Comenzamos esta segunda parte del recorrido semanal (enlace a la primera) con las viñetas del viernes de Gallego y Rey, Puebla y Sansón sobre el anuncio del PP de su intención de votar a favor de la convalidación del decreto "minibus" que mantiene la protección a los inquiokupas y la cesión del palacete de París al PNV.
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Santy Gutiérrez se ocupó de las sorprendentes declaraciones de la fiscal jefe de Madrid sobe la amplísima accesibilidad de los documentos confidenciales y Vergara propiciaba el ingreso del juez Ángel Hurtado en la amplia lista de objetivos del cartoonfare judicial de eldiario.es. Los premios nacionales de tauromaquia creados por la Comunidad de Madrid fueron objeto de viñetas de Napi y Ricardo, mientras que JM Nieto trató con musical ironía (guacharaca, güira) el fraude de los hidrocarburos que se ha sabido que siguió produciéndose aún después de judicializado.
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Imaginamos que sea mañana cuando llegue alguna viñeta sobre esa desopilante manifestación de UGT y CCOO para exigir a la oposición que haga lo que ha hecho, mientras que nos parece llamativo no haber encontrado absolutamente nada, ni siquiera en el siempre beligerante Charlie Hebdo, sobre el asesinato del refugiado iraquí Salwan Momika por haber quemado el Corán. Las cosas de La acusación de islamofobia como "escudo social" que hoy escribe Iñaki Ellakuría. Concluimos esta colección de 48 viñetas que se suman a las 71 + 1 de la primera parte con el espléndido mural creado por Idígoras y Pachi en Fitur. El colofón lo pone hoy Ignacio Camacho desde Abc.
Se dolía el viernes Felipe González en Sevilla de que 'los míos' digan que trabaja para el PP, por más que según añadió en un guiño sarcástico está más a menudo de acuerdo con Sánchez que éste consigo mismo. Había en su queja un poco o un mucho de voluntarismo al seguir tratando como compañeros de partido a quienes pese a deberle tanto han dejado de considerarlo parte de su tribu y hasta empiezan, en efecto, a ver en él un adversario político, cuando no directamente un enemigo. La polarización no respeta currículos a la hora de levantar muros de sectarismo; una vez dividida la sociedad en bandos no queda sitio para el pensamiento crítico y cualquier disenso, por mínimo que sea, está prohibido. La dialéctica de dentro/fuera exige filas prietas, unanimidad hermética, acatamiento estricto.
La transformación de la política en un fenómeno emocional, por no decir irracional, la aproxima a la atmósfera efusiva del fútbol, una pasión primaria que reclama adhesión incondicional a unos colores y a un escudo, símbolos inmutables, sagrados, de la identidad de grupo que cada individuo escoge como suyo. En torno a esa noción subjetiva de pertenencia surge la división radical entre 'nosotros' y 'ellos', entre el ámbito autopercibido como propio o como ajeno. Y una vez definido el objeto de adhesión no importan los jugadores, ni el entrenador, ni el líder o el candidato que encarnan a 'los nuestros', porque el hecho de vestir una camiseta o presentarse bajo unas siglas los convierte en emblemas de un sentimiento.
El sanchismo se ha hecho fuerte en esa lógica de cohesión interna ante la que incluso una figura como la de Felipe levanta sospechas por empeñarse en señalar la diferencia entre la sumisión al liderazgo y la lealtad a los principios y las ideas. Ni siquiera la legitimidad histórica del dirigente socialista más decisivo de la época moderna le sirve para descolgarse la etiqueta de submarino de la derecha. El maniqueísmo populista lo ha arrojado a las tinieblas y lo ha declarado culpable de colaboracionismo y de tibieza para bajar a las trincheras donde el sedicente progresismo disputa una guerra cuya intensidad no admite disidencias. Su problema no es que los suyos no lo quieran, sino que su causa ya no le representa. O él a ella.
Será difícil volver a un estado de cosas en el que no haga falta alinearse ni la participación en la vida pública requiera una moral de combate. Ésa es hoy una aspiración melancólica, propia del tiempo en que existía una vocación responsable capaz de generar espacios de acuerdo transversales. Ahora sólo rigen los alistamientos militantes, las convocatorias banderizas, los radicalismos montaraces, la confrontación cívica entendida como un cerril intercambio de mutuas hostilidades. Nos mereceremos lo que nos pase por no entender que lo importante no consiste en ser de los nuestros sino en no ser de nadie.
PS - La viñeta de Nick Newmann que hoy acompaña la información de la primera página del diario The Sunday Times sobre las nuevas revelaciones de los contactos con China del Príncipe Andrés intermediados por un presunto espía nos parece un interesante ejemplo de las dificultades que puede comportar interpretar piezas extranjeras. Una primera es que la novela de espías de John Le Carré cuyo título se parodia, 'Tinker Tailor Soldier Spy' (1974), es conocida en España como 'El topo'. Y, en segundo lugar, es fácil pasar por alto el dardo en forma de pizza que es una referencia a la coartada esgrimida por el Príncipe Andrés en la entrevista concedida en noviembre de 2019 a la periodista de la BBC Emily Maitlis en relación a que no podía estar ese día con una joven que aseguró que mantuvieron relaciones sexuales porque había ido con su hija a una pizzería (más detalles). Un detalle que junto con el bordado HRH (His Royal Highness) permite a los lectores británicos identificar al protagonista del dibujo incluso presentado separado de la noticia.
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