jueves, 23 de enero de 2020

Así se justificará la subida del IVA al 23%


Hoy nos toca dejarnos de humor y ponernos un poco más serios. Porque ya nos gustaría equivocarnos, pero al tipo general del IVA se le está poniendo una terrible cara de 23%. Eso mientras la ministra Calviño prepara una batería de ingeniería contable para evitar que España pudiera cerrar 2019 con un déficit público superior al 3% [1]. Un umbral que nos devolvería al procedimiento por déficit excesivo en que estuvimos incursos desde 2009 hasta el pasado mes de junio.

Además, conviene tener presente que en este 2020 entran en vigor los límites de déficit estructural establecidos en el artículo 135.2 de la Constitución Española tras la reforma que Europa obligó a introducir en 2011, cuando nuestra economía se le había ido de las manos a Zapatero.

El caso es que el año pasado el estado se gastó unos 20.000 millones más de lo que podía permitirse para ajustarse al déficit comprometido del 1,3% del pib. Súmese a ello que en los dos primeros consejos de ministros del nuevo gobierno se han tomado medidas, que en absoluto discutimos, pero comportan un gasto adicional de unos 5.000 millones. Eso frente a ninguna actuación que propicie el aumento de los ingresos. Y poco después era el presidente quien se encargaba de pinchar desde Davos el globo de la tasa Google que tanto iba a recaudar según Montero (la de chiqui). 

¿Cómo se cuadra todo esto? Pues cualquier fiscalista les explicará que las medidas esbozadas para subir el IRPF a las rentas más altas, unidas a los retoques del impuesto sobre sociedades y al cantado incremento de la fiscalidad del diésel, muy argumentable ecológicamente, pero necesariamente moderado porque soliviantará bastante a los transportistas (vaya usted a los concesionarios, aunque sea con una recomendación de Teresa Rivera, a buscar un camión que no tenga motor con ese combustible), no dan, ni de lejos, para cuadrar mínimamente el enorme desfase.

Pero siempre queda el IVA, un impuesto de gran poder recaudatorio en el que cada punto de subida aportaría más de tres mil millones de euros. Es algo inflacionista, pero vivimos tiempos en que no es por ahí por donde nos aprieta el zapato. Encima hay dos magníficos gráficos que nos dicen que Iván Redondo ya está poniendo en bonito. El primero, y más importante para vender el paño, la comparativamente baja recaudación que España consigue con los impuestos al consumo.


El segundo, la comparativa de tipos generales que aporta vistosos argumentos como que, a fin de cuentas, esa subida no supondría sino igualarnos con nuestros vecinos portugueses. Y no faltará, a modo de embellecedor, el traslado de algún vistoso artículo de consumo al tipo reducido, como en su día se hizo con las compresas.


Una vez lanzado el aviso, tan solo un final recordatorio de que casi hemos olvidado que el IVA se implantó en 1986 con un tipo general del 12%, aunque cierto es que hasta 1992 hubo un tipo incrementado del 33% (que fue del 28% en los últimos meses de vigencia: ver tabla de cambios). Poco más de lo que se cree que vivió Cristo nos habrá llevado cuasiduplicar el tipo. Así que en este día en que recordamos los buenos momentos que nos regaló Terry Jones, no cabe sino imaginar que todo esto ha sido una especie de otra "vida de Brian"

Ya pueden cantar Always look on the bright side of life ... 



[1] Releyendo el texto tenemos que reconocer que esa estimación resulta muy alta y la mayor parte de analistas, por ejemplo Funcas hoy mismo, cifran el déficit de 2019 en el 2,5%. Pero a 1.200 millones la décima de pib, el desfase sigue requiriendo algo más que un golpe de chiqui.


P.S.- Remitimos a quienes tengan interés en profundizar en fiscalidad comparada al estudio Estructura impositiva de España en el contexto de la Unión Europea realizado por David López-Rodríguez y Cristina García Ciria.





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