miércoles, 22 de agosto de 2018

Calambures (2ª parte: literatura)


Finalizábamos la entrega inicial de esta serie con el famoso calambur atribuido a Francisco de Quevedo: "Entre el clavel blanco y la rosa roja, Su Majestad es coja". Si ese sucedido es con toda probabilidad apócrifo, un verídico fruto del ingenio de tan agudo escritor es, por ejemplo, el incluido en 'El Sueño del Juicio Final'. El primero de sus Sueños que, aunque escrito en 1605, no vio la luz hasta 1627. Este es el fragmento que nos interesa:

Y llegaron unos dispenseros a [1] cuentas, y no rezándolas; y en el ruido con que venía la trulla dijo un ministro:
-Despenseros son.
Y otros dijeron:
-No son.
Y otros:
-Sí son.
Y dióles tanta pesadumbre la palabra "sisón", que se turbaron mucho.

[1] haciendo

Adviértase, también, la dilogía de la palabra cuentas. Las que tanto valen por las dinerarias que van haciendo, como por las del rosario que no usan, por no ir rezando.

Otra contraposición explícita de las dos agrupaciones silábicas puede verse en la segunda estrofa de la letrilla  'Prenderante, si te tapas':

Mil recoletas hay ya
y pecadoras del paño,
porque le quitan hogaño
la seda a la que se da. 

De otro calambur, este implícito en una dilogía, se sirvió Quevedo para incluir en el soneto 'A la venida del Duque de Humena, cuyos Camaradas truxeron muchos diamantes falsos' una referencia a la proverbial afición al vino que se atribuía a los franceses. Así comienza el poema numerado con el CDXLII en el siguiente enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:

Vino el francés con botas de camino
y sed de ver las glorias de Castilla;
y la corte, del mundo maravilla,
le salió a recibir como convino.

En casos como este, en que no se produce la explícita contraposición de ambas agrupaciones silábicas, hay quien habla de calambur in absentiaNo es el caso del romance 'Kalendario nuevo del año, y Fiestas que se guardan en Madrid', en el que se dice en referencia al mes de julio:

Este traidor vende el Río,
la que nada, mucho cuesta:
ellas en agua se bañan
 y enaguas también nos pescan.

Obsérvese nuevamente un doble sentido contiguo, el de la palabra nada que es, a la vez, verbo y adverbio. Manuel Machado retomaría el acuoso juego en 'El pregón de las flores':

¡Niñas...vamos...!
Con las flores de mi ramo
puesto en agua
el crujido de la enagua
y el chasquido
de los besos.

Volvemos al barroco para ver como el ingenio de Góngora también produjo un calambur bien famoso en el curso de la sonada confrontación poética que sostuvo con Lope de Vega (más sobre eso, aunque Gallego & Rey prefirieran recordar en el adjunto sello del año 2002 sus aún más agrias polémicas con Quevedo). Unos versos en los que se refiere con el desdeñoso apelativo de Lopico a quien fuera apodado Fénix de los Ingenios.

Dicen que ha hecho Lopico
contra mí versos adversos,
mas si yo vuelvo mi pico,
con el pico de mis versos
a ese Lopico lo pico.

Adicionalmente, en el apunte Antanaclasis ya señalábamos otra bien conocida creación de Góngora, el con dados ganan Condados  incluido en la letrilla "Dineros son calidad" (1601).

Algunos años después, otro título nobiliario sería objeto del reagrupador juego lingüístico en la comedia Los favores del mundo (1628) del mexicano Juan Ruiz de Alarcón. En la primera jornada de la misma, el personaje Hernando, tras comprobar la cicatería del Conde Mauricio, dice en un aparte:

(¿Este es conde?  —Sí, este esconde
la calidad y el dinero)

Benito Pérez Galdós utilizó en su novela “El caballero encantado” (1909) una variante de ese calambur que, como ya hemos visto, también es el que se utiliza a modo de ilustrativo ejemplo en el Diccionario: “¿Conque dice que es conde? Querrá decir que esconde algo”.

Algo menos lograda resulta, por excedente de una final letra, la frase final de Antonio en la comedia 'El vergonzoso en palacio' de Tirso de Molina. Una obra de teatro que los especialistas fechan entre 1606 y 1612.

