Álex Grijelmo publicó en El País del pasado domingo Catalán, valenciano, mallorquín, ibicenco..., un artículo cuyo texto íntegro encontrarán en el anexo a este apunte. Básicamente coincidimos, más allá de que nos parezca interesadamente extemporánea la relevancia que da, incluso en el título, a un mitinero desbarre de Pablo Casado, en la desafortunada reacción del PP, en el ámbito lingüístico, al expansionismo del nacionalismo catalán que, obligado a enterrar primigenios fundamentos étnicos, ha convertido la lengua en su ariete. Desafortunado corolorario del famoso principio de acción y reacción. Adicionalmente, nuestro juguetón subconsciente se ha encargado de hacernos reparar en el tabú en que se ha convertido la palabra dialecto.
A más a más, el profesor Tododepende explicaba el domingo desde la tira de JL Martín en La Vanguardia el muy diverso diagnóstico del estado del catalán que formulan los nacionalistas según resulten los intereses del momento. Lúcido y valiente.
Abundaba anteayer en El País el escritor Gonzalo Torné en el artículo Limitaciones del idioma común sobre los consabidos argumentos que suelen aplicarse a la defensa del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso. Pero basta una sola pregunta para desmontar ese impostado andamiaje: ¿En qué idioma ha negociado el Psoe con Esquerra y Junts [en un proceso del que ha sido expresamente excluido el catalanoparlante Salvador Illa]? Todo lo demás, teatro. Barato, dice Torné, que seguro que escribe gratis.
Vamos con un emergente ejemplo de la función eufemística de la neológica incorporación de anglicismos, como es el caso de coliving. Una cierta sensación de alipori nos ha dejado la lectura del blanqueador artículo de la agencia Efe que encuadra esta variante de la tan de moda conversión de la necesidad en virtud dentro del “Flex Living”, subsector del residencial que agrupa bajo el concepto de flexibilidad las nuevas soluciones habitacionales temporales. El progreso, o los logros del gobierno de progreso si prefieren mayor incisividad, en comercial versión de la agencia pública de noticias.
Flavita Banana publicó en El País del domingo una informativa versión del "Que coman pasteles" (enunciado original: Qu'ils mangent de la brioche), la famosa respuesta atribuida a María Antonieta a las quejas de los campesinos de que no tenían pan para comer.
Y anteayer era Dave Brown quien evocaba esa desconsiderada salida en su viñeta sobre las peticiones de un alto el fuego en Gaza. Un dibujo que incorpora en la amazónica caja una caricatura del líder laborista Keir Starmer que tan cantosos equilibrios dialécticos viene realizando.
Proseguimos con JM Nieto, que desvelaba el pasado domingo la pinochesca formación "cambio de opinión" que es capaz de adoptar la escolta de Sánchez. En la nota al pie de La lengua en la semana 50/2022 (2ª parte) encontrarán algunos otros Pinochos de los dibujantes de Abc.
Anexo
Algunos dirigentes del PP mantienen desde antiguo una rara relación con la lengua catalana, cuyo nombre niegan cuando sale de las lindes de Cataluña. Frente al saber filológico, para ellos ese idioma se vuelve “mallorquín” si se habla en Mallorca o “valenciano” si se usa en Alicante.
El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, declaró el 9 de octubre en la SER, preguntado acerca de la negativa del PP al uso parlamentario de las lenguas cooficiales: “Quien más se ha negado a que se hable el valenciano ha sido el partido socialista, que ha dicho que aquí se habla valenciano barra catalán, o que directamente es catalán. Yo tengo un estatuto que dice que aquí se habla valenciano. (…) Cada vez que se haga referencia a las lenguas cooficiales del Estado, o está el valenciano o no jugamos”. El 25 de julio de 2021, Pablo Casado, aquel día presidente del PP, afirmó durante una visita a Baleares: “No habláis catalán, habláis mallorquín, habláis menorquín, habláis ibicenco, habláis formenterés; y esta cultura no es apéndice de nadie, no sois països catalans”.
Ambas intervenciones se parecerían mucho a que los diputados de Canarias reclamaran una traducción de los debates al idioma canario; o a que alguien llegara a Hispanoamérica y dijese: “No habláis español, habláis nicaragüense, habláis mexicano, habláis peruano; y vuestra cultura no es apéndice de nadie”. Como soflamas populistas cumplen los cánones, pero sería difícil encontrar un filólogo sobrio que las secundara.
El idioma cooficial en la Comunidad Valenciana se llama “valenciano”. Ahora bien, eso no lo convierte en una lengua distinta del catalán ni hace precisa una traducción específica. Si la Constitución de Argentina estableciese que el idioma oficial es el argentino, los argentinos seguirían hablando castellano.
El PP mantiene en esto desde hace años las posiciones gonellistas (en Baleares) y blaveristas (en la Comunidad Valenciana). El gonellismo surgió a partir de unos artículos publicados en junio de 1972 por el Diario de Mallorca y firmados con el seudónimo “Pep Gonella”. (Hasta 2017 no se confirmó la identidad real: Josep Zaforteza, senador de UCD durante la Transición y presidente de la empresa editora). Sus textos no ponían en duda que las variedades del archipiélago, una por cada isla, formaran parte del idioma catalán, pero renegaba de los barcelonismos que se colaban en el habla de los isleños catalanohablantes. Algunos de sus seguidores, en un intento de resaltar la cultura balear, han ido más allá y defienden que se trata de lenguas distintas. Por su parte, el blaverismo, de posiciones similares, surge en la Transición a partir del término blava (femenino de blau, azul), por la franja de ese color que distingue a la bandera cuatribarrada valenciana de la cuatribarrada catalana.
Sin embargo, para la filología románica no cabe duda: es el mismo idioma, con unas diferencias en el vocabulario básico de las distintas variedades que no superan el 5%; muchas de ellas, debidas a arcaísmos antiguamente compartidos. Además, la uniformidad es mayor que la de otras lenguas románicas, como ya explicó en este diario el lexicógrafo y académico José Antonio Pascual el 3 de noviembre de 2021. Incluso la Acadèmia Valenciana de la Llengua lo proclamó así en 2005, pese a las enormes presiones en contra. Una cosa son los datos y otra las emociones.
La utilización política de las lenguas constituye una de las desgracias de la humanidad. Pero los políticos no están por encima del saber. Al revés: en muchos casos, como se ve, suelen situarse por debajo.
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