La palabra calambur es un galicismo de discutida etimología que da nombre en español a los reagrupamientos silábicos que producen un cambio de significado. Es, por tanto, una elaborada forma de dilogía o doble sentido. La que, en el caso de este blog, permite interpretar su ovetense título como una invitación a que el lector se mire sus "tideces" o, alternativamente, como un mandato de que sea un personaje con el extravagante nombre de Stideces quien vaya a donde corresponda.
Procede comenzar por apuntar que el "progenitor" francés de nuestro calambur, el término calembour (arc. calembourg), tiene en esa lengua un significado más amplio que abarca un amplio espectro de ingeniosidades verbales. Tampoco tiene la palabra española un equivalente específico en inglés, un idioma que aplica el genérico pun a todo tipo de juegos con los dobles sentidos. Una circunstancia que es frecuente ver avisada con la claúsula “pun intended”.
Quizá por contagio de esa mayor amplitud semántica de otras lenguas, no es raro ver aplicar la denominación calambur a otros juegos de palabras. Así ocurre, por ejemplo, en el epígrafe 8.3.3. del prolijo recopilatorio ludolingüístico de Màrius Serra titulado Verbalia (Ed. Península, 2000). Pero la Real Academia se mantiene firme, al menos de momento, con la estricta definición “Agrupación de varias sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen”. Y lo ilustra con el ejemplo “este es conde y disimula” que fue incorporado en la 23ª edición (2014) en sustitución del paremiológico “plátano es/plata no es” anteriormente utilizado. Eso a la par que se retocaba ligeramente la definición que antes decía “Agrupación de las sílabas de una o más palabras de tal manera que se altera totalmente el significado de estas”. Coincidimos en que el totalizador adverbio resultaba demasiado riguroso.
El primer uso documentado en francés de su versión de este término, se encuentra en una carta de Denis Diderot a Sophie Volland fechada el 1 de octubre de 1768. Posteriormente, fue objeto del artículo «KALEMBOUR, ou CALEMBOUR» escrito por el Marqués de Bièvre para el tercer tomo del Supplément à l'Encyclopédie publicado en 1777. Y es que este noble, cuyo nombre era François Georges Maréschal, hijo de quien fuera primer cirujano, y también confidente, de Luis XIV, gozaba de notable fama en la corte de Luis XVI por sus agudezas verbales. De hecho, en el citado artículo incluye algunas menciones a sus propias creaciones, como la 'Lettre écrite à madame la comtesse Tation' (contestation) que había publicado en 1770 con el seudónimo Sieur de Bois-Flotté.
La referencia más antigua que aporta sobre estos juegos de palabras es la 'Histoire de ma Mie de Pain-Mollet' publicada en 1630 por el sr. Devaux dos Caros ('dos caroz' son, en occitano, dos caras), un seudónimo que suele asociarse con Adrien de Monluc.
El artículo de la Enciclopedia no da, sin embargo, ninguna pista sobre la etimología del término que ese inventario del saber encuadra en la letra k. Entre las diversas teorías existentes, algunas que buscan el origen en otros idiomas, como en la expresión italiana calamo burlare (burlarse con la pluma) o en la palabra árabe kalembusu (palabra equívoca). También hay quien lo entronca con expresiones dialectales del francés como calender (en Picardía, decir tonterías) o calander (en Lorena, chismorrear).
Otras especulaciones apuntan al nombre de la localidad de Kahlenberg, que habría tenido un párroco, hay quien precisa que hacia 1300, célebre por el empleo de juegos de palabras. O al conde de Kalemberg, un embajador de Westfalia en la corte de Luis XVI cuyo escaso dominio del francés habría sido fuente de frecuentes equívocos. Aunque aparte de esa enciclopédica preferencia por la k, ningún argumento sólido apoya estas teorías, este último personaje sí que tiene base histórica. En el ''Noticel armoriai du Bibliophile' de Joannès Guigard se registra un conde Henri de Kalemberg, "chambellan de l'Empereur, général mestre de camp, seigneur de la Cliambre de l'Électeur de Saxe", nacido el 10 de febrero de 1683 y muerto el 27 de abril de 1772 (fuente: "Le marquis de Bièvre, sa vie, ses calembours, ses comédies, 1747-1789. Avec une héliogravure et cinq gravures hors texte", pág 48, una biografía escrita por su descendiente el conde Gabriel Marechal de Bièvre).
Para completar la referencia a Bièvre, cabe añadir que el abad Delille compiló en el libro "Biévriana ou jeux de mots de M. de Biévre" (1801) una buena parte de sus creaciones [1]. Una extensa producción que, a ojos de algunos, le convierte en el "padre" de estos divertimentos que más adelante serían severamente criticados por Voltaire. El adjunto grabado, realizado a partir de un retrato de Duplessis, procede de la antes citada biografía.
