martes, 15 de septiembre de 2020

Parejas para algunas portadas de 'Tio Vivo'


No hace mucho veíamos en el apunte Pareo de portadas de la revista The New Yorker (20ª septena) diversas versiones del "gag visual" de los recién llegados al playero veraneo playero. Una comparación que nos permitía comprobar como hay creatividades aptas para prestar sus servicios tanto en la portada de la atildada The New Yorker como en el popular TBO. Comenzamos por recordar las interpretaciones de William Galbraith Crawford (TNY, 20/7/1935) y Cifré (extra de verano de 1974 de TBO).


Bastante tiempo antes, en el apunte titulado Tuquoques fashionistas publicado hoy hace justamente un lustro, ya habíamos destacado las similitudes entre algunas portadas de la revista neoyorquina y una de otra popular publicación española de historietas. Pasamos a recordar como vio Peñarroya el "efecto percha" en nº 0 de la segunda época de Tío Vivo, etapa iniciada en 1961 tras la adquisición de esa cabecera por la editorial Bruguera, y como lo hicieron Helen E. Hokinson (18/5/1940) y Ian Falconer (10/9/2012) en The New Yorker, si bien en este segundo caso reforzando el gag con unas ostensibles modificaciones del modelo lucido.


 

La historia de Tío Vivo comenzó cuando un grupo de dibujantes de la Editorial Bruguera (Escobar, Peñarroya, Conti, Cifré y Giner) decidieron abandonaron esa editorial para recuperar el control de los derechos sobre sus creaciones, a cuyo efecto fundaron en 1957 la cooperativa D.E.R. (Dibujantes Españoles Reunidos). A partir de ahí nació Tio Vivo, dirigida a un público adulto e inspirada en la argentina Rico Tipo, que fue publicada bajo el sello Crisol hasta el número 146. Tras ser adquirida por Bruguera en 1960, esta editorial continuó con la publicación en esa primera época hasta el número 181 (enlace a la colección en Tebeosfera).

Otra portada de esa primera etapa que cabe emparejar con otra del semanario TNY es la del nº 14 (1/9/1957), realizada por Peñarroya, que guarda claro paralelismo con la de Robert Sikoryak del 19/5/1997. Pero resulta muy significativo que aquí fuera el fútbol el desencadenate del desmelene de la dama y en The New Yorker fuera el ballet.

 

En 1961 Bruguera dio inicio a la segunda época, en la que reinició la numeración que llegaría hasta el 1.042 publicado en 1981 (enlace a la colección de portadas). Una de las portada de la pareja TNY tuiteada el pasado sábado, la de Perry Barlow (15/2/1958), nos da pie para hacer un dúo con la del Tío Vivo de 14 de enero de 1963 ilustrada por Roberto Segura.

 

Y en el reciente Pareo de portadas de la revista The New Yorker (22ª septena) encontramos una ilustración de portada de Gahan Wilson (31/7/2006) que casa bastante bien con la más agresiva representación de una amenazante abeja realizada por Sagasta en el extra primavera 1974 de la revista española que hoy nos ocupa. 

  

Si han consultado la colección de portadas de la primera época de Tio Vivo anteriormente enlazada, seguramente habrán advertido el cambio de estilo introducido a partir del nº 51 (18/5/1958) en que las ilustraciones pasan a tener base fotográfica. Una técnica que no debió de tener una gran acogida porque tan solo se prolongó hasta el nº 76 (9/11/1958), pero ahora nos da pie al divertimento de rastrear las fuentes iconográficas.

Como primer ejemplo traemos la tapa del nº 63 (10/8/1958) que recrea la imagen de Brigitte Bardot en un posado para Philippe Halsman realizado en París en 1951. Aparte de la adición de unas gafas, adviértase el refuerzo de pelo tapando el hombro y la atenuación del pecho asomando por el escote. El caballero parece claramente creado a partir de alguna imagen de Alberto Sordi, que solo recordamos trabajara con la actriz francesa en 'Mi hijo Nerón' (1956) donde el luce un bien diferente barbado aspecto.

 

La del nº 69 (21/9/1958) está realizada a partir de un fotograma de una escena de Brigitte Bardot y Charles Boyer en la película La Parisienne (1957). Pero dudamos que, caso de que llegara a conocerla, el actor francés quedara conforme al verse recreado con el bobalicón gesto de sorpresa que le adjudicó el artista de turno.     

 

Aquí lo dejamos por hoy, pero dejamos abierto el apunte para algún futuro añadido. 





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