sábado, 30 de marzo de 2019

La masculinización de Meritxell


La masculinización a la que hizo referencia Meritxell Batet en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de ayer, es a la que hace referencia nuestro título. Un fenómeno que la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico identifica como un riesgo, que la ministra citó sin dar ulterior explicación de a qué se estaba refiriendo. Así que ya se encarga Sofi.


Veamos en primer lugar la evolución reciente del % de mujeres en el conjunto de la población española. 

Fuente: Ine - Cifras de población

A la vista del mismo, más de uno se interrogaexclamará ¿¡masculinización!? Sigan leyendo.

El gráfico deja clara la tradicional mayoría femenina de la población española, aunque resulta bastante llamativa la caída registrada en la primera década del siglo. Para explicarla, insertamos un segundo gráfico en el que se acompaña la evolución de los valores absolutos de la brecha entre hombre y mujeres (en rojo) con el dato específico de la población extranjera (en azul). Y ya se ve como durante unos cuantos años se registró un fuerte predominio de la inmigración masculina, que comenzó a corregirse con el reflujo migratorio que se produjo con motivo de la última crisis económica y ha dado paso en los últimos años a un ligero superávit femenino. 


Añadimos la evolución del peso de esa población extranjera como ayuda complementaria para contextualizar el fenómeno.



Una vez que ya se ha reajustado el sesgo que introdujo la inmigración, parece que difícilmente podría hablarse de masculinización de la población española, más bien todo lo contrario. Pero nos falta introducir la perspectiva de la edad. Y antes de hacerlo vamos a ver la información del primer gráfico como suelen hacerlo los demógrafos. Esto es, a través del "índice de masculinidad", o sea, la proporción entre hombre y mujeres. La que, de acuerdo con lo ya visto, se mantiene en toda la serie temporal que estamos utilizando por debajo de la unidad: siempre más mujeres que hombres.


Vamos ya con el meollo de la cuestión que subyace en lo dicho por la ministra, que no es otro que entre los más jóvenes hay un mayor número de hombres, mientras que la abrumadora mayoría femenina en las edades más avanzadas es la que condiciona el resultado global, que es el reflejado por la línea discontinua azul. Una tabla comparativa por países de ese índice pude encontrarse en la Wikipedia (cuyo artículo en inglés tiene datos bastante más recientes que el español).



Añadimos una gráfica que informa el peso de cada edad. En definitiva, una semipirámide de población tumbada (que en la España actual más bien es bulbosa semitorre, afín a las de la moscovita catedral de San Basilio).


Y concluimos con las diferencias absolutas por sexos que presenta cada edad. Somos conscientes del homopatriarcal convencionalismo de los colores, pero estamos convencidos de que así se entiende mejor.



Más allá de que la magnitud de las cifras expuestas permitan cuestionar que en un mundo globalizado, y en una sociedad que ha reformulado, en la forma que lo ha hecho, las relaciones de pareja, estemos ante un problema real, no digamos ya equiparable al envejecimiento o la despoblación rural, nos queda una pregunta final: ¿cómo propone Dª Meritxell abordar esta concreta cuestión?

Porque lo que resulta entre preocupante y escandaloso, es que en los objetivos redactados en afectado lenguaje inclusivo que ha mostrado solo se plantee, por ejemplo, garantizar la libertad de residencia efectiva de las mujeres.


Alguien está perdiendo (¿aún más?) la cabeza.





Nota: no faltará el habitual apunte lingüístico de los sábados, pero hoy llegará un poco demorado. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario