En La semana en viñetas 17/2025 (2ª parte) dimos cuenta del primer dibujo, obra del australiano David Rowe, en que vimos un guiño a la imagen de Zelenski entrevistándose con Trump en plena basílica de San Pedro. El lunes, la singular imagen inspiró viñetas de Peter Brookes, Mark Knight, Sansón y Chaunu, así como versiones menos literales de Plantu y Placide. Ya el martes, Giannelli sumó su versión en Corriere della Sera con un dibujo sobre el que volveremos en el artístico apunte del lunes.

La mayor parte de las viñetas publicadas en la prensa española del martes están recogidas en el monografico El apagón (I), una recopilación desde la que nos traemos traído la visión de Puebla centrada en la solidaridad, la ironía de Sansón sobre el kit de supervivencia y la de JJ Aós sobre el internetal vacío que sufireron mucho ciudadanos.
César Oroz plantea una atrapadora red, Ferreres se muestra crítico con las comunidades (no solo del, PP, por cierto) que solicitaron la declaración de emergencia nacional (y aprovecha para tildar de golpista a Ayuso), ¡qué distintas se ven las cosas desde una comunidad que tiene 22.000 mossos a sus órdenes!, y menuda ironía resulta acusar a todo tipo de opinantes de estar pagados, como hace Fontdevila en eldiario.es, cuando se hace desde el digital mimado con todo tipo de dádivas públicas (no sólo económicas, también en forma de filtraciones y exclusivas).
La visión de Caín de la conversión del 1 de mayo en un festivo para el ocio encabeza la recopilación de humor que hemos hecho sobre la otrora reivindicativa jornada. Siguen los dibujos de Miki y Duarte, Sansón, Álvaro, Javi Salado, Pinto & Chinto y los de Puebla tanto en La Verdad como en Abc.
Los expertos apuntan a varios factores y señalan un exceso de producción de renovables. Algunos advertían desde hacía tiempo de graves problemas del sistema; la matriz de Red Eléctrica alertó del riesgo de desconexiones por el aumento de las renovables. Hay dos cuestiones sorprendentes: que no hubiera algo absolutamente extraordinario el lunes (una ola de calor, una inundación), y la tardanza y opacidad en las explicaciones. Cuando apareció el presidente del Gobierno no dio información, pero alertó de los bulos y las teorías conspirativas. Al margen de que la gente especula cuando no sabe lo que pasa, solo pedía tiempo para desarrollar sus tergiversaciones: desde alentar la idea del ciberataque y atacar la energía nuclear (es pronto para decir qué ocurrió, pero no para eso) o las empresas hasta presentar Red Eléctrica Española como algo ajeno al Gobierno. A fin de cuentas, el Ejecutivo solo escoge a su presidente, el Estado no es más que el accionista mayoritario a través de la SEPI y solo fija la estrategia y vigila que se cumplan los objetivos (además de establecer las leyes y regulaciones bajo las que opera).
Todas las crisis se abordan como crisis comunicativas; la realidad es secundaria. Lo importante es colocar los marcos que permitirán echar la culpa a otros y ocultar errores producidos por dogmatismo ideológico, sesgo de optimismo, patrimonialización y pura incompetencia.
El complejo de fabricación de chatarra argumental se ha recuperado más deprisa que el sistema eléctrico. Comentaristas loan la fortaleza del sistema justo cuando se cae. En vergonzosos panegíricos se canta a la desconexión que permitía que nos mirásemos a la cara y se celebra que no hubiera saqueos: el tono recuerda a Historias de la radio, de José Luis Sáenz de Heredia. La cursilería triunfalista desdeña las pérdidas económicas y la angustia que han vivido millones de ciudadanos: desorientados e incapaces de comunicarse con sus seres queridos (y ha habido atrapados y fallecidos). Decíamos tener el mejor sistema bancario del mundo, el más admirado sistema de salud y el sistema energético que envidiaba toda Europa: ya hemos visto lo que pasa después. Intentamos levantarnos en el aire tirándonos de la coleta como el barón de Münchausen, empeñados en ignorar nuestra ineficiencia y fragilidad.