Nos vamos ahora hasta el siglo IV a.C en busca del primer calambur del que se tiene noticia. Una pieza creada a partir de un elemental jeroglífico que más cabe considerar mero pictograma. Es Plutarco quien menciona en su biografía de Alejandro Magno, la que emparejó con la de César en sus famosas “Vidas paralelas” (tomo VI; pág. 57;8 en la ed. Biblioteca Clásica Gredos), una decisiva revelación que el rey macedonio habría recibido mientras dormía:
Alejandro tuvo otra visión en sueños: se le aparecía un sátiro a lo lejos que parecía querer juguetear con él, pero que se escabullía cuando intentaba atraparle, y que finalmente, a costa de muchas súplicas y carreras, caía en sus manos. Los adivinos, separando la palabra sátiro, le dijeron no sin cierta verosimilitud: «Tiro será tuya». Y todavía se enseña una fuente junto a la cual creía Alejandro haber visto al sátiro en sueños.
Lo que advirtieron los adivinos es que la descomposición de la palabra griega original satyros en la forma sa Tyros significa «Tiro (será) tuya». Y, efectivamente, el asedio de esa ciudad concluyó en agosto del 332 a. C con una terrible masacre.
Sólido de Constante II con su primogénito y sucesor, Constantino IV (ca. 655) |
Abu'l-A'war llegó a la costa del Monte Finike en Licia, donde libró una batalla naval contra el emperador Constans y su fuerza expedicionaria romana. La noche anterior, el emperador se había visto en Tesalónica en un sueño. Cuando se despertó se lo contó a un intérprete de sueños, que le dijo “Emperador, ¡ojalá no se hubiera dormido y tenido ese sueño! Su presencia en Tesalónica significa ‘Deja a otro la victoria’. O sea, la victoria se inclina en favor de tu enemigo”.
Una interpretación derivada de la descomposición del nombre de Tesalónica (Θεσσαλονίκη) en tres palabras de grafía próxima que componen el significado “Da a otro la victoria” [θές ά ᾶλλώ νίκη en la transcripción de J.B. Bury en su libro ’A history of the later Roman empire from Arcadius to Irene (395 A. D. to 800 A. D.)’ del año 1889].
Y, efectivamente, Constante no solo resultó vencido en la que ha pasado a la historia como Batalla de Finike, sino que a duras penas pudo salvar su vida. Finalmente, consiguió escapar del enemigo recurriendo al ardid de intercambiar su uniforme con el de uno de sus comandantes, que pereció en su lugar.
Nos apartamos ahora de la estricta definición de calambur que venimos siguiendo, para comentar un elaborado caso ya mucho más moderno. Se trata del traductorio juego de homofonía que está detrás del escueto mensaje Peccavi atribuido a Sir Charles James Napier. Un militar que desempeñó el puesto de comandante en jefe del ejército de las indias en la entidad administrativa británica conocida como Presidencia de Bombay. Se supone que habría enviado ese latín en 1842, para comunicar que había acabado con el levantamiento de la provincia india de Sindh (entonces conocida como Scinde, que hoy forma parte de Paquistán). Una acción que convirtió en conquista de ese territorio, excediendo ampliamente las órdenes que había recibido que tan solo le exigían neutralizar a los insurrectos dirigentes musulmanes.
"Peccavi", en latín "he pecado", es una ingeniosa forma de comunicar la conquista de Sindh, a la par que una referencia al exceso de celo aplicado. Y es que en inglés se traduce como "I have sinned", expresión homófona con "I have Sindh", que significa "tengo Sindh".
Ese juego de palabras apareció publicado en el número del 18 de mayo 1844 de la revista Punch en una breve nota titulada 'Foreign Affairs' que puede verse en el adjunto recorte (Vol VI, pág. 209; en el enlace puede comprobarse que nada de bajo una caricatura de Napier, como se dice en la Wikipedia en español).
Pero la verdadera autora de esa ingeniosa expresión [ojo con esto Màrius], fue la todavía adolescente Catherine Winkworth, cuya ocurrencia no dudo en publicar la revista Punch con la apócrifa atribución a Napier.
Como apócrifo es, también, el calambur más famoso de la lengua española. El atribuido a Francisco de Quevedo, de quien se dice que habría llamado coja a la reina Mariana de Austria, la segunda esposa de Felipe IV, presentándose ante ella con unas flores que le habría ofrecido diciendo "Entre el clavel blanco y la rosa roja, Su Majestad es coja". Un episodio carente de cualquier sustento factual, que suele presentase adornado con un supuesto previo cruce de apuestas sobre el éxito de la empresa asumida por el osado escritor.
