sábado, 30 de marzo de 2024

Lenguaje de la semana 13/2024


Megasequía es la palabra tratada por Andrea Leiva Aguilar en la última edición del bisemanal, en 2ª acepciónMartes Neológico. Un artículo que concluye con la ritual petición de inclusión en los diccionarios de la que disentimos porque tan solo una atrofiante obesidad puede derivarse de engordar los lexicones con toda suerte de perfectamente comprensibles aumentativos, máxime cuando son utilizados con imprecisa definición (en este caso cabe distinguir tres grandes planos: duración, intensidad y extensión geográfica). Cuestión algo distinta es que se asentara su uso con un significado similar al del Collins English Dictionary que define megadrought como un «largo periodo de sequía en una región, con una duración de al menos dos décadas», pero ni así aporta ventaja alguna frente al sintagma larga sequía [de n años]. Se nos hace, por tanto, una voz condenada a prestar servicios al sensacionalismo climático (¿les suena incendios de sexta generación?) que tanto daño hace al medioambientalismo riguroso y que, de alguna forma, cabe considerar un aggiornamento de la pertinaz sequía que tanto gustaba utilizar como excusa a los jerarcas del franquismo.

Al margen de la complejidad del tema por los diferentes tipos de sequías que cabe distinguir (enlace a las explicaciones del Ministerio de transición ecológica), procede apuntar que un prefijo con más arraigo en la hidrología para los fenómenos plurianuales es -hiper y así es que se denominan embalses hiperanuales los destinados a equilibrar la disponibilidad de agua entre años secos y húmedos, pero ese uso no ha conseguido llevar a ese adjetivo a formar parte de los 69 lemas comenzados por hiper que registra el DLE (el enlace solo relaciona los 40 primeros),

La Wikipedia apunta el primer uso de megasequía en un artículo publicado en 1998 por Connie Woodhouse y Jonathan Overpeck y la adopción del calco en español no hace sino reforzar la tendencia a considerar insuficientemente enfático el otrora muy productivo prefijo super-

También nos parece interesante advertir que entre los 17 lemas comenzados por mega registrados en el DLE destaca el uso con el preciso significado de un millón de veces que tiene en las unidades de medida megabyte y su acortamiento mega, megaciclo megaherciomegatón y megavatio. No es así en megafonía y megáfono, megalito, megalítico y megalitismo, megaterio (del lat. cient. Megatherium, y este del gr. μεγα- mega- 'mega-' y θηρίον thēríon 'bestia') y las tres palabras prefijadas con la variante -megalo: megalomanía, megalómano y megalópolis que tiene la variante megápolis.

En cambio, nada tienen que ver con el prefijo que nos ocupa megarense (Natural de Mégara, antigua ciudad de Grecia) y mego, ga (del lat. magĭcus 'mágico'; cf. leon. y gall. meigo; 1. adj. p. us. Manso, apacible, tratable y halagüeño)

Dos más, o sea 19, son los lemas del DLE comenzados por macro que registran un completo dominio del significado de 'grande': macro-, macrobiótico -ca, macrocefalia y macrocéfalo -la, macroconcierto, macrocosmos, macrodatos, macroeconomía y macroeconómico -ca, macroestructura, macrofotografía, macroinstrucción y su acortamiento macro, macromolécula y macromolecular, macronutriente, macroscópico -ca, macrospora y macrosporofila. Un eventual uso del neologismo macrosequía entendemos que tendería a ser interpretado como laque afecta a una gran extensión de terreno.

Pasamos a El País, diario en el que compartimos la opinión que Álex Grijelmo expone en Personas racializadas sobre la ineficiencia  comunicativa de la clonación del neologismo inglés racialize que tanto puede hacer referencia a un trato favorable como discriminatorio por motivos raciales. Una ambigua voz que casi siempre requiere algún tipo de explicación, pero no nos extendemos porque mejor será que lean el artículo íntegro en el Anexo.

La neología humorística cuenta esta semana con una farmacológica aportación de José Luis Martín: el Desmemorial de su tira de La Vanguardia del miércoles.

En el terreno de la eufemística, no podemos dejar de dar cuenta de que hace tiempo que no veíamos una perífrasis tan rebuscada como la que resulta de comunicar el descarrilamiento de un vehículo ferroviario con la expresión “experimentó una interrupción del flujo sobre la vía” (enlace al inefable comunicado de Tren Maya). Adjuntamos la ironía de Magú en el diario La Jornada que además incluye un megamilagro que entronca con el comentario inicial de hoy. 

El interesante artículo Por favor, no más soluciones creativas de Félix Ovejero en El Mundo del miércoles nos ha descubierto el infatuado preámbulo del Estatuto de Andalucía. La tierra «donde se ha configurado como hecho diferencial un sistema urbano medido en clave humana». ¡Telita!

