Una semana más vamos a dividir en dos etapas nuestro habitual recorrido lingüístico por la considerable extensión que ha adquirido.
'Portero, no: conserje' títuló Álex Grijelmo 'La punta de la lengua' del pasado lunes dedicada a los cambios de nombre de algunas profesiones. Los sustitutivos de carceleros, peritos, aparejadores, asistentas o jefes de personal (por aquí hay quien ha conocido hasta directores de relaciones humanas) prologan un tratamiento más detallado de la evolución de la denominación dada a las personas que cuidan de los servicios y la limpieza de edificios de viviendas.
Una vez que el lenguaje coloquial ha descartado el larguísimo “empleado de fincas urbanas” postulado como alternativa de corte muy administrativo, ha ido ganando implantación el vocablo procedente del francés concierge que en el siglo XVI introdujo en España la casa real de Borgoña. Una voz que aparece en el primer diccionario académico de 1729 escrita con ge (“conserge” hasta 1832), definida como “la persona que tiene a su cargo la custodia, limpieza y llaves de algún palacio, alcázar o casa real”. Y bien apunta el periodista que pronto habrá que matizar la condición de “empleado público” que comporta la actual definición.
Un caso interesante que quizá merecería futura atención de esa lingüística sección es el reflujo que se observa en el uso de la sigla ATS que vemos claramente desplazada, salvo en formalismos curriculares, por el tradicional enfermera.
Javi Salado precisamente ironizaba en su tira del domingo de los diarios del grupo Promecal sobre la eufemizante "corrección lingüística". Lo hacía a partir de la noticia de que los museos británicos han pasado a sustituir la palabra “momia” (‘mummy’) por “restos momificados” (‘mummified remains’), aunque el prestigioso Museo Británico ha precisado que no se ha implantado ningún tipo de prohibición (más detalles).
Lola Pons adelantó al martes su radiofónica intervención semanal en el programa de Angels Barceló. Y escogió dedicarla a Los tipos de letra a raíz de la decisión del secretario de estado Anthony Blinken de cambiar por Calibri la tipografía Times New Roman que desde 2004 venía utilizando la administración estadounidense. Aumentar la legibilidad de sus documentos es el motivo.
Las explicaciones de la lingüista sevillana nos han descubierto que el remate tipográfico habitualmente llamado serifa asimismo recibe la coloquial denominación de gracia y también nos ha parecido llamativa la letrería que suma a caligrafía para evitar el anglicismo lettering. Curiosa resulta, adicionalmente, la observación sobre la diferente enseñanza de la escritura a mano que tan significativamente pone de manifiesto la técnica de trazado del ocho.
No ha faltado esta semana una nueva aportación gubernamental al "Registro de burreces" provisionalmente albergado en un anexo de La lengua en la semana 2/2023 (1ª parte).
Reyes Maroto: “Sabemos que la [inflación] 'subyaciente' tiene que tocar, también, ya un pico ... ” (vídeo; 30/1).Contamos incluso con una representación del inquietante e incomprendido indicador aportada el martes por Pablo García desde la tira que dibuja en La Nueva España. Pero necesitamos que asome un poco más para decidir si ingresa en nuestro 'Bestiario de la inflación'.
Tampoco podemos dejar de dar cuenta de los diarios agravios lingüísticos que sufren los hablantes de catalán, forzados a soportar agresiones tan indignantes como recibir cartas bilingües ¡plegadas dejando visible el lado del español! (a la sazón, la lengua más hablada en Cataluña). Adjuntamos la valiente denuncia de Dª Elisenda Paluzie que confiamos obtenga pronta satisfacción en algún pronunciamiento del pertinente grupo de trabajo de la Onu que sin duda convertirá a las gentes con su misma sensibilidad en "grupo objetivamente identificable". Añadimos una referencia de Ferreres a ese sintagma recientemente popularizado por el TJUE.
Oportuno complemento a las desventuras de Paluzie nos parece 'El gran poema catalán' publicado por Daniel Gascón en El Periódico de Aragón del pasado domingo.
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