Esta necesaria apuesta por la electricidad renovable requiere asumir que cualquier política energética debe, además de tener en cuenta las restricciones económicas derivadas de los costes de las distintas alternativas, no olvidar las restricciones técnicas propias de cualquier sistema eléctrico: la primera es que la oferta debe ser igual a la demanda en cada instante de tiempo. La traslación a la realidad de esta primera restricción es que un sistema eléctrico basado en renovables, por definición intermitentes, necesita complementarse con energía firme y flexible. Energía firme procedente de centrales que funcionan cuando se les requiere y que, además, confiere –y esta es una de las lecciones de lo ocurrido el lunes en España– calidad y estabilidad a todo el sistema. La flexibilidad, necesaria siempre para adaptar oferta y demanda, es la rapidez con la que las tecnologías que aportan firmeza pueden adaptarse a los requerimientos de la demanda. De más a menos, contamos con la hidráulica, los ciclos combinados de gas, el carbón y la nuclear. Si se introduce la variable económica, de estas cuatro tecnologías la más barata es la hidráulica, seguida de la nuclear, el gas y el carbón. La energía hidráulica es la más flexible y la de menor coste. Su aportación es imprescindible. El único problema es su dependencia de la pluviosidad. La nuclear, pese a sufrir una carga fiscal específica, tanto estatal como autonómica, que supone el 25 por ciento de sus costes, es más barata –en el caso de centrales antiguas como las nuestras– que la electricidad producida a través de la combustión de gas o carbón. Si consideramos la seguridad de suministro, la hidráulica es de nuevo la que proporciona un abastecimiento más seguro, seguida de nuevo por la nuclear. Importamos el uranio enriquecido, pero las barras de combustible se fabrican en España y la recarga de las centrales se produce, por término medio, cada dieciocho meses. Importamos el 100 por ciento del gas y del carbón que consumimos. Tenemos por norma reservas para noventa días de suministro, pero nuestra dependencia del exterior es absoluta. Por último, desde el punto de vista de emisiones de CO2, hidráulica y nuclear no generan emisiones. Gas y carbón, sobre todo este último, lo hacen de forma relevante. Con estas reflexiones presentes, resulta sorprendente leer que en España se desmantelan pequeñas centrales hidroeléctricas al término de su periodo concesional y, más relevante aún, que seamos el único país del mundo con un programa de cierre de la totalidad de su generación nuclear. La consecuencia será una electricidad más cara, más dependiente del exterior y con más emisiones.
El apagón del pasado lunes pone de manifiesto la necesidad de contar siempre con una generación eléctrica firme. Algunos teóricos recomiendan un mínimo del 20-30 por ciento. El año pasado, las cuatro grandes tecnologías firmes –hidráulica, nuclear, gas y carbón– aportaron el 47 por ciento de nuestra generación eléctrica. Minutos antes del apagón, estas cuatro tecnologías apenas suponían el 16 por ciento de la electricidad producida. Con independencia del suceso concreto que desencadenara la desconexión de las centrales y con independencia de las decisiones tomadas o dejadas de tomar por Red Eléctrica, la causa última de la crisis fue la escasa generación firme disponible. La generación con grandes turbinas, propia de las tecnologías firmes, es capaz no sólo de producir cuando se necesita, sino también de absorber y neutralizar pequeñas oscilaciones de la calidad de la electricidad, aportando así estabilidad a todo el sistema y evitando que pequeñas oscilaciones se transformen en grandes alteraciones del sistema. El corolario es que un sistema eléctrico cien por cien renovable no es posible ni deseable. Sí lo es un sistema eléctrico libre de emisiones, en el que la energía hidráulica y la nuclear aporten la necesaria firmeza. Aún más, una generación con gas adicional garantizaría la flexibilidad necesaria en caso de sequía y sería un complemento que aportaría seguridad adicional. La generación eólica y la solar fotovoltaica produjeron en 2024 el 40 por ciento de la electricidad que consumimos. Hay margen para seguir incrementando su participación. No son las culpables del apagón, pero una y otra vez hay que recordar que la política energética requiere lidiar con restricciones técnicas y económicas. Ninguna de ellas puede ser olvidada, ni siquiera preterida. El necesario equilibrio de un sistema eléctrico entre generación intermitente, firme y flexible es quizás una de las más relevantes.
Un sistema eléctrico estable y competitivo, en el que las renovables aporten la producción más barata, requiere invertir en almacenamiento, tanto baterías como bombeo hidráulico. El almacenamiento, además de contribuir a la estabilidad del sistema distribuyendo la electricidad renovable a lo largo de las veinticuatro horas del día, supondrá también una reducción de las oscilaciones de precios al trasladar electricidad barata a las horas del día en las que el precio es más alto. Incrementa la demanda en las horas de precio bajo e incrementa la oferta en horas de precio alto. Con la aportación adicional del almacenamiento, la forma más segura y barata de producir electricidad es contando con las energías solar fotovoltaica y eólica terrestre como principales recursos, complementadas por la hidráulica y la nuclear, con una pequeña capacidad remanente de producción con gas que aporte garantías adicionales de flexibilidad y seguridad. Tendríamos una electricidad competitiva y, en nuestro caso, más competitiva que la producida por nuestros socios europeos, gracias a nuestro recurso eólico y a nuestra mayor irradiación solar.
Explotar esta ventaja competitiva requiere incrementar el consumo de electricidad. En edificios, en la industria, en el transporte. Una electricidad barata permite atraer nuevas industrias, ampliar la capacidad de las existentes o desarrollar nuevas actividades, como los centros de procesos de datos, imprescindibles para nuestra vida diaria y para la digitalización de nuestras empresas. Pero, de nuevo, no es posible olvidar una gran restricción técnica: el suministro eléctrico requiere líneas de transporte y distribución de alta, media y baja tensión. Sin ellas, nada es posible. Liberalizar su planificación y adecuar la retribución de la inversión en redes a su necesaria expansión, son otras dos asignaturas pendientes para llegar a un sistema eléctrico estable y competitivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario