Para aliviar en alguna medida a nuestros lectores del desastre ocurrido ayer en París, no se nos ha ocurrido otra cosa que compilar algunas imágenes de esa espléndida catedral iniciada en el año 1163 y terminada en 1345.
La imagen exterior de ese templo más antigua que conocemos es la que puede verse en una de las miniaturas de 'Las muy ricas horas del Duque de Berry' (título original francés: Les Très Riches Heures du Duc de Berry), un libro de horas profusamente iluminado por el taller de los hermanos Herman, Paul y Johan Limbourg hacia 1410, que se conserva en el Museo Condé de Chantilly.
Algo posterior es la miniatura 'La mano derecha de Dios protegiendo a los creyentes contra los demonios' (ca. 1452–1460) realizada por el pintor Jean Fouquet para el 'Libro de Horas de Étienne Chevalier'. En la misma, los fieles congregados elevan la mirada hacia la mano de Dios que desciende del cielo, con una representación del París medieval como fondo, en el que son bien reconocibles la catedral de Notre-Dame, la aguja de la Sainte-Chapelle, el puente de Saint-Michel y algunos otros monumentos de la isla de la Cité. Al pie de la página figura una inscripción con las primeras palabras de la plegaria vespertina de las Horas del Espíritu Santo (Fuente Met).
Del propio Fouquet es la miniatura de Las Grandes crónicas de Francia que representa a Dagoberto I refugiado en Saint-Denis, fechada en 1455-1460, en la que puede verse al fondo la catedral parisina.
Otra vista lateral, algo posterior, es la que reflejó Jean Froissart en una miniatura para las Crónicas de Jehan Froissart (ca. 1475) que representa la llegada a París del duque Luis II de Anjou y de su madre María de Blois.
Y para consolarnos, en lo posible, de esa impresionante imagen del derrumbe de la aguja del crucero, vamos a dar un salto hasta el siglo XIX para ver el cuadro del pintor neerlandés Johan Barthold Jongkind ‘Notre-Dame de Paris desde el Quai de la Tournelle’ (1852). Un lienzo que muestra el estado que presentaba el templo tras sufrir los estragos del tiempo y los particularmente notables derivados de la Revolución francesa. Lo comparamos con una vista del aspecto con que hoy amanecía Notre-Dame.
Ya se ve que no es la primera vez que la catedral parisina pierde ese esbelto elemento constructivo. Una pieza que fue desmontada para su reparación a partir de 1786 y no fue recuperada hasta la restauración emprendida en 1846 bajo la dirección de Jean-Baptiste-Antoine Lassus y Eugène Viollet-le-Duc, quien la asumiría en solitario tras la muerte del primero en 1857. Un arquitecto que tuvo un considerable ataque de ego al poner su rostro a la figura de uno de los apóstoles que, además, colocó girado respecto al resto, en complacida contemplación de la obra. Estas cosas no pueden traer buena suerte.
La nueva aguja construida en el siglo XIX, que estaba coronada por un gallo que guardaba en su interior tres reliquias (1), fue colocada sobre un armazón independiente del techo que está sostenido por una base octogonal apoyada sobre los pilares del crucero. Un poderoso entramado de 500 toneladas de madera y 250 toneladas de plomo que permitía alcanzar una altura de 93 metros. Adjuntamos la imagen de unos de los apoyos de esa estructura que tan magnífico combustible ha prestado al incendio de ayer. La acompañamos con otra de la placa conmemorativa de su construcción (enlace a la fuente) y una espectacular vista cenital desde lo alto de la aguja.
Una de las más celebradas ideas de Viollet-le-Duc fue colocar en las torres unas figuras de quimeras (2). Y estos fueron los detalles decorativos que el ilustrador norteamericano "Chas" Addams convirtió en protagonistas, y hasta dio vida a uno de ellos, en la portada de la revista The New Yorker del 17 de julio de 1954. Una ilustración que ya incluíamos en el CLIPDA CXXII: Charles Addams. La acompañamos con una foto de 1853 realizada por Charles Nègre en la que aparece el también fotógrafo Henri Le Secq, posando junto a la estirge conocida como 'Le Penseur de Notre-Dame'.
(1) Una de Saint Denis y otra de Sainte Geneviève, patrones de la ciudad, más un espina de la supuesta corona de Jesús.
(2) Y no gárgolas, como tantos se empeñan en decir siguiendo el error de Disney; esas son las piezas destinadas a evacuar las aguas pluviales.
PS - Estupefactos estamos tras escuchar en Onda Cero al catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona José Enrique Ruiz-Domènec referirse a la Estirge como una gárgola. Un término que el DLE explica que procede del francés antiguo gargoule, derivado de gargouiller 'producir un ruido semejante al de un líquido en un tubo'. No es tragedia menor la de la Universidad española.
Adenda vespertina: no podemos dejar de reseñar la aparición del gallo entre los escombros. Y con todo su preciado contenido.
Adenda vespertina: no podemos dejar de reseñar la aparición del gallo entre los escombros. Y con todo su preciado contenido.
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