Continuamos el recorrido por las parodias de obras de arte publicadas en el semanario Don Quijote. Una serie cuya entrega precedente (CLIPDA CDXXIII) dedicamos a la parodia de la "Muerte de Lucrecia" (1871) de Eduardo Rosales publicada en la doble página central del número del 24 de marzo de 1899.
Saltamos hoy al número del 26 de mayo de 1899 en que se publicó una sátira, titulada 'La Conversión de Don Emilio', inspirada en la 'Conversión del duque de Gandía' (1884). Un magno lienzo (315 x 500 cm) de José Moreno Carbonero que forma parte de la colección del Museo del Prado.
El cuadro que hoy nos ocupa, pintado por el artista malagueño a la edad de 24 años, fue el segundo envío que realizó desde Roma, este a modo de ejercicio final de la pensión de mérito que disfrutaba en la Academia de la capital italiana. La escena, que tiene lugar en la Capilla Real de Granada, representa la reacción de Francisco de Borja y Aragón (1510-1572), marqués de Lombay y luego IV duque de Gandía, tras contemplar el cadáver de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, fallecida en Toledo el 1 de mayo de 1539. La visión de la putrefacción de la proverbial belleza de la soberana llevó al noble a tomar la determinación de Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir. Y algunos años después, tras la muerte de su esposa en 1546, ingresó en la Compañía de Jesús donde desarrolló una labor que le llevaría a la santidad.
Añadimos un fragmento de la descripción de la escena en el romance 'El solemne desengaño' (1838) del Duque de Rivas:
tiembla el marqués, da un gemido,
su rígida fuerza pierde,
y a brazos del gentilhombre
flojo y desplomado viene.
Acuden sus servidores,
y entre todos, cual si fuese
cadáver, fuera del templo
le conducen como pueden
El cuadro, que fue galardonado con una primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884, registra magistralmente las emociones, con Francisco de Borja derrumbado en el hombro de su gentilhombre, mientras su esposa Leonor de Castro, camarera de la emperatriz, se oculta el rostro para enjugar el llanto y los miembros de la corte se muestran desde circunspectos a curiosos, con un bastante impasible el clero.
Emilio Castelar es quien se derrumba en la parodia ante la visión de la patria recién desposeída de sus principales colonias. Un protagonismo que coincidió con el fallecimiento del político conservador ocurrido el día anterior sin que cupiera adaptar ese número al luctuoso acontecimiento. De hecho, una final "Última hora" advertía de esa imposibilidad y anunciaba que el siguiente número (2/6/1899) estaría dedicado a la figura de Castelar. [1]
Alejandro Pidal, Camilo García de Polavieja y el presidente del gobierno Francisco Silvela aparecen caricaturizados en segunda fila junto a un mutilado de las guerras coloniales, mientras que Sagasta interpreta el papel del asitente que abre el ataúd cubriéndose la nariz por el insoportable hedor.
El protagonismo de Castelar, que en ese momento desempeñaba un papel poco relevante en el panorama político, obedecía a las expectativas de su vuelta a la primera línea. Una posibilidad que, precisamente, había sido objeto de una lámina de Xaudaró publicada en la revista Blanco y Negro del 20 de mayo.
Don Emilio Castelar
que en esta situación crítica
a la pradera política
vuelve otra vez a pitar
[1] Una viñeta interesante sobre las despedidas a Castelar es la publicada en 'La Campana de Gracia' del 4 de junio. Un número que recopila en su doble página central una selección de viñetas dedicadas al político.
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