Se miren las estadísticas que se miren, siempre se llega a la misma conclusión: el delito es muy machista. Pero queda fuera del alcance de esta modesta nota analizar los porqués de ese evidente fenómeno.
Lo que hoy vamos a comenzar por analizar es el escaso grado de feminidad que tienen los diferentes tipos de ilícitos penales. Y ello por medio de las cifras de la Estadística de condenados que el INE elabora con datos del Registro Central de Penados.
Es notable como los que reciben mayor atención mediática y, lógicamente, causan una superior alarma social, tienen un peso muy reducido. El que en el caso de los homicidios es un menguado 0,3%.
De estos, vamos a fijarnos en los que reciben, con diferencia, mayor atención. Ya habrán adivinado que nos referimos a los que se encuadran en la "violencia de género", cuya estadística más habitual refleja las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas (aunque también hay un triste estadística de niños, mientras que quedan fuera del ámbito de esa ley otras víctimas colaterales que van de madres y padres a nuevas parejas). Tomamos los datos de la web de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, que entendemos tiene la información más actualizada (téngase en cuenta que la calificación de algunos casos se modifica en el curso de los procesos).
Con estas dos series de datos ya podemos calcular las tasas de masculinidad y feminidad del homicidio de parejas o exparejas. Vamos a representar la segunda, que es mucho más baja, para compararla con la análoga ratio calculada a partir de la estadística de condenas con la que comenzábamos. Lamentablemente solo contamos con ambos datos para tres años (2013 a 2015; para ampliar hacia atrás la serie de homicidos totales tendríamos que recurrir a una estadística no homogénea; quede para otra ocasión rehacer esa serie). Esperamos ansiosos la próxima memoria sobre este asunto del CGPJ, aunque empezamos a temer que ya no se publique más esa información que parece molestar a gente con poder suficiente para evitar su difusión. Esto es para algunos la libertad, en este caso de informarse.
Como bien puede verse, el asesinato de parejas o exparejas tiene una tasa de feminidad que es incluso superior al del homicidio en general. Una fenómeno que cabe asociar a que una parte de estos crímenes, que no hemos podido encontrar cuantificada, tiene como autoras a mujeres que han sufrido malos tratos por parte de los asesinados. O sea, que esta tipología cuenta con motivaciones específicas.
A falta de poder afinar el impacto de esa causa, las cifras que hemos expuesto invitan a pensar que la masculinidad del homicidio de personas con las que se ha mantenido una relación efectiva no difiere sensiblemente de la masculinidad del homicidio en general.
O sea, que el hombre mata más, mucho más que la mujer, y lo hace escogiendo como víctima a su pareja, ex-pareja, deudor, ofensor, vecino o quien haya podido tener la desgracia de cruzarse con un violento macho fuera de sí.
Aún conscientes de las limitaciones de la información utilizada en esta somera aproximación al problema, hay que inclinarse a pensar que el factor discriminante/explicativo es mucho más el sexo del homicida que el de la víctima. Gustará o no gustará, pero es lo que hay.
Y lo que ya resulta una obviedad es afirmar que si esta tragedia de la violencia derivada de la perversión afectiva no se analiza en su globalidad, es imposible comprenderla cabalmente.
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