La edición más reciente del Martes Neológico está dedicada a tabulé, la palabra de origen árabe que denomina una ensalada en la que no pueden faltar la sémola o el bulgur y las hierbas aromáticas como el perejil y la menta. Estamos convencidos de que no tardará en incorporarse al DLE conforme a los deseos que manifiesta Laura Sancha.
Nada vamos a desvelar sobre el Trujamán Xuanzang y el rey mono de Lucas Martí Domken cuya lectura recomendamos abiertamente.
Requisitos para el genocidio tituló Álex Grijelmo su columna de esta semana que, como de costumbre, reproducimos íntegra en el anexo. Tenemos que reconocer que en esta redacción opinamos que las terribles matanzas que está cometiendo Israel en Gaza podrían ser incluso crímenes de guerra, pero no un genocidio. Por mucho que la corriente de opinión que apoya Grijelmo agarre por las hojas el rábano argumental de Ramallo, convertido en sobrevenido portavoz de un supuesto criterio unificado de las derechas sobre la controvertida cuestión. [1]
Y es que la valoración como genocidio no va de que se alcance un imposible exterminio que ciertamente los nazis estuvieron lejos de conseguir con los judíos, sino de que haya una voluntad de aniquilamiento. Que se trate, en definitiva, de sacar el máximo mortífero partido de los medios aplicados. Dicho esto, ¿de verdad creen los partidarios de la teoría del genocidio que Israel no podría haber matado a muchos más palestinos con los intensísimos bombardeos que ha realizado? Repárese, como cifra de contraste con los 53.000 muertos que se estima que se han producido en Gaza en veinte meses, en que el 7 de octubre de 2023 unos cientos de palestinos provistos tan solo de armas ligeras asesinaron en pocas horas a más de 1.200 judíos. Una cruentísima actuación que es perfecta ilustración de cómo funciona el ánimo genocida.
El terrible e indeterminado número de inocentes muertos (busque vd., a ver si la encuentra, alguna fuente palestina que cifre los milicianos caídos para poder calcular los inocentes por diferencia con los citados 53.000) es el trágico resultado de que Israel ataque sus objetivos militares con muy escasos miramientos sobre la cantidad de civiles que puedan resultar afectados. Trágicas consecuencias de una guerra irregular, desarrollada en su forma más brutal contra un enemigo parapetado entre civiles. Por eso, en medio de la paradoja del supuesto exterminio de un pueblo cuyo número de ciudadanos sigue creciendo, el debate creemos que claramente es si se trata de crímenes de guerra. Buen momento para leer o releer La vocación genocida de Antonio Elorza.
Pasamos a La Voz de Galicia para dar cuenta del artículo Fontaneros sin llave grifa de Francisco Ríos que recuerda el origen de la denominación dada a quienes trabajan en las interioridades del poder, generalmente en la sombra, ocupándose de asuntos reservados. En relación con el título, cabe apuntar que la llave grifa también es conocida como Stillson, llave para tubos o llave de perro.
La viñeta de ayer de JM Nieto invita a recordar que la palabra pucherazo (en catalán tupinada) procede del uso de pucheros a modo de urnas en tiempos en que el amaño electoral era casi la norma. Adjuntamos la primera referencia que conocemos sobre ese uso de un puchero, que se produjo en una votación celebrada en un distrito de la Seo de Urgell que fue rechazada, por tramposa, por el diputado Pascual Madoz en una intervención en las Cortes que fue recogida por la Gaceta de Madrid en su nº 4500, fechado el 9 de enero de 1847.
Vamos con el ejercicio de homofonía que hoy propone César Oroz y con el reordatorio de Álvaro de un popular lema publicitario lanzado en 1982 (detalles de su historia). Sigue el Trampantojo de Max en El País de hoy con unas disquisiciones sobre el Pop que cabría calificar como ejercicio de etimología recreativa.
Pasamos al teatro con la triple dosos de hamletiano dilema que hemos encontrado en el humor de este semana. Viñetas de Asier y Javier, Ben Jennings y Ángel Idígoras, infieles todas ellas a la escenografía ideada por Shakespeare que se comenta con detalle en el apunte Humor que enseña teatro.
Concluimos la reseña humorística con la viñeta de Tom Gauld para el suplemento The Guardian Books de la semana pasada y el apunte con una nueva edición de la, recientemente inaugurada, nueva sección Cachitos.
Cachitos
- Quién iba a imaginar que al cortatroncos le gustaba jugar con el teléfono de los cojones, en vez de borrarlo todo como Alvarito. Jorge Bustos en Soliloquio del timonel
En lo que concierne al lenguaje común, para las academias “genocidio” es el “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, religión, política o nacionalidad”; y el Diccionario del Español Actual, dirigido por Manuel Seco, lo define así: “Matanza sistemática de un grupo étnico, nacional o religioso”.
Y en cuanto al ámbito penal, el Diccionario del Español Jurídico, elaborado también por las academias, aborda el término basándose en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, acordada en la ONU en 1948, y lo delimita así: “1. Cualesquiera de los siguientes actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: matanza de miembros del grupo; lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo. 2. Delito consistente en dar muerte o agredir de forma sistemática a los miembros de un grupo nacional, étnico, racial, religioso o determinado por la discapacidad de sus integrantes, con el propósito de destruir total o parcialmente dicho grupo”.
El exministro del PP José Manuel García Margallo, habitual contertulio mediático, sostuvo el 20 de mayo en Cuatro el criterio jurídico que suelen defender las derechas: “La palabra genocidio está definida en el artículo II de la Convención de Ginebra como delitos perpetrados con la intención de eliminar un grupo étnico nacional o religioso, y es obvio que Israel no ha eliminado a los dos millones de palestinos que viven en Israel, ni quieren eliminar a los que viven en Cisjordania”. (Quizás se refería al artículo II de la Convención de la ONU, de 1948, pues la de Ginebra, de 1949, no aborda el genocidio).
Ese argumento de las derechas omite un dato cuya ausencia convierte en falso el mensaje en su conjunto: el artículo II no establece la condición de un exterminio completo para que se trate de un genocidio, sino que, como se ha visto, incluye la expresión “total o parcialmente”. Sin ese matiz, el Holocausto tampoco habría sido un genocidio, pues no fueron eliminados todos los judíos.
Por tanto, las citadas definiciones amparan la idea del genocidio como proceso en marcha. De otro modo, para evitar la palabra y sus condenas bastaría con dejar vivo a un solo individuo del grupo atacado, pues entonces ya no podríamos hablar en puridad de su exterminio.
Y en cuanto a la intencionalidad, tan importante ante los jueces, no parece que se esté aniquilando a los gazatíes sin querer hacerlo. (Por las dudas, el ministro de Defensa, Israel Katz, escribió el 19 de marzo en X: “Devolved a los rehenes y eliminad a Hamás. La alternativa es la devastación total”). Si el ejército israelí no deseara cometer un genocidio, no habría llevado a la tumba a 16.000 niños ni bombardearía hospitales y colegios, ni habría matado de hambre o frío a la población civil al impedir la llegada de ayuda humanitaria, ni habría acabado con la vida de 53.000 personas. Pero si, por el contrario, desease cometer un genocidio, haría exactamente lo que está haciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario