Comenzamos con el Trujamán de Fernado A. Navarro Se parecen, se parecen..., pero no son lo mismo (20): atomic y nuclear. Un interesante artículo que deslinda los ámbitos de los servicios de Medicina Nuclear y de Radiología, a la par que disipa algunos de los infundados temores suscitados por la resonancia magnética nuclear (RMN) que, por ello, cada vez se nombra más omitiendo el final de su denominación.
La sigla más utilizada en inglés es MRI (Magnetic Resonance Imaging), que está formada a partir de una denominación carente de referencias nucleares de esa tecnología mucho más compleja que los campos electromagnético de baja frecuencia utilizados en los arcos detectores de metales de los aeropuertos. Unos dispositivos cada vez más reemplazados por escáneres corporales basados en ondas de radio de muy alta frecuencia con los que Mac [Stanley McMurtry] juega al equívoco en la siguiente viñeta.
Entre añuft y dormibundo: uso y abuso de los neologismos tituló Álex Grijelmo La punta de la lengua del pasado domingo que, como es habitual, adjuntamos como Anexo. Lo descriptivo del título nos ahorra un introductorio comentario, pero se nos ocurre que el “analema” que cita en el artículo es una buen ejemplo de excepción a su tesis de la semana pasada.
Retrocedemos al lunes para dar cuenta de la futbolera versión del también navarro JJ Aós del bíblico camello pasando por el ojo de una aguja aplicada al impactante gol del osasunista Areso que pueden ver en el siguiente enlace. Sigue el "por narices" de Miki y Duarte que nos maliciamos establece en el humor español un récord difícil de batir récord de "yolanaso" y el segundo añadido del año a nuestra colección Tragar sapos. Una gentileza de Puebla que coincide tanto en comensal como en camarero con el precedente de JL Martín.
Ayer abrimos apunte para coleccionar la auténtica avalancha de líneas rojas que vive el humor gráfico y hoy ya hemos realizado el primer añadido, la viñeta de Ricardo en El Mundo. Esto va a ser un no parar.
Proseguimos con la irónica paráfrasis amorosa del célebre eslogan "En moto la carrocería eres tú" ideada por el argentino Tute.
Retornamos al humor gráfico español con Pinto&Chinto que evocaron en La Voz de Galicia del martes el popular 'Te mean y tienes que decir que llueve' que Castelao lanzó a la fama desde un dibujo de los años veinte con la formulación «-¿E logo? -Xa ves; mexan por min e teño que decir que chove».
Adjuntamos el original de ese dibujo de la serie «Cousas da vida», que forma parte de la Colección Abanca, junto con la metálica versión que flanquea el monumento a Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (1886-1950) erigido en diciembre de 2020 en la Rúa da Raíña de la ciudad de Lugo con motivo de la celebración del centenario de la revista Nós. Lo que no hemos conseguido averiguar es el nombre de autor de la escultura que declama a los paseantes que transitan por el centro de la antigua Lucus Augusti (el bosque sagrado de Augusto).Kiko da Silva tiró del famoso el famoso "Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde” que se marcó Rajoy en 2015 [1]. No podemos dejar de apuntar lo representativo de la subordinación del legislativo al legislativo tan ahondada por Sánchez (ya presidente, por cierto, cuando el CNI le coló Pegasus a Pere Aragonès), ese titular que plantea que es el gobierno quien llama a las comisiones del Congreso en esta democracia cada día un poco más defectuosa.
Y Sánchez fue el citado, en este caso textualmente (vídeo del "si quiere se lo digo cinco veces, o veinte"), por García Morán en su visión de las medidas de refuerzo educativo, mientras que Ángel Idígoras introdujo en su visión del anunciado refuerzo en una sonada incoherencia aritmética de la literatura. Ya a dúo con Pachi, la literaria referencia fue una minimalista cita del Quijote.
Los sobreexplotados molinos eran los que ayer se asomaban a la cervantina pieza de Peridis que entendemos que adjudica el papel de escudero a García Page, pero encaja mal con ese texto tan ajeno a la esencia de su crítica posición.Retrocedemos hasta el pasado domingo para dar cuenta de una deconstrucción de Esopo de Flavita Banana que demuestra que el comodín del heteropatriarcado vale para todo. Ahora va resultar responsable hasta del espíritu competitivo. Las cosas del feminirenismo. No se pierdan la joyita que la Defensora del lector de El País inserta hoy en su explicación del despido de Savater. Una pura, avancen dos letras los peorhablados, secta.
