sábado, 30 de diciembre de 2017

La lengua de la postrera semana 52ª


La extravagante elección de Fundéu como palabra del año 2017 ha sido aporofobia. Y es que creíamos que se trataba de reconocer una realidad del habla, no el deseo de un jurado de enfatizar una determinada cuestión. Se nos hace todo un postureo la elección de ese término que, por cierto, también acaba de entrar en el diccionario. Y una vez metidos en fobias, bastante más repercusión ha tenido la otra finalista, turismofobia, que solo perdió protagonismo cuando el procés independentista empezó a copar las noticias con toda su carga de xenofobia (¡vuélvase a su Cádiz natal!,...). 

Los urgentes habían iniciado la semana recordando que en la expresión faltar por + infinitivo, lo adecuado es hacer concordar en número el verbo con el sujeto. De ahí pasaron a ofertar en el siguiente apunte un puñado de alternativas a lookazo: modelazo, estilazo, imagen espectacular o buen aspecto. A nosotros, así como look nos empacha, lookazo nos simpatiza porque ha dejado de ser inglés (sobre todo si lo escribiéramos lukazo).

La víspera del Día de los Inocentes publicaron su contribución a la bromista tradición de esa jornada. Un revoltijo con los signos de admiración e interrogación titulado «¡Feliz año», mejor que «Feliz año!». Y el propio día 28 dedicaron el apunte a recordar que el verbo convencer es regular y se conjuga como el verbo vencer. Así que lo adecuado es convenza, no convezca.

En el Laboratorio del lenguaje del Diario Médico leíamos hace ya una semana el artículo La enfermedad de Acosta. Un apunte sobre el mal de montaña o mal de altura, que en los países andinos es conocido con nombres de origen quechua como ‘puna’ (o apunamiento) o ‘soroche’ (o asorochamiento). Una indisposición cuya primera descripción posiblemente sea la que hizo el jesuita español José de Acosta (1539-1600) en su 'Historia natural y moral de las Indias' (Sevilla: Juan de León, 1590). Extractamos un fragmento de una de las citas que inserta Fernando A. Navarrome persuado que el elemento del aire está allí tan sutil y delicado, que no se proporciona a la respiración humana, que le requiere más grueso y más templado, y esa creo es la causa de alterar tan fuertemente el estómago y descomponer todo el sujeto.

El día de Navidad, José Ramón Zárate publicó Los estudios “navideños” del ‘British Medical Journal’. Una reseña de algunos de los estudios 'festivo-extravagantes' que esa revista suele publicar en estas fechas. Ahí encontrarán conclusiones que van desde que los consejos médicos del doctor Brown Bear (Oso Pardo) de la serie de dibujos Peppa Pig alientan el uso inadecuado de los servicios de atención primaria a que  “el orgullo puede ser un factor de protección contra las caídas en los mayores”.

El artículo Metáforas peligrosas: el cáncer como lucha, publicado originalmente en El Diario el pasado 23/10, fue merecedor del premio nacional Miguel Delibes de periodismo en su XXII edición. Elena Álvarez Mellado alerta en el mismo del peligro de que las metáforas nos atrapen, hasta tal punto que nos quedemos encadenados a ellas perdiendo la capacidad de pensar fuera de las mismas. Hablar de la enfermedad en términos bélicos desencadena, en su opinión, unas consecuencias semánticas sutiles pero poderosas: si el cáncer se vence, si los pacientes luchan, si hay una batalla que librar, si, en definitiva, el cáncer es una guerra, entonces envuelta en la metáfora se nos está colando subliminalmente la noción de que la muerte o la convalecencia son formas de fallar, de rendirse, de perder. De fracasar, al fin y al cabo. A falta de una propuesta alternativa que mejore lo presente, vemos su enfoque un tanto excesivo.

