuras políticas de rango disperso, centralizó y unificó estratos. Aunque la palabra funcionario se ha definido en las obras de la Real Academia Española como “empleado público”, quien primero la introdujo en un diccionario fue Ramón Domínguez (1846) que explicó bien esa palabra: funcionario era, en su definición, “la persona que desempeña un cargo, especialmente público, a nombre de otro, cuyas funciones ejerce”. Los funcionarios son trabajadores a nombre de otros. Y esos otros somos nosotros, los ciudadanos.

Aunque somos funcionarios los profesores universitarios y lo son los médicos o los policías, en general cuando pensamos en funcionarios imaginamos al trabajador de la Administración que vive generando burocracia. Pues bien, estas líneas son un elogio a esa gente media, en especial a esos funcionarios que revisan y vigilan expedientes de magnitud económica. Son los que dan forma a las normas legales que nos rigen, altos funcionarios que asumen una enorme responsabilidad en su gestión, a la altura de las oposiciones duras que han ganado. No están sujetos a las exigencias del mercado ni a la sumisión a un partido. Son en la actualidad figuras casi más incómodas para los políticos que la propia prensa y suelen ver con estoicismo (“comedimiento, secreto, verdad”) la prisa y la megalomanía con que a menudo el cargo político se acerca a la Administración pública.

Por eso quiero alabar el manguito, la prenda que ya nadie usa pero que hemos ligado en el estereotipo al funcionario decimonónico. La camisa blanca de los funcionarios podía mancharse con la tinta fresca de las ordenanzas o con el polvo vetusto de los expedientes. En el siglo XIX muchos funcionarios se ajustaban un manguito oscuro de muñeca a codo para proteger su camisa. Y quiero aprovechar la lectura figurada de esa imagen carpetovetónica, porque esa camisa blanca es España y el funcionario nos la está protegiendo.

Sí, es necesaria en la Administración pública una representación política pero a veces los llamados cargos de confianza, nombrados discrecionalmente por los políticos, son los que más nos hacen desconfiar. No se puede hacer política alabando a esos funcionarios en público pero alimentando a asesores que los ningunean en privado. Yo no lo hago. Viva la gente media. Larga vida al manguito y a lo que representa.



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