viernes, 26 de julio de 2024

Portadas olímpicas en The New Yorker [edición 2024]

 

Nos parece llegado el momento de rehacer el bastante retocado  apunte de 2016 dedicado a las portadas olímpicas de la revista The New Yorker. Y esta vez proponemos un recorrido con la cronología natural que entendemos resulta más amigable que la inversa que utilizamos entonces. 

Comenzamos, por tanto, con la portada de Constantin Alajalov  publicada con motivo de los Juegos de invierno de Lake Placid de 1932. Y si no fuera por la mención junto a la firma, difícilmente cabría identificar esa ilustración con una Olimpiada. De hecho, no cabe sino considerarla una mera referencia a la sede de esos Juegos y no al evento en sí. 


Proseguimos con otra ilustración del mismo autor dedicada a los  Juegos olímpicos de Los Ángeles de 1932. Si les sorprende el protagonismo dado a algunas banderas, como es el llamativo caso de la muy visible finlandesa, echen un vistazo al medallero de la  Olimpiada precedente, que fue la de Ámsterdam. ¡Cómo han cambiado las cosas del deporte!

  

Imaginamos que les cueste reconocer la bandera de Canadá, país cuyo enseña actual no fue adoptada hasta el año 1965.

Vamos con una genialidad, la difícilmente superable ironía de  Constantin Alajalov de convertir en ganador de la prueba reina del atletismo en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 a un corredor de inequívocos rasgos judíos. Si hubiera puesto un negro habría convertido la escena en una premonición de lo que conseguiría Jesse Owens, pero lo cierto es que en aquella Alemania apenas había personas de raza negra a las que perseguir y sí un buen número de judíos que ya eran acosados en esas fechas. El mundo ni se imaginaba todavía la barbarie que vendría después.


Entre la Segunda Guerra Mundial y las omisiones de los editores, se produjo un lapso de veinte años sin portada olímpica. En noviembre de 1956 fue Robert Day quien recurrió a un tópico canguro para asociar la atlética escena de salto de vallas representada con la austral sede de los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956.


Anatol Kovarsy inspiró en la cerámica ática de figuras negras su portada muy clasicista de los Juegos Olímpicos de Roma 1960. Adviértase la presencia de la bandera española junto al saltador de pértiga, aunque sea en decolorada versión.


El propio ilustrador rusoamericano se encargó de la portada de los Juegos Olímpicos de Tokyo 1964 que es la primera de la colección en que aparece la emblemática llama olímpica.


Los Juegos Olímpicos de México 1968 fueron recibido con una interesante adaptación, obra del propio Anatol Kovarsy, del habitualmente conocido como calendario azteca cuya auténtica denominación es la Piedra del Sol.


Seis olimpiadas se saltó después la revista neoyorquina, incluida Barcelona 92 y también, muy sorprendentemente, Los Ángeles 84. Hay rivalidades que van de costa a costa. Ni siquiera los luctuosos acontecimientos de Munich 72 llegaron a una cubierta en una época en que la prensa americana miraba menos que ahora al exterior. Y tampoco el vecino Canadá obtuvo una tapa con motivo de Montreal 76. La negativa racha se cortó en los Juegos Olímpicos de Nagano 1998, que fueron los primeros de invierno que, en propiedad, tuvieron una portada. Una pieza que Mark Ulrikssen inspiró en el patinaje artístico.

 

De vuelta a los Juegos de verano, los editores neoyorquinos se saltaron Sidney 2000, pero sí que hubo portada para la Juegos Olímpicos de Atlanta 96 celebrados en suelo patrio. Desconocemos la acogida que tuvo entre los habitantes del sur de Estados Unidos  verse representados por tan poco glamuroso relevista final en la ilustración de William Joyce. Recuérdede que el "Howdy" escrito en la banda es una contracción de "How do you do?", fórmula de uso habitual como saludo en el medio rural de esa zona del país. Y adviértase la interesante colocación de la firma del artista.


Los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002 se celebraron en Salt Lake City. Y tratándose nuevamente de una sede nacional, no podía faltar una portada que Mark Ulrikssen focalizó en la preocupación sobre la seguridad del evento celebrado pocos meses después del 11-S. 


Una entera pieza de cerámica ática, esta de figuras rojas, llevó  Christopher Niemann a la portada de los Juego Olímpicos de Atenas 2004 que enfatiza la enorme vinculación entre los Juegos y la televisión. No pasen por alto la mimetización de la firma en el pie de la vasija.


No hubo portada para Beijing 2008, pero sí para los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en que Frank Viva se basó en las características figuras de la cerámica clásica griega que ya se habían visto en la portada de Anatol Kovarsy para los Juegos de Roma de 1960.


En los Juegos Olímpicos de Sochi 2014 Barry Blitt intuyó un gran protagonismo de Putin en la previsible exaltación del régimen ruso. Y bien que la sufrió la patinadora coreana Yuna Kim que, a pesar de realizar unos ejercicios que rozaron la perfección, se vio superada por la rusa Adelina SotnikovaAsí que acertó el ilustrador con la composición del jurado, si no en efigie, claramente en su forma de comportarse.

 

No estuvieron los responsables de la revista muy elegantes con los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Y es que la humorística ilustración de Mark Ulriksen puso el foco en un desgraciado problema de salud pública como fue el brote del virus del zika transmitido por los mosquitos.



Advertirán que Ulriksen ya daba por ganador de los 100 m lisos a Usain Bolt mientras que al estadounidense Gatlin no se le adivina en la imagen, aunque cierto es que lo representado podría ser una serie clasificatoria.

Nuevamente fue Mark Ulriksen el encargado de la siguiente portada olímpica, la de los Juegos de Invierno de Pieonchang 2018. en que evocó la separación de las dos Coreas con la segunda portada inspirada en los saltos de trampolínque aporta a esta coleccción.


Después de dos citas olímpicas sin portada, Tokio 2020 y la de invierno de Beijing 2022, los Juegos Olímpicos de París 2024 han sido el tema de la  tercera tapa de este mes de julio:  “Monsieur Hulot’s Olympics” de Paul Rogers. Una deliciosa visión sobre cómo llevaría la antorcha olímpica el singular  Monsieur Hulot del director de cine Jacques Tati, un personaje que el mismo interpretaba. Adjuntamos la imagen de la película 'Mon Oncle' (Mi tío, 1958) que inspira la olímpica ilustración. 





Concluimos con un cuadro resumen


Juegos de invierno

  
 



Juegos de verano

      






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