Sospecho, prima querida,
que de mi contento y vida
Serafina será fin.

Un juego que, sin embargo, queda planchado en la frase 'Ser afín a Serafina'Poco anterior es 'La discreta enamorada' de Lope de Vega, una pieza teatral escrita en el año 1604 que pone en boca del capitán Bernardo:

Y dándome Dios salud, esta misma barba anciana servirá de barbacana al fuerte de tu virtud.

Lo cierto es que la dupla barba cana/barbacana fue bastante popular y también se encuentra, por ejemplo, en la 'Floresta española' (1574) de Melchor de Santa Cruz (A un alcaide que le vino a decir que le habían toma la fortaleza N y traía una barba blanca, muy larga, le dijo: «Perdísteme la fortaleza y guardaste la barbacana»), en 'La pícara Justina' (1605; "...que hace ungüento y liga para que el rey negro restaure su barbacana") o en el romance 'Los Borrachos' (Gobernado están el mundo...) de Quevedo:

No hay barba cana ninguna,
porque aun los castillos pienso
que han teñido ya las suyas
a persuasión de los viejos.

Dos más de Lope. El primero de la comedia 'Servir a señor discreto' no alcanza la concordancia en número.

Girón:
Toda es trazas la pobreza.

Don Pedro:
Es trazas, Girón, y estraza
que se pasa con cualquiera
tinta que la prosa escribe.

Y un segundo, este en forma de equívoco, de 'El gran duque de Moscovia y emperador perseguido'.  

Rodulfo:
De que esperanza me des
estoy muy agradecido.
Tus manos, Isabel, pido;
mal dije, dame tus pies.

Proseguimos con uno del poco recordado Luis Quiñones de Benavente (1581 - 1651) que requiere obviar una conjunción:

También me dixo que Adán
del limo y nada fue hecho.
¿Pues, si fue de limonada,
cómo tuvo carne y huesos?

Una interesante contraposición se produce en el antepenúltimo verso del parlamento con que Rosaura da inicio, vestida con hábito de hombre, 'La vida es sueño' (1635) de Calderón de la Barca:

Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas;
y apenas llega, cuando llega a penas.

Un notable caso de dilogía, nuevamente basada en un calambur, es el reseñado por Baltasar Gracián en el Discurso XXXIII, precisamente titulado "De los ingeniosos equívocos", perteneciente a su tratado de retórica "Agudeza y arte de ingenio" (1648).

«Aun la palabra equívoca no se pronuncia, sino que se alude a ella, cuando el respeto lo pide, y el entendedor es bueno. Paseando un día los dos católicos consortes por un camino que estaba lleno de malvas a un lado y otro, iba comunicándole un negocio grave el rey Don Fernando a su prudente Isabela, y declarándole su intento, dijo la reina: Señor, si el camino por donde vamos os hubiera de responder, ¿qué dijera? Diose por entendido el discreto monarca, y celebró la de su gran consorte.»

Un nuevo caso, como algunas de las anteriores barbacanas, el convino de Quevedo o el mal dije de Lope, en que el doble sentido no procede, como es habitual, de la polisemia de una palabra, sino que requiere practicar la alteración silábica que estamos tratando para dar con el floral mensaje 'mal vas'.

De Cervantes es particularmente notable el incluido en un parlamento de Erastro en 'La Galatea' (1585):

Los unos me mandan que tome no sé qué bebedizos de paciencia; los otros dicen que me encomiende a Dios, que todo lo cura, o que todo es locura

Con una forma menos acabada, por intromisión de una ese, lo utilizó asimismo en el famoso poema ¿Quién menoscaba mis bienes? del Capítulo XXVII del Quijote:

Y sus males, ¿quién los cura?
       Locura.

Una locura que ha dado pie a la brillante variante doble de anónima autoría "Yo lo coloco y ella lo quita" (Yo loco, loco, y ella loquita). Otra versión es 'Si yo lo quito, ella lo caza'. 

Y superadas ampliamente las mil palabras que solemos fijarnos como demasiadas veces incumplido objetivo, les emplazamos a seguir repasando, ya en una próxima entrega, otros de los muchos calambures que moran en nuestra literatura.




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