Lo que resulta realmente sorprendente para quienes escribimos desde el territorio lingüístico del moratón, es descubrir que nuestra variante de la palabra moretón, la 'extravasación de eritrocitos en la dermis' tras un golpe, tan sólo está en el Drae desde el olímpico 1992 (mientras que la usada en el levante y sur español, así como en América, está registrada desde 1884).

De la segunda entrega de Nueve libros de la muerte que hablan de la vida nos ha llamado particularmente la atención el titulado  "¿Podemos hablar de algo más agradable?"  (Can’t we talk about something more pleasant?) de la dibujante, y colaboradora habitual del semanario The New Yorker, Roz Chast. Amazon ofrece una considerable vista del contenido en versión inglesa.

El Martes neológico del Cervantes Virtual se ocupó de país emergente, una de las muchas expresiones que hace uso del muy productivo adjetivo que significa ‘que emerge o sale a la superficie’ y, también, ‘que surge o aparece’.

Goedele De Sterck, del Grupo NeoUSAL de la Universidad de Salamanca, recuerda en su artículo que en los años setenta del siglo pasado los países a medio camino entre los subdesarrollados y los desarrollados eran conocidos como países en vías de desarrollo. Una opción que no era del agrado de todos (puesto que medía el grado de desarrollo de un país tomando como referente único y exclusivo la visión reduccionista y fuertemente mercantilizada del mundo «desarrollado», dice la autora), así que el Banco Mundial lanzó en 1981 el el sintagma emerging market, o sea, mercado emergente. Una expresión que desde el primer momento coexistió con economía emergente y país emergente, en un afán por acuñar una variante desprovista de cualquier juicio de valor sobre el grado de desarrollo de los aludidos. Pero el caso es que la nueva denominación no aclaró lo principal, establecer los países amparados por la misma. Así que, inevitablemente, la confusión conceptual tiene reflejo en el dispar tratamiento de los diccionarios.

Nos parece oportuno añadir un gráfico que hemos visto en el muy interesante estudio España 1987-2017: transformaciones economicas financieras y sociales publicado por AFI. Una buena muestra de como muchas realidades cambian a mucha mayor velocidad que nuestro conocimiento de las mismas.


Si de lenguaje emergente se trata, Alex Grijelmo destacaba el sábado pasado el auge del impersonal 'se te quiere' en una comunidad de hablantes que ya era muy reacia al 'te amo'. Positivo en sus conclusiones, da la bienvenida a esa locución en cuanto facilite la expresión de sentimientos de cariño antes callados. Como también cree que se revalorizará la infrecuente presencia del sujeto “yo” en “Yo te quiero” o “yo te amo”. Se nos ocurre que bien podría ocuparse otro día del afectado calco del inglés que es aplicar el verbo amar a las cosas, porque cada vez hay más gente que dice que ama desde lugares a comidas, cuando toda la vida fueron cosas que gustaban (o no).

Y si de neologismos se trata, esta semana se ha hablado mucho de Tabarnia, lo que ha provocado las inevitables rozaduras en quienes no disfrutan con esta simpática visión especular del 'España me roba' o del 'derecho a la autodeterminación'. A título de ejemplo, el irreductible indepe Manel Fontdevila ha contraatacado con Pepernia. Se ve que la cosa hace pupa.

Rápida ha estado la Real Academia con el tuit que recomienda el gentilicio 'tabarnés', aunque dando también validez a 'tabarniense' o 'tabarniano', mientras que no han considerado aceptable el 'tabarnícolas' propuesto por algún alma dolida (más sobre ese asunto en El País donde también es interesante el artículo de Guillermo Altares sobre las independencias dentro de las independencias).

Finalizamos con el repertorio de habla de Málaga que Ángel Idígoras esperaba encontrar en una típica 'entrañable cena familiar' de su tierra.






P. S.- Casi se nos olvida aclarar que la panorámica del apunte del jueves es de la ciudad de San Sebastián. Se trata de un dibujo publicado en el semanario francés L´Illustration Journal Universel del 10 de octubre de 1857.








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