[1] Algunos ejemplos previamente recogidos en el blog: la tira del conde de Villamediana (Fran Cornejo) del 9/2/20, Luis Davila el 8/6/2018 tras el triunfo de la moción de censura contra Rajoy, Ferran Aguiló en noviembre de 2019 en el diario mallorquín Última Hora tras el famoso "¿La fiscalía, quién depende?", J. Morgan en Canarias 7 del 29/9/20, Miki y Duarte el 2/10/20 con el consejero andaluz de Salud (una videomuestra de sus capacidades sobre la materia) y Tris en el diario La Rioja del 18/6/23.
Anexo
Algunas personas dicen “esa palabra no existe” o “eso no está en el diccionario” con la intención de censurar el uso de un término. Tal afirmación puede servir para ciertos casos, pero en otros sustentará un argumento falso.
Por ejemplo, si alguien usa el vocablo “añuft”, que acabo de inventarme, se le podrá oponer que no existe en español y que por tanto no le servirá de mucho en una comunicación con otro hispanohablante. Cierto. Pero no sucederá lo mismo cuando emplee la voz “dormibundo”, creada con recursos reconocibles de nuestra lengua y que se puede entender perfectamente: si “moribundo” es quien se halla en trance de morirse, el “dormibundo” es alguien que se halla en trance de dormirse. (Se habrá ido anoche de juerga).
“Dormibundo” no figura en el Diccionario, y tampoco aparece en el banco de datos académico, ese radar que documenta y contextualiza las palabras (con más de 600 millones de registros). Por tanto, si se empezara a usar constituiría un neologismo. Pero un neologismo inteligible, a diferencia de “añuft”.
Esta columna pretende comentar cada semana el lenguaje y el estilo de políticos, periodistas, publicistas y otras personas con influencia general. Evalúa la eficacia en la comunicación, analiza la transmisión de valores a través de las palabras y critica manipulaciones y engaños. Pero no nos busquen entre quienes se oponen a los neologismos por ser neologismos.
Los términos neológicos enriquecen la lengua, incluso los que se traen del inglés. Asunto aparte es que mejoren el estilo o el mutuo entendimiento. Si digo que ayer compré un añuft, la eficacia de mi mensaje seguramente flojeará. Y sucederá lo mismo si empleo una palabra que mis interlocutores desconocen y no la explico, se trate o no de un término inglés.
Hace ya casi diez años publicaba aquí el artículo Palabras en busca de diccionario, en el que reflejaba 14 términos cuyo uso había observado en mi entorno y que no habían sido recogidos por las academias: “estaribel” (instalación provisional, o embrollo), “pifostio” (desorden), “trantrán” (al trantrán: “con desgana”), “bocachancla” (charlatán indiscreto), “rompesuelas” (andarín), “vallenato” (género musical), “cotolengo” (asilo), “ojiplático” (sorprendido), “escaldasono” (calientacamas), “calientacamas” (escaldasono), “analema” (curva del Sol), “viejuno” (anticuado), “condoliente” (que sufre junto a otro) y “dedosear” (ensuciar con los dedos un móvil o una tableta). Transcurrido un decenio, solamente han entrado en el repertorio académico tres de ellas: “pifostio”, “vallenato” y “ojiplático”.
El hecho de que las demás no lo hayan logrado nos debe dar una pista útil en la comunicación con millones de lectores, espectadores, radioyentes, clientes o votantes: quizás su uso no haya traspasado aún nuestro ámbito personal, profesional o geográfico.
El efecto de los anglicismos neológicos equivale a menudo al de “añuft”, porque muchas personas no los entienden; y cuando sustituyen a un término que sí se comprende, deslizan un valor negativo: el valor del anglocentrismo, ese complejo de inferioridad que conduce a confundir el brillo con el oro. Por eso suele salirnos más caro lo que nos venden en inglés. Seguro que cobra más un coach que un entrenador, cuesta más un pack que un lote, pagamos por unos brackets lo que no daríamos por un corrector y gastaremos en un hobby mucho más que en una afición.
El vocablo “anglocentrismo”, que tantas veces ha aparecido en esta columna, es un término neológico. No estará en el Diccionario, pero existir… existe.
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