A falta de lecturas recientes que nos animemos a recomendar en el Centro Virtual Cervantes, comenzamos por enlazar la colección de citas que Jorge Esteban Casas, editor de Cosnautas, reúne en «La traducción es como una caja de bombones». Y como no aparece íntegra la del capítulo LXII de la segunda parte del Quijote, enlazamos el antiguo Trujamán «La traducción según don Quijote», tiempos menos dados a melancolía en esa sección, en que la encotrarán completa quines no se animen a leer / releer al capítulo cervatino que hemos enlazado.
Breve e interesante es el «Viaje al corazón de las palabras» que Fernando A. Navarro título con idiomática envidia Stroke, porque lo que analiza es la falta de una palabra que en español tenga tan amplio reconocimiento para denominar lo que antaño se denominaba apoplejía y la clase médica vacila ahora en llamar ictus o ACV (accidente cerebrovascular).
Pasamos a Fundéu, que ha preparado unas extensas claves de redacción sobre la Olimpiada de París con diarios suplementos por deportes. Las recomendaciones más generales invitan a reparar en la trampa de nuestra lengua resultante de que los números ordinales que se escriben en más de una palabra presentan concordancia de género y número en todos los componentes. Así es que los Juegos Olímpicos de París son los trigésimos terceros, pero también los trigesimoterceros.
Comenzamos el recorrido humorístico con la neológica ipecéfobia [sic; nosotros no la acentuaríamos] de Santy Gutiérrez y el paronímico acrónimo P.E.N.A. acuñado por Padylla.
JMª Nieto enseñaba el jueves a pronunciar el nombre de origen sánscrito de Kamala Harris que quiere decir loto y también rojo pálido, además de ser nombre de la diosa hindú Laksmí representada sentada en un loto que es símbolo de pureza. Y es que la madre de la candidata del Partido Demócrata, Shyamala Gopalan, fue una científica especialista en cáncer de mama que emigró a los Estados Unidos en 1960 desde su natal Chennai, ciudad antiguamente conocida como Madrás, que es la capital del sureño estado indio Tamil Nadu. Sigue el singular techo de cristal con pegote imaginado por David Rowe que intentará romper Kamala.
Antes del relevo de Biden, JL Martín planetaba las elecciones estadonidenses como jugarse el futuro a cruz o cruz. Lamentablemente, demasiados comicios son así. Sigue la ironía de hoy de JM Nieto sobre el afectado lenguaje de la política.Miki y Duarte enseñaban el jueves un poquito de árabe a sus lectores al incluir en su tira la palabra سلعة que, como bien explican, significa mercancía.
Padylla jugó con "pasar olímpicamente" en su viñeta también de temática migratoria. Una expresión relativamente moderna, la hemeroteca de Abc la registra por primera vez en 1981, que está basada en la hoy poco utilizada 5ª acepción de olímpico - altanero, soberbio - que el Diccionario de la Real Academia Española recoge desde 1925.
Pablo García planteaba el jueves un revoltijo silábico sobre la regeneración democrática que pretende liderar el amoral personaje que no ve nada reprochable en la inaceptable, más allá de que llegue a tener reproche penal, conducta de su esposa. ¿Se sabe ya quién es, y quién paga, esa secretaria que llama a rectores de su parte? Sigue un delicioso, por lo disparatado, equívoco de Tom Gauld en la revista New Scientist.
Malagón se marcó el martes en 20 minutos un juego fonético en inglés. Un idioma en el que es bastante populara la expresión a week is a long time in politics atribuida a Harold Wilson que se cree que la utilizó por primera vez en 1964 durante la crisis de la libra esterlina, aunque el mismo no fue capaz de precisarlo cuando fue preguntado por ello tras su retirada.
Un antecedente es la frase del político liberal Joseph Chamberlain que en 1886 dijo: ‘In politics, there is no use in looking beyond the next fortnight’ (En política no tiene sentido mirar más allá de la próxima quincena).
David Parkins puso en boca de Joe Biden la célebre versión de Wilson en un dibujo que acompañamos con una viñeta de Gary Barker de 2015 y una tira de la serie The Politician del dibujante neozelandés David Fletcher.
Y no menos sonrojante es la calidad de demsiados textos legislativos. Ya no es que el Acuerdo de 18 de julio de 2024, de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, por el que se declara Lugar de Memoria Democrática el "Monumento a Torrijos", en Málaga, ascienda al generalato a Daoíz y Velarde o que erratas como el Dique de Angulema revelen falta de supervisión de los textos que se publican. Con ser cierto que José María Torrijos participa en los acontecimientos del 2 de mayo en Madrid y está en cuartel de Monteleón junto a Daoiz y Velarde, resulta una ironía describir su intensa participación en la Guerra de Indpendencia como el auxilio de los dos oficiales caídos ese primer día del levantamiento en que el mismo fue hecho prisionero por los franceses y salvó su vida gracias a la intervención del ayudante de campo del mariscal Murat, Borely. De momento, no hemos visto publicada ninguna corrección del texto.
No falta alguna mención a la Guerra de Independencia en el artículo Francia nos hace españoles que hoy publica Lola Pons en El País. Nuestro anexo de esta jornada en que Álex Grijelmo está de vacaciones.
El que está muy deslucido esta semana es el apartado literario en el que solo contamos con la referencia Pinocho (en iconografía Disney) de la viñeta de Riki Blanco de hoy. Aplique cada quien las comillas cuando crea que proceda.
Concluimos con un enlace a Los espejos cóncavos publicado por Sergio Ramírez en El País del pasado domingo.
