jueves, 23 de julio de 2020

Pareo de portadas de la revista The New Yorker (15ª septena)


El comienzo de la cumbre de la Unión Europea nos llevó el pasado viernes a dar preventivo inicio a esta decimoquinta serie con unas ilustraciones de la contrariedad que, por fortuna, finalmente no se produjo. Un estado de ánimo que The New Yorker ha llevado doblemente a su portada con artistas como protagonistas, si bien en el caso de la visión de William Steig (24/8/1963) el contratiempo es de carácter efímero, mientras que en el de Garret Price (2/8/1947) la cosa tiene peor remedio.

 

Lo cierto es que hay artista que se la juegan con los motivos elegidos, como es el notable caso del grupo de la portada de Cem (Charles E. Martin) del 6/8/1960.

Algo más persistente, pero también remediable, era la interferencia sufrida por el pintor representado por Russell Brockbank en la portada de al revista británica Punch de septiembre de 1957. Una publicación en la que William Hewison imaginó otro tipo de artístico contratiempo que bien pudo acabar resultando creativo recurso para ese practicante del expresionismo abstracto.


 

El sábado proseguimos con ilustraciones de la contrariedad, pero esta vez con la decepcionante variante que llamos chasco, que ha sido argumento de portadas de Constantin Alajalov (24/7/1948) y Leonard Dove (28/8/1948).

 

El propio Alajalov, único ilustrador que ha conseguido compatibilizar la colaboración simultánea con The New Yorker y The Saturday Evening Post, llevó a esta segunda publicación una versión galante del desengaño. Una creatividad escenificada en dos tomas que fue publicada en el número del 3 de enero de 1959.

Como la cumbre se prolongaba sin avances, el domingo decidimos cuestionarnos si alguien pudiera estar columpiándose en Bruselas. Y lo hicimos por medio unas ilustraciones, otoñal y veraniega respectivamente, de Edna Eicke (16/10/1952) y Eric Drooker (26/8/2013).

 

Las nocturnas sesiones de la cita bruselense nos llevaron a recordar el lunes las servidumbres que esos horarios imponen los informadores, una interferencia con otras ocupaciones personales que ha sido tratada en las cubiertas de la revista neoyorquina tanto por Constantin Alajalov (11/11/1939) como por Leonard Dove (22/3/1952).

 

El martes llegó, por fin, el acuerdo. Así que pasó a ser el momento de las declaraciones en que todo se mostraron encantados. Esa atención a la prensa es el tema de las portadas de Charles D.Saxon (17/8/1968) y Art Spiegelman (16/2/1998) seleccionadas. Pasados los años, quizá convenga recordar que la posición de los micrófonos de la segunda es una referencia al reprobable affaire de Bill Clinton con Monica Lewisky.

 

La revista MAD también ha publicado su propia versión de ese tipo de microfónicas aglomeraciones. Y ya se ve que es Donald Trump quien resultaba torpemente entrevistado por el habitualmente torpe Alfred E. Neuman en el número de junio de 2017. 


Una segunda pareja, que no llegamos a tuitear,  puede formarse con otras concentraciones de micrófonos del semanario neoyorquino, pero dispuestos de forma menos amenzante en un atril, como ocurre en las portadas de Peter Arno del 22/6/1940 y 10/7/1948.


 

Ayer miércoles, con nuestros dirigentes un punto eufóricos con esos dineros que pronto se verá que no darán para tanto, optamos por dos visiones de proyectos de futuro de Constantin Alajalov (20/7/1946 y 15/5/1954).

 

No podemos dejar de apuntar que el dibujante de origen ruso también desarrolló una nocturna creatividad de esa ensoñadora tipología en The Saturday Evening Post (15/8/1959).

Y tampoco queremos dejar de señalar que, si de proyectos constructivos se trata, la tapa más ingenieril del semanario neoyorquino seguramente es la del 9 de septiembre de 1991. Una ilustración  en la que Kathy Osborn representó a John Augustus Roebling imaginando el puente cuyo diseño comenzó en 1867, pero cuya construcción no llegaría a ver iniciada. Unas obras que fueron dirigidas por su hijo Washington Roebling, que después de sufrir un accidente descompresivo en los peligrosos cajones de cimentación utilizados,  tuvo que hacerlo por medio de su esposa. Recordamos que el apunte El puente de Brooklyn en The New Yorker (más las cosas de un bromista escultor) colecciona las portadas más destacadas con presencia de esa magnífica estrutura.

 

Durante casi un siglo que se prolongó hasta los años cincuenta, la única forma barata de copiar planos fue la técnica del cianotipo conocida en inglés como blueprint. Una denominación que, por extensión, se aplica en ese idioma a los propios proyectos o, en general, a los planes de acción. Adviértase que el padre de familia de la primera tapa de la pareja de Alajalov previamente mostrada  sostiene en sus manos uno de esos azulados planos.

Otro ejemplo de presencia de uno de eso característicos planos es la adjunta ilustración de Julian De Miskey para la portada del 7 de mayo de 1949.

Y el característico aspecto de esas copias de planos han lucido algunas portadas de la revista neoyorquina, como la ilustrada por Rea Irvin (4/5/1940) que muestra un proyecto agrícola en el que pueden verse unas cuantas variedades de manzanas, incluida la McIntosh que inspiró el nombre Macintosh que Apple dio a una exitosa línea de ordenadores personales (la inserción de una a see realizó para evitar conflictos con la firma de equipos hi-fi McIntosh Laboratory). 

Más plano es, en propiedad, el del admirado velero que Charles E. Martin (13/1/1962) aprovechó para difundir un poco de terminología naval. Y esa ilustración es la que hoy hemos emparejado con el blueprint de un newtoniano  lanzador de manzanas ideado por Christoph Niemann (20/5/2013) con el que concluimos esta decimoquinta serie.






PS - Omitimos reseñar la buena pareja que hace la ilustración de CEM con el plano naval de la portada de Fortune de septiembre de 1934 firmada por Wood. Añadida queda.





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