Reanudamos con Lola Pons el lingüístico recorrido iniciado en la noche de ayer. La catedrática sevillana dedicó su sección de los miércoles en la Cadena Ser a las Palabras de moda. Una intervención que comienza apuntando que la innovación lingüística no solo consiste en la incorporación de nuevas palabras o significados, sino también en los cambios de frecuencia. Excelente ejemplo ese relato ahora omnipresente en el lenguaje de la política, posteriormente complementado con hoja de ruta, resiliencia o sororidad.
No menos interesantes son las referencias al cambiante vocabulario juvenil, fenómeno ejemplificado con los actuales tener un crush, en plan, o el multiuso fantasía, contrapuestos a los añejos (ma non troppo) guay, churri o guateque (otros "caídos" citados en una segunda tanda son fofisano, yupi, metrosexual [que llegó a colarse en DLE tras una, quizá, insuficiente "cuarentena"] o el ahora devenido autorreferente demodé). Y es que el vocabulario es el elemento del lenguaje más permeable a la moda, mientras que los sonidos serían, en interesante metáfora, el fondo de armario.
Curiosa mención resulta la del antecedente autóctono muedo de la voz moda, voz, esta segunda, importada en el siglo XVIII del francés, ambas derivadas de la misma raíz latina modus. Y sección para guionistas de 'El secreto de Puente Viejo' es el recordatorio de las sustituciones de alcoba por dormitorio, desamparar por abandonar y aina por rápido. Lo que no tenemos noticia de que se utilice por el norteño solar de nuestra redacción es el se viene que tanto incomoda a la lingüista andaluza.
El verso "mi moda es no ir a la moda" justifica la elección como lírico final del poema de Gloria Fuertes "Yo soy así", aunque sea sometido a la amputación de algunos versos que se nos hace inexplicable.
Vamos ahora con la semanal colaboración de Dª Lola en El País, que este jueves llevó por título Adicciones poco sustanciosas. Y así son las que detecta en las formaciones políticas con el sentido con que adicción ingresó en el Diccionario de la Real Academia en 1983.
Eso cuando el adjetivo adicto está en los diccionarios desde fines del XVIII. Y tan popular fue en los vaivenes políticos posteriores a la Guerra de Independencia que los cronistas llegaron a quejarse de la pesadez de que se usara tanto ese adjetivo derivado de addicere, que en latín significa “dedicar”. Transcribimos la definición de adicto incluida en el Diccionario de 1780: adj. Dedicado, muy inclinado á alguna cosa. Dícese mas comunmente del que lo es á su propia opinion, ó á la agena, y la sigue con tenacidad. Addictus, deditus.
Coincidimos con la profesora en que hay expresiones públicas de adhesión que más bien parecen de adicción, pero nos ha desconcertado que recurra al verbo detentar, que denota ilegitimidad, para finalizar ese artículo cuya ilustración es puro "Lo País" (si el paradigmático trumpismo, que nos parece óptima imagen de lo tratado, parece demasiado lejano, basta comparar el resultado de googlear sanchismo y casadismo). La alternativa gráfica que proponemos es de Ann Telnaes, colaboradora del diario The Washington Post.Siguió un recordatorio de que las siglas de tasas e impuestos se escriben con mayúsculas (IVA, IRPF, ...), pero, cuando se desarrolla el significado, las palabras que las integran se escriben con iniciales minúsculas si son nombres comunes: IVA es la sigla del impuesto sobre el valor añadido,
El miércoles apuntaron que las formas entretanto y entre tanto son ambas correctas y sinónimas. El siguente artículo recordó que el sustantivo malpaís, que alude al ‘campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida’, se escribe en una una palabra, no mal país. Oportuno momento para recomendar un interesante hilo de Tuitero del Teide en el que explica que no todas las lavas devienen malpaíses. Cuando son muy calientes y fluidas (pahoehoe, del hawaiano pāhoehoe, que significa "suave"), pueden formar superficies lisas, en las que se puede caminar hasta descalzo, conocidas en Canarias como lajiales.
Para concluir este ciclo semanal, los urgentes del lenguaje optaron por la recomendación de utilizar clase magistral, mejor que master class. Pero tiene su aquel que este sintagma solo se escuche últimamente asociado a la cocina.
Una reciente tira de César Oroz, que fue seguida pocas horas después por una relacionada viñeta del dibujante estadounidense Michael Ramirez, nos da pie a comentar el conocido como síndrome de la rana hervida. Una analogía que se utiliza para describir la falta de conciencia ante problemas que progresan con una lentitud que dificulta percibir graves daños a largo plazo. Y es que está comprobado experimentalmente que una rana que es introducida en agua hirviendo salta para escapar de la misma, mientras que si se la pone en agua tibia que luego se lleva a ebullición lentamente, se cocerá hasta la muerte sin tratar de escapar.
Advertimos que el artículo de la Wikipedia en español que hemos enlazado tiene graves deficiencias de atribución, porque hay ejemplos de uso de la expresión muy anteriores al que cita, y ello al margen de las reseñas de experimentos neurológicos que se remontan al siglo XIX. El más antiguo citado en la versión inglesa del artículo es el realizado por el periodista Walter Trohan en "Report from Washington" publicado en Chicago Tribune el 6/6/1960 (cita del texto original en inglés).
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