PS - Con retraso hemos visto el Proyecto 2025 de Donald Trump convertido en caballo de Troya por Chris Britt y el algoritmo propuesto por Tom Gauld para seleccionar el número de libros a llevarse de vacaciones.
Anexo
Lola Pons Rodríguez (El País 27/7/24)
En las relaciones con nuestros vecinos, España ha dirigido su indiferencia hacia Portugal y su antipatía hacia los franceses
En México un gabacho es un estadounidense blanco. En España son gabachos todos los franceses. Y en Aragón, desde que lucharon contra ellos en la Guerra de la Independencia y los derrotaron por la vía de la tunda, ser un gabacho es ser cobarde. Es solo una muestra de los muchos adjetivos con los que desde un lado de la frontera se denigra al lado opuesto. Normal que la Virgen del Pilar dijera que no quería ser francesa.
Los gentilicios suelen salir de los propios grupos a los que dan nombre, pero también hay adjetivos de vinculación geográfica que provienen de una etiqueta concedida ajenamente. La palabra español, por ejemplo, es francesa. Fueron nuestros vecinos del otro lado de los Pirineos los que nos empezaron a llamar así: el gentilicio español no es castellano sino provenzal, venido de una forma latina tardía, hispaniolus, que toma el punto de partida de la Hispania romana para añadir un sufijo olus que es escaso en las lenguas de la península y que, por eso, avisa de su carácter foráneo.
A cambio del neutro adjetivo español, los españoles les concedimos a los franceses, al menos desde el siglo XVI, el apelativo de gabachos. En puridad, le dimos un significado nuevo a una palabra despectiva que ya se usaba entre nuestros vecinos: en occitano, lengua del sur de Francia, gavach era el nombre que se daba a los montañeses, tenidos por palurdos. El adjetivo fue sacado de la palabra que daba nombre al buche de las aves: muchos de esos montañeses estaban desfigurados por la falta de yodo en su zona, que les provocaba la hinchazón del cuello propia de la enfermedad del bocio.
En las relaciones con nuestros países adyacentes, España ha dirigido su indiferencia hacia Portugal y su antipatía hacia Francia. La rivalidad histórica ha ido renovando su argumentario de reproches: en el siglo XIX se levantaba sobre el hecho no menor de que los franceses nos habían invadido el país; hoy, cuando apenas recordamos de esa Guerra de la Independencia más que el “pase misí, pase misá” que cantábamos de críos en las plazas (sin saber que nos estábamos burlando del passe, monsieur de la soldadesca francesa), los españoles traen a colación afrentas infames o ridículas: que si nos tiran un camión lleno de fruta, que si nos dan solo two points en Eurovisión... La francofobia no es exclusivamente hispánica: diré en nuestro descargo que los ingleses siguen dolidos todavía por la derrota a manos normandas en Hastings y que cuando los estadounidenses se enfadan con las decisiones geopolíticas de Francia, sacan a relucir que lo de Normandía tuvieron que hacerlo por la falta de arresto galo.
Pero a Francia lo que es de Francia: el país que se presentaba ayer henchido ante el mundo es el Estado que, antes de que saltasen sus deportistas al suelo de los estadios, ya llevaba siglos apuntándose victorias y colándonos goles colosales a los europeos y al mundo. Francia es el país que nos ha convencido de la existencia de la francofonía, una comunidad supranacional basada en el uso de la lengua francesa en territorios excoloniales que se ha gestionado sin complejos, con presupuesto ingente y eficacia diplomática. Francia es el Estado republicano que nos trajo a España las tres flores de lis de los Borbones; el francés es la lengua que nos enseñó los adjetivos naif y pitiminí y que nos hizo tildar como agudos los apelativos papá, mamá, que en nuestras casas, hasta el siglo XVIII, no fueron otra cosa que los castizos y llanos papa y mama. Francia muestra la perfecta compatibilidad de ser el país que ha exportado el cartesianismo junto con la vaga expresión je ne sais quoi, ambos convertidos en una identidad que postula el orden sin molestarse en detallarlo, como harían los alemanes. La grandeur de la France se sostiene sobre estereotipos que pueden sernos indigestos pero que los hacen ganadores.
No conviene olvidar, por otro lado, que casi todo lo que pasa en Europa empieza ocurriendo en Francia. El país por el que ayer paseaba la antorcha olímpica es la nación donde han comenzado todos los retos europeos: el Estado que inventó la palabra élite es el mismo que puso en circulación la voz comuna. Francesa fue la sociedad que vio nacer la gauche-divine y que acuñó el lema soñado de una Europa que destruía el Antiguo Régimen en busca de egalité y fraternité, y franceses fueron los votantes que aprovecharon la liberté para hacer que la ultraderecha fuera avanzando en votos y en conexión discursiva con el electorado. Francia muestra también las contradicciones de la inclusión: eran franceses quienes desarrollaron el Braille y el implante coclear que ayudan a la inclusión de personas ciegas y sordas, respectivamente, y franceses son los que nos han hecho conocer el significado segregador de la vida en la banlieue y el racismo que implica la expresión pied-noir.
Sospecho que a este lado de los Pirineos vamos a celebrar todas y cada una de las derrotas que sufran los anfitriones en sus Juegos Olímpicos. Que fueran los franceses quienes nos hicieron españoles por la vía del gentilicio nos da derecho a contestar al “Allons, enfants de la patrie” con la coplilla aquella de “Con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas tirabuzones”. Al fin y al cabo, no hay nada más español y vernáculo que enfadarse por deberle algo a Francia.
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