Y una vez llegados a tan insigne literato, la extensión ya alcanzada hoy nos aconseja dejar para otro día el recorrido por algunos de los más famosos calambures de la literatura española. De ello se ocuparán, ya la próxima semana, nuestro colaboradores Cal&Bur.
[1] La inmensa mayoría de este tipo de juegos son intraducibles, pero vamos a citar algunas creaciones de Bièvre, basadas en la homofonía, que son fácilmente comprensibles con un mínimo conocimiento de la pronunciación del francés.
A la supuesta pregunta de Luis XVI, «Savez-vous, Marquis, de quelle secte philosophique sont les puces?», habría contestado: «Eh bien, elles appartiennent à la secte d’Épicure» (des piqûres). Ello para rematarlo con «Sire, c’est bien normal, comme les poux sont de la secte d’Épictète»(des pique–têtes).
Traducción:
¿sabe vd., marqués, a qué secta filosófica pertenecen las pulgas?
Pertenecen a la de Epicuro [d’Épicure es homófono en francés con 'las picaduras',des piqûres]Es muy normal, señor, del mismo modo que los piojos son de la de Epícteto [homófono con 'pica-cabezas', pique–têtes]
Cuesta creer que el marqués pudiera haber dispuesto parte del arbolado de su jardín para dar sustento a un juego verbal, pero seis tejos necesitaba tener en un rincón del mismo para justificar la frase que se supone allí lanzaba a sus conquistas: «Madame, voici l’endroit des six ifs» (décisif).
Traducción: señora, he aquí el lugar 'de los seis tejos', una frase cuyo final es homófono con 'decisivo'
Ya se ve como las abundantes homofonías que presenta el francés, hace mucho más abundantes en ese idioma, al igual que ocurre en inglés, las piezas en las que no concurre homografía, que es lo habitual en español.
Finalmente, ya un claro equívoco, y no nuestro concepto de calambur, es otra famosa respuesta que Briève habría dado a Luis XVI cuando este le pidió que basara en su real persona uno de esos juegos que se estaban poniendo de moda: «Ah sire, le roi n’est pas un sujet!» [Ah señor, el rey no es un súbdito / sujeto (para calambures)].
Adenda: Miki y Duarte apoyaron su viñeta del 3/2/32, con gran sentido de la oportunidad, en la calamburesca adivinanza del plátano.
Y una vez llegados a tan insigne literato, la extensión ya alcanzada hoy nos aconseja dejar para otro día el recorrido por algunos de los más famosos calambures de la literatura española. De ello se ocuparán, ya la próxima semana, nuestro colaboradores Cal&Bur.
[1] La inmensa mayoría de este tipo de juegos son intraducibles, pero vamos a citar algunas creaciones de Bièvre, basadas en la homofonía, que son fácilmente comprensibles con un mínimo conocimiento de la pronunciación del francés.
A la supuesta pregunta de Luis XVI, «Savez-vous, Marquis, de quelle secte philosophique sont les puces?», habría contestado: «Eh bien, elles appartiennent à la secte d’Épicure» (des piqûres). Ello para rematarlo con «Sire, c’est bien normal, comme les poux sont de la secte d’Épictète»(des pique–têtes).
Traducción:
¿sabe vd., marqués, a qué secta filosófica pertenecen las pulgas?
Pertenecen a la de Epicuro [d’Épicure es homófono en francés con 'las picaduras',des piqûres]Es muy normal, señor, del mismo modo que los piojos son de la de Epícteto [homófono con 'pica-cabezas', pique–têtes]
Cuesta creer que el marqués pudiera haber dispuesto parte del arbolado de su jardín para dar sustento a un juego verbal, pero seis tejos necesitaba tener en un rincón del mismo para justificar la frase que se supone allí lanzaba a sus conquistas: «Madame, voici l’endroit des six ifs» (décisif).
Traducción: señora, he aquí el lugar 'de los seis tejos', una frase cuyo final es homófono con 'decisivo'
Ya se ve como las abundantes homofonías que presenta el francés, hace mucho más abundantes en ese idioma, al igual que ocurre en inglés, las piezas en las que no concurre homografía, que es lo habitual en español.
Finalmente, ya un claro equívoco, y no nuestro concepto de calambur, es otra famosa respuesta que Briève habría dado a Luis XVI cuando este le pidió que basara en su real persona uno de esos juegos que se estaban poniendo de moda: «Ah sire, le roi n’est pas un sujet!» [Ah señor, el rey no es un súbdito / sujeto (para calambures)].
Adenda: Miki y Duarte apoyaron su viñeta del 3/2/32, con gran sentido de la oportunidad, en la calamburesca adivinanza del plátano.
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