En la información sobre la desgraciada muerte de una española en una favela carioca, al parecer la cuarta de una turista en el último año, nos han llamado particularmente la atención los impactantes datos sobre la violencia en Río de Janeiro: una media de un tiroteo cada dos horas y más de 4.000 muertes violentas en lo que va de año, incluidos más de 100 policías.
Sirva como referencia que en el año más sangriento del terrorismo etarra, que fue 1980, esa banda cometió 93 asesinatos. Pero es que en 2016 fueron 146 los policías caídos en actos violentos en ese estado brasileño. Y un centenar de ellos fuera de servicio, lo que apunta a un brutal dinámica de represión y venganza. Desde 1995 ya son más de 3.000 las bajas sufridas por ese cuerpo. Así que, sin el más mínimo ánimo de justificar lo ocurrido, no debe ser fácil ejercer con serenidad la función policial en medio de lo que es toda una guerra.
En el conjunto de Brasil las víctimas totales por actos violentos se aproximan a las 60.000 anuales que es una cifra similar a la de muertos en la guerra de Siria. Pero no queremos enterarnos hasta que una gaditana tiene la desgracia de caer en esa brutal espiral de muerte. Y muchos, ni con esas.
A la vista de esos datos, no es raro que una institución brasileña, el Instituto Igarapé, se haya especializado en el análisis de la violencia en el mundo. En su no especialmente amigable web hemos encontrado el estudio Tendencias y proyecciones globales en la violencia homicida: 2000 a 2030 de Carlos J. Vilalta. Del mismo extraemos el un tanto desactualizado gráfico adjunto que pone de manifiesto que, mientras esta penosa cuestión ha mejorado sustancialmente en África, empeora en América, particularmente en la del Sur. Aclararemos que el dato representado es el número de homicidios anuales por cada 100.000 habitantes.
En cuanto a lo de Venezuela, un espeluznante éxito más de ese bolivarianismo que algunos todavía se permiten admirar y jalear.
Una duda final. Si a nadie se le ocurre darse una vuelta por la Cañada Real cuando va a Madrid, ¿por qué luego hay ese empeño en meterse en las muchísimo más peligrosas favelas cuando se visita Río?
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