Volvemos al lenguaje del humor con la observación de Ramón del lunes sobre la coincidencia de las siglas del Partido Socialista de Cataluña y de Pedro Sánchez Castejón

Sigue el paronímico infruta que Mortiner puso en boca de la autora del polémico "me gusta la fruta".

En la primera parte de la semana en viñetas ya incluimos la viñeta sobre Putin que Vergara convirtió el lunes, así es el activismo humorístico, en una pulla contra JMª Aznar apoyada en las infatuadas palabras que el dirigente del PP pronunció en la comisión parlamentaria de investigación de los atentados de Madrid del 11-M de 2004: «Los que idearon estos atentados no están en desiertos remotos ni en montañas lejanas». Aprovechamos para repescar la viñeta de Peridis del pasado sábado con la misma cita que dejamos sin reseñar en el lingüístico apunte precedente publicado ese mismo día.


Vamos ahora con Ricardo que inspira su viñeta de hoy en el comienzo del famoso poema La moscas de Samaniego.


Y, a falta de más viñetas de inspiración literaria, excluido de ese género el abundante humor bíblico de estos días, concluimos con la combinada ironía de JM Nieto sobre la normativa laboral y los premios literarios publicada en el Abc del jueves.





PS - Una recomendable lectura





Anexo

Álex Grijelmo (El País, 29/3/24)

El término se aparta de la morfología habitual, y no se entiende a la primera. Es fruto del anglocentrismo reinante


El sufijo -izar es muy productivo en español. Entre otras posibilidades, ha creado verbos a partir de adjetivos, con sus consecuentes participios en -izado: ilegal, ilegalizar, ilegalizado; normal, normalizar, normalizado; ágil, agilizar, agilizado.

Cualquier hablante entenderá generalmente (aunque haya salvedades) que en las formaciones de verbos transitivos se transfiere al complemento un resultado de la acción significada en la raíz (interpretación causativa). O sea: “ilegalizar” equivale a “hacer ilegal”; “normalizar”, a “hacer normal”; y “agilizar” es lo que desearíamos para la burocracia, que se convirtiera en ágil. Se deduce aquí que el complemento directo del verbo, implícito o explicito, transforma su estado: se ilegaliza lo que no era ilegal, se normaliza lo que no era normal, se agiliza lo que era una absurda pesadez.

A ese sistema han llegado últimamente el verbo “racializar” y su participio y adjetivo “racializado”. Si deducimos los mecanismos morfológicos más esperables, esta formación se puede entender como el resultado de “racializar”, que a su vez significaría cambiar el estado de alguien para quedar convertido en… ¿racial?, ¿en raza? Sin embargo, no parece que las personas racializadas hayan sido transformadas de pronto en raciales. Sí se podría racializar una música: aquella cuyo ritmo se transforma para dotarla de rasgos étnicos. Pero racializar a una persona, que ya tiene una raza…, me ocasiona dudas.

“Racializar” es clonación del neologismo inglés racialize, que no hallo en los diccionarios inglés-español en papel pero sí en internet: el Cambridge: “Hacer o creer que la raza es una característica importante de un grupo de personas, de una sociedad o de un problema”. El Collins: “Dar un tono o contenido racial”. El Merriam-webster: “Dar un carácter racial”. Por su parte, la FundéuRAE lo hace equivaler a “dar una interpretación racial a algo”, “clasificar o identificar algo o a alguien en función de su pertenencia a un grupo étnico”. Y Moha Gerehou, especializado en informar sobre racismo y que escribe en eldiario.esaportó esta definición: “Alguien que recibe un trato favorable o discriminatorio en base a la categoría racial que la sociedad le atribuye”. Con arreglo a esas definiciones, una persona racializada puede ser alguien a quien se ha hecho creer que la raza es un rasgo importante suyo; o alguien a quien se ha dado un contenido o carácter racial; o quizás a quien se ha clasificado por su pertenencia a un grupo étnico; o que recibe un trato distinto por la raza que otros ven en ella.

No sabría con cuál quedarme. Y tampoco sabría encajar todo eso en las informaciones que hablaban de Athenea Pérez como “primera representante española racializada en concursar para Miss Universo”, por ejemplo.

Sea como fuere, y aunque se puedan aportar otros argumentos gramaticales, si yo estuviera encargado de una campaña contra el racismo preferiría no utilizar en ella un término alejado de la descodificación más sencilla que activarán mis destinatarios, que no se entiende a la primera y que en cada caso requiere una explicación; aunque para eso tuviera que apartarme del anglocentrismo reinante en los movimientos sociales hispanos. Quizá no fuera mala idea volver a términos que todos entendemos: personas discriminadas, personas definidas por sus rasgos físicos, personas que sufren racismo. Y si no hubiera ocurrido nada de eso, como sería de desear en el proceso de elección de Athenea Pérez, simplemente personas de raza negra. Las palabras comprensibles ayudarían en la batalla. Las incomprensibles nos alejan de ella.




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