sábado, 25 de agosto de 2018

Cosas de la lengua 34/2018


El Martes Neológico publicó, con algo de retraso sobre lo que es habitual, un artículo dedicado al ya veterano sintagma agujero negro. Una expresión cuyo origen fecha Manuel Fernando Pérez Lagos en 1968, a la par que explica que anteriormente esos "lugares invisibles del espacio cósmico que, según la teoría de la relatividad, absorben por completo cualquier materia o energía situada en su campo gravitatorio" eran denominados estrellas colapsadas (o en colapso gravitatorio) e, incluso, estrellas congeladas.

Stephen Hawking, el gran estudioso de los agujeros negros,
sostenía que, después de todo, no eran tan negros
(ello debido a las "fugas" de radiación en su bordes)
Diccionarios de inglés como el Merriam-Webster remontan el origen de la expresión a 1964, año en que fue utilizada por la periodística científica Ann Ewing en el artículo "'Black Holes' in Space". Una reseña, publicada en el semanario Science News, sobre el congreso de la American Association for the Advancement of Science celebrado en Cleveland. Algo escucharía por Ohio.

Sin embargo, en muchos sitios, como es el caso de la Wikipedia en español, se asigna la paternidad a John Wheeler por el uso que hizo de esa denominación en una conferencia celebrada en 1967 (ref.).

El primer artículo de divulgación en español que hemos encontrado es el titulado 'El agujero negro, un fantasma del espacio', que fue publicado por Luis Bru en el Abc del 23 de enero de 1972.

También hemos visto en La Vanguardia del 3 de julio de 1971 un poco comprensible uso, al menos desde la óptica de hoy en día, para hacer referencia a un momento del proceso de reentrada en la atmósfera de la trágica vuelta a casa de la Soyuz XI, una nave espacial cuyos tres ocupantes perecieron

Pero las acepciones metafóricas que pronto se consolidaron fueron las económicas, y así es que en la edición del Drae de 1992 (21ª) ya se incluyó la acepción ‘deuda, falta o pérdida injustificada de dinero en la administración de una entidad’.

De ahí ha pasado a tener otros sentidos figurados, para enfatizar las ocasiones en que se produce una gran pérdida o desaparición de algo, sobre todo cuando ocurre de forma oculta o inexplicable. Pero esta son acepciones no incluidas todavía en el Diccionario, cuyo reconocimiento reclama el autor del artículo.

El Laboratorio del lenguaje del Diario Médico publicó el pasado domingo Lexicity, un artículo dedicado a la página web que se presenta como «primer y único índice exhaustivo de recursos sobre idiomas antiguos en Internet». Una treintena abarca.

El apunte del martes luce el un tanto intimidante título Biotecnología de ondas electromagnéticas de infrarrojo lejano. Un artículo en el que la farmaceútica y nutricionista Marián García desmonta la palabrería con que se vende un producto llamado Whole Water. Elaborado montaje de pseudocientífico marketing dirigido a las mentes más cándidas (que en estas cosas parecen ser muchas, pese la progresión por la pirámide poblacional de la generación presuntamente mejor formada de la historia).

Detallada disquisición la que hace Fernando A. Navarro en el artículo ¿Giardiasis o giardiosis? sobre la denominación correcta de las enfermedades infecciosas y parasitosis. Se nos hacen curiosas las discrepancias entre organismos internacionales, pero nuestras preocupaciones sobre esto se limitan a no padecerlas.

Fundéu comenzó la semana con un recordatorio de que los verbos terminados en -ducir, como reducir, conducir y traducir, presentan formas irregulares en algunos tiempos de su conjugación. Así que ni redució, ni condució, ni tradució: redujo, condujo y tradujo.

El martes dieron por válido el término dolarizar para expresar la acción de ‘oficializarse en un país el uso del dólar estadounidense’. Al día siguiente recordaron que el mar de Alborán, tan presente en las noticias sobre rescates de emigrantes africanos, se escribe con la m de mar en minúscula.

Prosiguieron con un apunte dedicado a explicar que la expresión latina per saltum, que hace referencia al recurso que da acceso a un tribunal superior saltando instancias intermedias, se escribe en cursiva y sin tilde en saltum.

Y ayer viernes completaron su ciclo semanal con la aclaración de que Hawái, con tilde y una sola i, es la hispanización del topónimo inglés Hawaii.

Llamativo postureo se nos ha hecho que la sexóloga Valérie Tasso comience las explicaciones sobre el llamado ‘tea bagging’, publicadas en la revista 'Mujer hoy', con una referencia a Nietzsche. En todo caso, sepan que lo tratado es una 'parafilia de cojones' (pun intended).

Y quizá hayan reparado con nosotros en que, últimamente, apenas se reportan en las noticias heridos muy graves, para enfatizar los considerados críticos que, en no pocas ocasiones, hasta acaban convertidos en el pleonasmo muy críticos. Tendremos que preguntar a las gentes del Diario Médico sobre esta dramatización de los pronósticos.

No somos muy fans de las un tanto monótonas viñetas, tantas veces desarrolladas en torno a una taza de vino, que publica Gogue en el Faro de Vigo. Pero la dilogía de la del pasado día 20 le ha ganado un hueco en esta reseña. Casi inevitablemente, nos ha traído la memoria el inolvidable ¡Henos de Pravia! de La Venganza de Don Mendo (1918) escrita por el paracuellado, por su manifiesta peligrosidad no menor que la de García LorcaPedro Muñoz Seca. Así de trágico fue aquello, sras. y sres. revisionistas. 

También resulta notable que en esta semana en que hemos dedicado dos artículos a los calambures, Fernando Montecruz se haya marcado uno piadoso en una de sus viñetas. Sin llegar al sobrecogedor nivel del supremo calambur político que acaba de quedar dicho (1), nos viene al pelo para la entrega que cerrará esa serie de la que todavía tenemos pendiente de publicar dos artículos más.






(1) Nos traemos desde el CLIPDA CXCVIII una espléndida ilustración de esa "palabra maleta" realizada por Forges:  sobrecogedora versión de 'El caballero de la mano en el pecho'.






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