Uno de los fenómenos demográficos más notorios para el común de los ciudadanos es el continuado crecimiento de la esperanza de vida. Ello por más que sean pocos quienes entienden correctamente el significado de ese concepto que no es la media de años que realmente vivirá una generación. Y es que se calcula considerando que los patrones de mortalidad por edades observados en el momento del nacimiento seguirán siendo los mismos a lo largo de toda la vida, cuando es patente que cambian, ¡y mucho! Así que, cuando no se produce alguna catástrofe, la vida media de cada generación supera su esperanza de vida al nacer.
Adicionalmente, creemos que no hay una clara percepción cuantitativa de la evolución pasada de esta magnitud y, aún menos, de cuales son las expectativas futuras. Hasta hemos visto hace poco a un tertuliano, que además iba para alcalde, cuestionar la tendencia observada en base al ligero retroceso del dato que se observa en 2015 en la serie estadística que publica el INE. ¡Y es profesor universitario!
El gráfico que puede verse a continuación muestra la evolución desde principios de siglo del valor de la esperanza de vida al nacer para el conjunto de la población española. La complementamos con la proyección de ese estadístico hasta mediados de este siglo realizada por el INE. Obsérvese como, tras superar los efectos de la guerra civil, este indicador crecía en los años cuarenta y cincuenta al ritmo de un año cada año y, a partir de ahí, lo hace del orden de un trimestre anual.
Fuente: INE |
A la vista queda como los nacidos a partir de los sesenta lo hicieron con la expectativa de duplicar la vida media de quienes vinieron al mundo en el primer cuarto del siglo XX. ¡Portentoso cambio del que muchas veces no somos conscientes!
No hemos separado en el gráfico los datos de hombres y mujeres, como es habitual hacer para reflejar su muy dispar longevidad. Pero nos parece que esa diferencia se aprecia mejor analizando la evolución de la "brecha" entre el valor observado para ambos sexos. Y eso es lo que muestra el que sigue.
Fuente: INE |
Es llamativo observar como a partir de mediados de los años noventa la diferencia comienza a reducirse desde el máximo de 7,2 años alcanzado en 1996 hasta los 5,5 de 2016. Y la expectativa es que ese fenómeno prosiga en el próximo futuro. Así que, como adelanta nuestro título, alguna brecha, por más que esta sea una de las pocas favorables a la mujer, va reduciéndose.
Veamos con más detalle lo que viene sucediendo desde la máxima diferencia de 1997:
Fuente: OMS |
Expuesta queda la situación de tan vital cuestión a tiempo de que lo que está ocurriendo con esa brecha pueda reforzar la protesta de mañana. Es más, ¿será esto lo que pretende combatir esa "despatologización de nuestras vidas" que hemos visto en el manifiesto?
Nota sobre la esperanza de vida a diferentes edades:
Para no complicar las cosas, nos hemos limitado a utilizar la esperanza de vida al nacer, pero el candente asunto de las pensiones requiere hacer uso de la correspondiente a la edad de jubilación. Para quienes tienen 65 años esta es, con datos de 2015, aproximadamente 4 años más alta para los hombres (84,0) y 2,3 para las mujeres (87,8) que para los nacidos ese año.
Cabe añadir que los nacidos en 1950 lo hicieron con una expectativa de vida estimada entonces en 59,8 y 64,3 años, respectivamente para hombres y mujeres. Una media que, en línea con lo comentado al comienzo, esa generación superará con creces, aunque no tenemos una estimación cuantitativa fiable (1).
El adjunto gráfico muestra la variación de la esperanza de vida en 2015 según la edad. Una magnitud cuyo comportamiento refleja como, a medida que se van muriendo quienes aportan valores más bajos a la media, el promedio de los supervivientes va creciendo.
(1) en propiedad, el cálculo requiere esperar a la muerte de todo el cohorte de nacidos un determinado año. El cómputo dista de ser sencillo porque los segmentos de población van modificando su composición por los procesos migratorios. Téngase en cuenta, por ejemplo, la dificultad de capturar los datos de mortalidad de los emigrados. Con todo, la explotación del censo, o incluso de las bases de datos de la Seguridad Social, permite obtener una aproximación razonable para contrastar la realidad con la esperanza estimada en su momento.
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