Comenzamos esta nueva edición de nuestros habituales recorridos sabatinos con Lola Pons, que dedicó su colaboración radiofónica del jueves a las Tildes incorrectas. Una intervención que comienza con la advertencia de que, en puridad, acento tienen todas las palabras, no así el símbolo propiamente denominado tilde.
La primera fuente de improcedentes tildes que cita es la analogía, una forma de contagio que conduce a ponerlas, por ejemplo, en ti. En ese concreto caso un proceso de mimetismo con el pronombre mí que sí la requiere para diferenciarse del adjetivo posesivo mi (doble papel que no se produce en segunda persona con tu y ti). Otro contagio frecuente que apunta es el que se produce en las palabras esdrújulas con formas en singular llanas (examen, exámenes). Y particularmente curiosa nos ha parecido la referencia al apellido Feijoo, que procede no tildar, aunque sus usuarios suelan hacerlo por costumbre amparada en las tradicionales prerrogativas ortográficas concedidas a los nombres propios.
No podía faltar una mención a la moderna escritura unificada de solo, ya sea adjetivo o adverbio, que algunos destacados escritores desatienden con cierta ostentación. Y con ser el contexto casi siempre suficientemente clarificador, cabría aducir el notable contraejemplo que aporta el chiste de café solo. En cuanto al monosílabo guion, tenemos que reconocer que alguna vez se nos escapa con acento (acabamos de aprovechara para corregir algunos que se nos habáin colado en pasados artículos), pero lo que nos parece toda una bendición es que el castellano abandonara el acento grave. Curioso colofón musical resulta 'El reguetón de las tildes' de Javi Amroto que nos ha llevado a echar de menos previos poéticos finales.
La catedrática sevillana publicó ayer en El País 'Hablar claro, según Trump'. Una breve aproximación al simplismo y bajo refinamiento expresivo del lenguaje del expresidente de Estados Unidos que, sin embargo, no vemos tan privativo de los populismos. O quizá sea que ya casi todo es populismo en la política.
Buena parte del artículo se ocupa del recurso de Trump a los motes, pero nos parece un poquillo perverso remitir a los lectores a un texto enlazado para descubrir que Ron De Santis es para su “compañero” de partido ‘Ron De-Sanctimonious’ (en propiedad ‘el santurrón’, más que ‘el mojigato’; hay matices claramente diferenciales). Adjuntamos la ironía de Bill Day.
Apunta la lingüista que hemos permitido que la corrección política y el eufemismo retorcido oscurezcan el discurso público. Y precisamente esta semana hemos visto a Feijóo llevarse un buen revolcón a cuenta de su fallido intento de desinflamar el debate guerracivilista con una ciertamente ñoña referencia la guerra civil como “nuestros abuelos se pelearon”. Vergara y J. Morgan, habitualmente muy atentos a las pifias de predeterminados políticos, no tardaron en sacarle punta al asunto.
Hablando de Cataluña, a ver si adivinan sin recurrir a la ayuda que enlazmos el único anagrama con significado que tiene el NyapuTaspa que luce habitualmente un colaborador de la tele pública férreamente controlada por el independentismo.
Saltamos a Galicia para mostrar un buen ejemplo de viñeta intraducible, como es la que Luis Davila publicó el martes en Faro de Vigo. Y ello porque farol (plural farois) tiene una acepción estrictamente gallega que se aplica al ‘‘marisco con mucha agua y poca ‘chicha”.
El coñazo que está dando el ecoactivismo más necio suscitó el pasado domingo un "activista en la sopa" en la tira de Alberto Calvo en el Heraldo de Aragón. Un dibujo que nos ha traído a la memoria la visión de esa expresión de Tomás Serrano del pasado 8 de octubre.
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